Jeanne Villepreux, bajo el signo de acuarios y mares

 

Manuscrito de Jeanne Villepreux,
con su nom de plume

Por Analía Boggia*, para Mujeres con ciencia

La visita a un acuario es una de las experiencias más interesantes que se puede vivir a cualquier edad. La posibilidad de asomarse a mirar de cerca cómo viven los peces y otros organismos acuáticos en su ámbito natural, provoca fascinación en buena parte del público. Y se lo debemos a una mujer que, a comienzos del siglo XIX supo emanciparse, ganarse la vida y, luego de casarse, descubrir su vocación aprendiendo sobre la marcha.

Jeanne Villepreux (1794-1871) fue una naturalista autodidacta francesa que desarrolló la mayor parte de sus experimentos científicos en Messina, Italia. Fue en ese lugar en donde ideó los acuarios tal y cómo se los conoce en la actualidad, gracias a su curiosidad por la vida animal.

Había nacido el 25 de septiembre de 1794 en la comuna de Juillac, en la región de Nueva Aquitania. Vivió su infancia en un hogar muy humilde, durante la difícil época que siguió a la Revolución Francesa. A los 18 años se fue a pie a París, en donde comenzó a desempeñarse como asistente de una reputada costurera que tenía clientas de la nobleza europea.

Jeanne Villepreux, 1861.
Wikimedia Commons

Gracias a su activa participación en la confección de un famoso vestido de novia para la princesa Marie-Caroline de Bourbon-Siciles (que luego devendría mecenas de las artes y protectora de mujeres pintoras), Jeanne conoció al comerciante irlandés James Power, con quien se casó en 1818, a los 24 en Messina, en el nordeste de Sicilia. Localidad donde la pareja se instaló durante 20 años. Lapso durante el cual Jeanne se sintió muy atraída por la naturaleza. Decidida e inteligente, se formó de manera autodidacta. Fue describiendo y anotando todo sobre la flora y la fauna que observaba en su recorrido por la isla. También recogió minerales, fósiles y diferentes especies de mariposas y conchas.

Lo que más atraía a JV era la vida animal. En particular, las criaturas acuáticas, entusiasmo que la llevó a idear maneras de poder estudiarlas de cerca. Este objetivo la impulsó a inventar los acuarios, una de las herramientas fundamentales para el desarrollo de las ciencias del mar. Porque es en estos espacios en donde se pueden realizar investigaciones sobre el comportamiento de las especies -algo imposible cuando viven en otro contexto-, y a la vez, posibilitar mejoras en su bienestar y su preservación.

Jeanne creó tres tipos diferentes de acuarios: uno de cristal, que tenía en su propio estudio, similar a los que podemos encontrar en la actualidad; otro, del mismo material, aunque rodeado de una rejilla para poder ser sumergido en el mar y estudiar pequeños moluscos; y el último, una jaula para grandes moluscos, que podía anclarse a una profundidad determinada. Aparte de servirle de apropiado escenario para observar la fauna marina y estudiar su comportamiento, los acuarios fueron empleados como criaderos para volver a poblar los ríos con ciertos peces que casi habían desaparecido.

La emprendedora joven se concentró principalmente en estudiar los moluscos, sobre todo el cefalópodo Argonauta argo. Gracias a su incansable trabajo, fue la primera persona en descubrir cómo esta criatura fabrica su concha recubriéndose a sí misma, en lugar de obtenerla de otros animales, tal como se creía hasta ese momento.

Marie Caroline de Bourbon-Siciles,
por Franz Schrotzberg

Sus investigaciones le dieron gran prestigio y el reconocimiento de autoridades importantes en la materia de Francia y Gran Bretaña. Tanto es así que, a partir de 1832 se convirtió en la primera y única mujer miembro de la Academia de las Ciencias Naturales de Catania. También fue miembro corresponsal de otras 17 academias, incluida la Sociedad Zoológica de Londres, receptora de los trabajos que ella realizaba en Italia.

En 1839, Jeanne publicó su primer libro en francés, Observations et expériences physiques sur plusieurs animaux marins et terrestres, en el que reunía muchos resultados de sus experimentos. Poco después aparecieron su Itinerario della Sicilia y su Guida per la Sicilia, firmadas por Jeanne Power -su nom de plume-, que ofrecía una detallada descripción medioambiental de la isla.

Estos libros no solo describían la naturaleza de su querida Sicilia, sino que sirvieron como aporte a su conservación, gracias a las sugerencias que contenían sus páginas. Desde allí también sentó las bases de la acuicultura de la región, recomendando la repoblación de los ríos con peces capturados y alimentados hasta alcanzar el tamaño suficiente para ser introducidos en las aguas.

La concha vacía de un Argonauta argo.
Cambridge University Museum of Zoology, Inglaterra.

La naturalista dejó Sicilia junto con su esposo en 1843, para ir a vivir entre París y Londres. Lamentablemente, en uno de esos viajes, el barco que transportaba la mayor parte de la colección de Jeanne, que incluía anotaciones y dibujos, naufragó en la ruta hacia el Reino Unido con la consiguiente pérdida de ese valioso material.

Entre septiembre de 1870 y enero de 1871, París fue sitiada por parte del ejército del Reino de Prusia, situación que la empujó a huir de la ciudad y volver a su hogar natal en Juillac, en donde falleció algunos años después.

Jeanne Villepreux-Power y su obra estuvieron invisibilizadas a lo largo de más de un siglo, debido a la pérdida en el mar de una enorme parte de sus manuscritos, colecciones y apuntes. Sin embargo, en los últimos años del siglo XX, su figura y su rol fundamental en la acuariofilia fueron reivindicados. En 1995, la Sociedad Histórica de Messina volvió a publicar su segundo libro; y en 1997, un cráter de Venus recibió su nombre. Entre otros tributos, en 2007 se ofreció una exposición sobre sus trabajos en el museo del claustro de Tulle, y desde 2019, una avenida parisina del distrito 12 lleva su nombre.

 

*Analía Boggia es Licenciada en Comunicación Social, periodista, docente y divulgadora. Actualmente cursa el Máster oficial en Comunicación Social de la Investigación Científica de la Universidad Internacional de Valencia. Esta nota se publicó originalmente en Mujeres con ciencia.