Por Moira Soto
A este cincuentañero (1968) le
importa un comino hacer el ridículo en el afiche del espectáculo que escribió,
dirige e interpreta, Macho grita. Más bien, eso es lo que busca con
evidente descaro: en slip, algo de pancita, relativa musculatura en brazos y piernas,
con ese gestito canchero de “aquí está el varón bien duro”. Así promociona el
madrileño Alberto San Juan un unipersonal que se pretende “comedia musical”
para desenroscar la formación de la identidad española, masculina y plural (hay
en el relato una reina entre el XV y el XVI que nunca fue santa, aunque la
apodaron La Católica). Lo hace paseándose por la historia de siglos y siglos, y
a la vez efectuando la propia y muy personal autocrítica como todavía (aunque
cada vez menos) integrante del sistema jerárquico de la masculinidad. Lo del
musical va por el lado de la importante participación en la obra de su Banda
habitual. Es decir, Claudio Casas en guitarra, Miguel Malla en saxo y teclado,
Gabriel Marijuán tocando la batería y Pablo Navarro el contrabajo.
Paralelamente, ASJ ofrece otro
exitoso espectáculo -que creó en 2013 y repone cuando se le canta- empeñado en
aggiornar cabezas: Autorretrato de un joven capitalista español. Monólogo
que también le pertenece a este versátil y carismático actor, donde cuestiona
su propia situación económica y muestra su empatía hacia ciertas estructuras
sociales que afectan a muchos ciudadanos en España. Con desarmante franqueza,
tanto en Macho como en Autorretrato, San Juan cita con todas las
letras a políticos, marcas, empresarios y todos los etcéteras que vengan a
cuento.
Siempre desde un tiempo presente
y apremiante, contra toda forma de injusticia social, de desigualdad. Y
apelando cuando corresponde a un humor muy efectivo, ya irónico, ya mordaz,
reconociendo sus propias contradicciones, los dilemas morales que de continuo
se le presentan. La amenidad sostenida de ambos espectáculos suma para que ASJ
logre su meta de hacer reflexionar al público y, con viento a favor, aportar a
un cambio -por pequeño que sea- de mentalidad.
Haciendo camino al actuar
Digno heredero del notable
dibujante Máximo, autor de las viñetas del diario El País durante 30 años,
Alberto San Juan arrancó estudiando Ciencias de la Información, hasta que siguió
la tentación de pasarse al curso de actuación de la argentina fincada en
España, Cristina Rota (Medalla de Oro de Bellas Artes en 2010, madre de dos
actrices y un actor: María Botto, Juan Diego Botto, Nur Levi). Hacia mediados
de los ’90 pisó fuerte en la serie Más que amigos y descolló en el film Airbag.
En años siguientes, se lo pudo apreciar en Lobos de Washington y Entre
las piernas. En 2002, El otro lado de la cama, gran suceso de
público, le significó una candidatura al Goya, y obtuvo el premio a mejor actor
en el Festival de Málaga. Luego de participar en varias películas, le llegó un
Goya por su labor en Bajo las estrellas (2006).
Pero el deseo profundo de San
Juan tira al teatro, un espacio donde se siente más libre, más dueño de su actuación.
Fundó la compañía Animalario y fue más allá: comenzó trabajar la dramaturgia
con obras tituladas Qué te importa que te ame y El fin de los
sueños, adaptó clásicos como Goldoni. En 2009 protagoniza Tito Andrónico,
tremenda obra de Shakespeare, nada menos que en el Teatro Romano de Mérida. Ese
mismo afortunado año, es premiado como mejor actor en la muestra de Valladolid
por su interpretación en el film La isla interior.
Aparte de sus propias
dramaturgias -El rey (2015), Mundo obrero (2018)-, en teatro ASJ hace
piezas de Juan Mayorga, Harold Pinter, Juan Cavestany.
De las tablas y la pantalla, vuelve
a las series en 2015 encabezando Carlos, rey emperador, como
Carlos III de Borbón. Por su participación en la cinta Sentimental
(2020), de Cesc Gay, recibe su segundo Goya. Y se quedará con la candidatura al
mismo galardón por La casa en llamas, 2024. Año laboral excelente para
San Juan, en que se presenta como protagonista absoluto de la serie Cristóbal
Balenciaga, biografía ficcionalizada del genial diseñador español que
recala en París en 1937. En el reparto figuran Belén Cuesta como Fabiola de
Mora y Araujo, Anouk Grindberg componiendo a Cocó Chanel y Ann-Victoire
Olivier, una alucinante Audrey Hepburn, la exquisita actriz que con tanto
charme supo llevar las creaciones de Balenciaga en el cine y en la vida. Seis
capítulos en Disney Plus, con premios y reseñas muy elogiosas.
Iluminando la historia invisibilizada
Lejos de tener alma de divo, pero
convertido en primera figura en series, cine y teatro, este guapo señor que no
se tiñe las canas prosigue en 2025 reponiendo esos unipersonales revisionistas
y deconstructores del macho ibérico. En el del varón que grita, da un repaso
sucinto por la historia de España cuya investigación lo llevó -confiesa- a
enterarse de que moros y judíos eran tan hispánicos como los cristianos allá
por el siglo X: “Porque la raíz de nuestra cultura es tan romana como islámica.
No existió un proyecto para erradicar lo islámico -o, mejor, andalusí- hasta 1502
cuando la reina Isabel ordena la conversión forzada al cristianismo”. Según ASJ
esta etapa forma parte de lo que María Zambrano, filósofa, llamaba “la historia
invisible”. Entonces, el sultán Boabdil pacta con la monarca la rendición de
Granada, a cambio de que la cultura y la religión islámicas fueran respetadas.
Pero 10 años más tarde, la reina traiciona su promesa y exige conversión. “Se
crea una nueva categoría social: los moriscos, que podían seguir con la lengua
y las costumbres, pero se les prohibía la práctica de sus creencias. Medio
siglo después, Felipe II decide erradicar lengua y costumbres. Y a comienzos
del XVIII, Felipe III ordena la expulsión de todos los descendientes de
musulmanes: unas 300 mil personas”.
Macho grita pone de manifiesto la construcción de un país sobre la base de la eliminación del otro por diferente. “Lo macho se refiere a una forma de habitar el mundo fundamentada en la voluntad de dominio y depredación”, sostiene Alberto SJ. En cuando al icónico personaje de Don Juan, “posible arquetipo de macho” se cuela en algún momento de la obra. Según el creador, director e intérprete, “el macho grita para callar a los demás. Ahora también grita de terror porque sabe que su mundo, que creía eterno, se está terminado”. Y aclara que ese estilo de macho también puede ser encarnado por lideresas con ese comportamiento, como Isabel la Católica. En su obra, San Juan infiltra citas de la citada Zambrano, Ortega y Gasset, Cantinflas, Santa Teresa (se ha comentado que su forma de recitar Vivo sin vivir en mí de la santa de Ávila, marca unos de los momentos culminantes del espectáculo). Se detiene en el Siglo de Oro, relaciona la conquista de Granada con la Guerra Civil española del siglo XX. Todo para darle leña al macho alfa dominante, que bien merecida la tiene.
Alberto San Juan entrevistado por Marc Giró
ASJ recita a García Lorca
acompañado por el músico argentino Fernando Egozne