Por Rosa M. Tristán, para Mujeres con Ciencia*
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Joie de vivre, Henri Matisse, 1906 |
La serotonina es uno de esos neurotransmisores cerebrales que son
fundamentales para la vida. La también llamada “hormona de la felicidad” está detrás
del control de nuestras emociones, del sueño, del hambre, del dolor, de la
respuesta sexual... Además, se conoce su contribución a los procesos de
aprendizaje, a la memoria. Y resulta que la primera persona que descubrió su
presencia en el cerebro de los mamíferos fue una mujer: la bioquímica
estadounidense Betty Mack Twarog, que se interesó por este tema a raíz de ir a
una conferencia donde se hablaba de algo que, en principio, no tenía nada que
ver: los moluscos. Gracias a su hallazgo, hoy millones de personas disfrutan de
una vida mejor gracias a los antidepresivos que llevan ese componente.
Betty M. Twarog había nacido un 27 de agosto de 1927 en Nueva York.
Desde muy joven se sintió inclinada por la ciencia, así que se matriculó en el
Swarthmore College, entre 1944 y 1948, para estudiar matemáticas.
Fue mientras hacía un postdoctorado en el Tufts College, cuando escuchó una
conferencia del científico Kenneth Roeder sobre neurología de los
músculos; en concreto, sobre un estado llamado «captura», en que sus músculos
siguen contraídos aún tiempo después de haber pasado un período de excitación.
Aquello la impactó mucho y en 1949 se inscribió en Harvard para hacer un
doctorado con el bioquímico John Welsh, que investigaba sobre la aún muy poco
conocida serotonina, en principio en el cerebro de invertebrados.
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Betty Twarog, años juveniles |
En 1951, Betty había logrado identificar en los mejillones un
neurotransmisor que contraía sus músculos, pero no el que los relajaba. Había
algo que se le escapaba. Por entonces, cayeron en sus manos los artículos sobre
la serotonina de los tres de Cleveland y se percató de que su estructura era
como la que ella veía en el neurotransmisor de los moluscos. La cuestión era
que esa serotonina no estaba descrita como un neurotransmisor, sino un
vasoconstrictor. Ese mismo año, Erspamer dio a conocer que la enteramina (como
él la denominaba) también se encontraba en las glándulas salivales del pulpo y
que excitaba su corazón. Twarog y Welsh se preguntaron: ¿Y si era ese el
neurotransmisor que les faltaba? No tardaron en comprobar que era así. Aquel
era un gran hallazgo, así que nuestra investigadora inmediatamente escribió en
1952 un artículo sobre el tema. Por desgracia, la revista a la que lo enviaron,
Journal of Cellular and Comparative Physiology, no se molestó en leerlo hasta
dos años después, cuando fue publicado. Se ha escrito que no se molestaron en
leer el manuscrito porque les llegó de una joven mujer investigadora y les
hacía ruido la idea de que pudiera ser autora de algo demasiado importante.
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Estructura tridimensional de la serotonina |
Decisivo alivio para
la depresión
El artículo científico
en el que dieron a conocer el descubrimiento se presentó en junio de 1953,
y se publicó en octubre del año siguiente. El aislamiento en el cerebro de los
mamíferos que logró Betty, estableció su gran potencial como neurotransmisor y
como modulador de la acción cerebral, lo que daría lugar a la creación años
después, en 1978, de algunos de los antidepresivos más utilizados todavía
hoy en día.
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Betty Twarog, años de madurez |
Dicen de ella quienes la trataron que era una gran lectora y que sus
intereses abarcaban todos los campos de la ciencia, la religión, la historia y
hasta los misterios de ciertos asesinatos. Que disfrutaba mucho de la ópera y
la música clásica. Además, fue una conservacionista apasionada durante toda la
vida, gran defensora de la reserva natural Schmid, de la ciudad de Edgecomb. Le
encantaba observar las aves, los mamíferos acuáticos y otros animales salvajes.
El principal descubrimiento de Betty Twarog no solo ha hecho a muchas
personas más felices: además, abrió la puerta para descubrir otras muchas
funciones fundamentales de esa hormona que tanto tiene que ver con el
funcionamiento de nuestro cuerpo y nuestro cerebro.
* Rosa M. Tristán es periodista especializada en la divulgación científica y
ambiental desde hace más de 20 años. Colabora de forma habitual en diferentes
medios de prensa y radio de difusión nacional.
Esta nota se publicó originalmente en Mujeres con Ciencia.