Popurrí, Vol. 20: Música disco, el brillo que no cesa


Por Guadalupe Treibel



Desde ahora y hasta agosto, la Filarmónica de París invita a dejarse llevar por el impulso hedonista setentero con una gran exposición dedicada a la música disco: sus raíces, sus canciones, su estética, sus divas. “Queremos hacerle justicia a este género brillante, arraigado en la historia y la cultura negra de los Estados Unidos, heredero del soul, el gospel y el funk”, subraya la curaduría de Disco. I’m coming out, como han bautizado a una muestra que, alejada de clichés, celebra la alegría desmelenada que representó este movimiento en los 70s; especialmente para “mujeres, minorías étnicas y homosexuales, que encontraron en la discoteca un espacio de libertad, relativo pero real, protegido de toda discriminación”. Como parte de su diversificada propuesta, la exhibición presenta fotografías tomadas por Meryl Meisler por aquellas fechas, habituée de clubs neoyorkinos donde la juventud bailaba gozosa al son de Chic, ABBA, Diana Ross, Donna Summer. Captadas in situ, sus imágenes presentan veladas salvajes donde “hay trajeados, mujeres disfrazadas de monjas, varones vestidos como obreros, gente completamente desnuda”. “Yo no era una intrusa: era una de ellos”, aclara hoy día quien sigue recordando ese tiempo de diversión sin trabas con asombro; también el fin de la despreocupación a principios de los 80s, cuando el Sida empezó a hacer estragos en las comunidades negras, latinas y homosexuales y, según Meisler, “perdimos las ganas de bailar”.


El negocio de explotar compositores fantasma


La periodista estadounidense Liz Pelly firma una rigurosa investigación sobre los opacos mecanismos de un titán de la industria musical; o sea, Spotify: la plataforma de streaming que ha cambiado la manera en que las personas escuchan canciones, descubren nuevas bandas, apoyan a sus artistas favoritos/as. Muy ponderado por las revistas Harper’s, Rolling Stone y New Yorker, su libro Mood Machine refiere a la historia e influencia de Spotify, fundada en 2006 por dos empresarios suecos, Daniel Ek y Martin Lorentzon, que al día cuenta con más de 600 millones de usuarios/as por el mundo. Aquí la diligente Pelly confirma lo que, durante un tiempo, se creyó una mera teoría conspirativa: que la plataforma rellena algunas de sus listas de reproducción más populares con temas creados por músicas y músicos ficticios; es decir, autores/as fantasma que apenas cobran regalías. Con esta elaborada triquiñuela, la empresa aumenta sus márgenes de ganancia, nos explica Pelly sobre “Perfect Fit Content”: tal el nombre del programa organizado y súper secreto de rellenado barato y anónimo ¿No temen ser desenmascarados?, le preguntaron a Liz, y ella respondió con las palabras de un exempleado de Spotify: los ejecutivos de la empresa asumen que el usuario promedio no nota la diferencia y, en cualquier caso, tampoco le daría la menor importancia al asunto. “¿Cómo saber si es así cuando la compañía no es transparente al respecto?”, reflexiona la autora de Mood Machine.


Bío de la dama desalmada en versión lírica


Sus once años gobernando inflexible el Reino Unido inspiraron biopics y documentales, libros y canciones; no necesariamente halagüeños, por cierto. Pero faltaba aún la ópera que hablara de Margaret Thatcher como primera ministra, cargo que desempeñó entre 1979 y 1990. Pues bien, esta ¿deuda? quedará saldada en 2025, cuando se estrene en Londres Mrs T, actualmente en desarrollo. Será “una exploración íntima sobre una de las figuras más polarizantes de la historia local”, adelanta Dominic Sandbrook, historiador y copresentador del popular podcast The Rest is History (junto a Tom Holland) que aquí debuta como libretista, con el compositor Joseph Phibbs en la faz musical. De momento, no suelta más prenda este escritor, salvo que la dirección estará a cargo de Lucy Bradley, con la mezzosoprano Lucy Schaufer en el papel principal. El resto del reparto -incluidos los roles de Geoffrey Howe, canciller de Thatcher, y de Ronald Reagan- se anunciará más adelante, aclara Sandbrook, valorado por cultivar el juicio equilibrado y honesto en torno a las personalidades más controvertidas. En el centenario del nacimiento de Thatcher, entonces se podrá ver cómo queda retratada esta dama de fierro que, en sus días, instaló políticas neoliberales con mano dura, generando desempleo y acentuando la desigualdad en UK. Cualquiera sea el resultado, no es disparatado suponer algún que otro abucheo o unos silbidos cuando aparezca su icónica figura en escena…


De Londres a Montmartre, el enigmático folk de Flora Hibberd


“La mejor sorpresa del indie folk de los últimos años”, coincide la prensa gala sobre Flora Hibberd, londinense asentada en Montmartre que, según la crítica, sigue la estela de contemporáneas muy valoradas de la escena: Laura Marling, Cate Le Bon, Aldous Harding, Josephine Foster… Pese a que sus EPs previos -Hold, The Absentée- fueron acogidos con entusiasmo, es el flamante Swirl el que está recibiendo los halagos más acentuados, catalogado como “un álbum inmaculado” por Les Inrocks. Revista exigente que, aunque subida al barco Hibbert, le recomienda creérsela un poco y soltarse figuradamente la melena (cortísima) en incursiones futuras. Pero volviendo a este primer LP, vale señalar que Hibberd -traductora de ensayos de historia del arte además de cantante y compositora- se nutre de metáforas e imágenes para escribir letras poco pegadas a una narración convencional. Ergo, su poesía enigmática, librada a múltiples interpretaciones, que ella performa con su voz suave, profunda y serena en las once pistas de Swirl. “Code”, un ejemplo, es un track inspirado en los hermosos tejidos de Anni Albers, descollante artista textil de la Bauhaus. Por lo demás, el disco fue grabado en un pueblito de Wisconsin, Estados Unidos, gracias a que FH fuera fichada por el sello neoyorkino 22Twenty, y en la portada se la ve con su rostro andrógino, sobriamente vestida con chaqueta negra y camisa blanca. Solo un detalle quiebra esa austeridad: una pajarita campestre en tono lila, replicando el look del galerista al que Catherine Denueve le hace corte de manga en Las señoritas de Rochefort, de Jacques Demy, una de sus películas preferidas de Flora.