Adolescencia: voto en contra

Por Mariela Sexer 

Adolescencia, Netflix

Ergasto Riva, amigo de la casa y avezado tuitero, tiene un gran talento para resumir en 280 caracteres sentimientos e ideas con los que me identifico habitualmente:

Sí, no me gustó Adolescencia, y menos me gustó que se convierta en un “evento”. Igual no se asusten, ésta no va a ser otra nota como la infinidad que salió en todos los medios sobre la serie. La intención de este envío es acercarles un estado de la cuestión de lo escrito hasta el momento organizándolo por medio y/o tema. Sin ahorrarme opiniones, por supuesto, como buena inspectora que se precie.

Siguiendo el brillante poder de síntesis de Ergasto, una explicación posible del éxito mediático y de público de la serie es que apela al miedo a lo desconocido, a lo imprevisto.

Ya lo vimos en pandemia: el miedo hizo que las personas aceptaran que se les cercenaran derechos, se les suspendieran prácticas saludables y se encerrara a sus hijos en las mismas habitaciones que ahora la serie demoniza.

Como lo dijo María José Navajas en el 2021, una de las creadoras de Padres Organizados:


Podríamos parafrasear a Majo y decir: no veo la hora de que se deje de hablar de Adolescencia. Y que los adolescentes dejen de ser asesinos potenciales.

La serie introduce términos desconocidos para muchos, y los medios locales se tiraron de cabeza a escribir decenas de notas sobre lo que no sabemos de la cultura adolescente, a demonizar las redes y a tomar algo que “sucede” en el primer mundo anglosajón como propio.

Todas las notas del diario La Nación nos hablan de eso: los términos que ignoramos, la distancia entre padres e hijos, lo insondable de las redes en relación con los códigos de los adolescentes y el peligro de tener al mundo en el cuarto.

En Infobae hacen hincapié en lo que la serie nos enseña, la oportunidad que nos brinda para reflexionar con nuestros hijos y la importancia de darla en los colegios.

En Clarín siguen las mismas líneas de análisis que los otros diarios e incorporan especialistas que hablan de sexualidad, control parental y códigos secretos de los adolescentes.

Algunas feministas destacadas señalaron que “Adolescencia es, inequívocamente claramente y fundamentalmente una serie que cuenta lo que las feministas venimos diciendo desde hace muchísimos años: los femicidas no son psicópatas, no son perversos, no son enfermos, no son lobos solitarios. Son hijos sanos del patriarcado”.

Adolescencia, Netflix

Me reservo la opinión sobre estos y otros enfoques didácticos y alarmistas; solo me gustaría decir que ninguno de ellos menciona que en la serie una chica más grande en edad y tamaño le pega con mucha violencia a un chico de trece años, y que Katie, la víctima de Jamie, no solo le dice no, sino que lo hostiga en las redes y se burla de él. Actitudes que desde luego no justifican ni ahí el crimen.

Pero el regodeo de cierto periodismo que se considera feminista en ver a las mujeres solo como víctimas pasivas de un sistema patriarcal, abusivo y cruel no puede ser la explicación para todo.

Las notas que mencioné más arriba celebran la serie, nos invitan a reflexionar e inoculan el miedo a las redes y a los nuevos códigos adolescentes.

A partir de acá voy a compartir las publicaciones con críticas y análisis que aplaudo, con las que acuerdo. Las observaciones van desde el uso arbitrario del plano secuencia a los subrayados y la construcción de los personajes de los padres.

Una de las claves de lo endeble del planteo global de la serie la señala en esta nota, el escritor inglés Ian Leslie, en el substack The Ruffian: What Adolescence Doesn't Tell Us About Boys (“Lo que Adolescencia no nos dice sobre los chicos”):

El relato de Thorne sobre cómo creó al personaje de Jamie es casi cómicamente sencillo. Graham había sugerido hacer una serie sobre un adolescente asesino. Luego, alguien con quien Thorne estaba trabajando le sugirió que investigara la “cultura incel”; algo que al parecer le era desconocido. Así que se metió en internet, se asombró con lo que leyó y eso fue suficiente para ponerlo en marcha. Según su propio testimonio, no conocía personalmente a nadie que hubiera sido arrastrado a ese mundo oscuro. No pasó meses o años inmerso en la realidad de los adolescentes varones, explorando foros, leyendo transcripciones judiciales, buscando conversaciones cara a cara con delincuentes, familias afectadas o psicólogos. Hizo una búsqueda en Google y abrió Final Draft.

Leslie también señala que la serie replica lo que se critica de Internet: un título llamativo como gancho y luego, poco análisis y desarrollo:

El enfoque superficial de Thorne sobre la compleja problemática de la disfunción juvenil masculina refleja exactamente el comportamiento que su serie supone que los adolescentes practican: absorber los contenidos más deslumbrantes y escandalosos de internet sin aplicar escepticismo ni pensamiento crítico. (...)

Pero, en última instancia, es clickbait tanto como un drama humano realista o una obra de reportaje. Utiliza el asesinato de una joven como su material explosivo sin mostrar interés ni en el asesinato ni en la chica.

Un guion arbitrario va llenando casilleros para hacer avanzar la trama, y ofrece personajes maniqueos. Se reviste de arte con el plano secuencia e instala la premisa de que independientemente de la crianza que des a tu hijo, la tragedia estará latente siempre.

En la pandemia, cuando Gustavo Noriega opinaba sobre las medidas sanitarias y políticas que adoptaba el gobierno, lo descalificaban diciéndole que un crítico de cine no estaba autorizado a sacar conclusiones. Sobre una serie de televisión al parecer todas las voces parecen autorizadas. Yo elijo quedarme con la opinión de los expertos en cuanto a sus valores artísticos. Les dejo algunas notas:

Juan Villegas Adolescencia

Diego Papic: Otra nota más sobre «Adolescencia»

Agustín Campero: Hablemos de cosas importantes

Adolescencia, Netflix

Hay un aspecto que la serie pasa por alto: los adolescentes abducidos por las redes no son hijos de padres “libres de humo”. Más allá de los códigos distintos que pueden manejar ambas generaciones con respecto a las pantallas, padres e hijos son adictos al celular y a las computadoras. Sus vidas están regidas por las pantallas. Los padres de Jamie en ese sentido actúan como si fueran sus abuelos, no contaminados por la tecnología. ¿Cuántas veces no prestamos atención a un hijo porque nosotros estamos con el celular?

La adolescencia siempre fue un período difícil y doloroso por más que se lo idealice como el paraíso del hedonismo y la belleza.

Frente a la premisa de la serie de que hagas lo que hagas con tu hijo, este puede convertirse en un asesino o un suicida potencial, Esteban Schmidt aportó una gran observación que comparto:

Al igual que en la llamada pandemia se pone a los niños como peligros potenciales. Al igual que con el llamado bullying se libera a los padres y a las instituciones de la responsabilidad de codificar la vida con los niños haciéndolos víctimas de “novedades”, las pantallas o el abuso emocional o físico (toda una novedad)… También hay que dejarle espacio mental a la incertidumbre, que aun haciendo todo bien el niño sale mal. Que el futuro no está escrito para nadie.

Sin desconocer la cuota de incertidumbre y angustia que conlleva la crianza, creo que la clave de todo se cifra en límites y amor. Un camino posible.

 

Esta nota fue originalmente publicada en La Inspectora, newsletter de Mariela Sexer