Popurrí, Vol. 19: Françoise Fabian, vivita y cantado (a los 91)


Por Guadalupe Treibel


Françoise Fabian, gran actriz cuya trayectoria en cine comienza en 1956 -convocada por directores de la talla de Jacques Demy, Luis Buñuel, Éric Rohmer...-  se lanzó hace seis años a una nueva aventura artística. Para ella, mucho decir considerando que participó en más de 70 films y unas 40 obras de teatro, sin mentar su (gloriosa) intervención en series recientes como Diez por ciento… Solo le faltaba cantar, et voilà Françoise Fabian, 2018, su precioso primer largaduración, prueba de la versatilidad de la inolvidable intérprete de Mi noche con Maud. Dotada de un ritmo y estilo personalísimos, acaba de lanzar otro disco, L'heure d'un rendez-vous, con chansons escritas especialmente por Léonard Lasry (música y arreglos) y Élisa Point (letras). “Empezó con una sola canción y nos dijimos: ‘¿Por qué no hacer un nuevo álbum? ¡Intentémoslo!’ Adivinaron lo que me gustaba, conocen mi sensibilidad, mi humor, y me dejé seducir por ellos”, comparte con alegría la bella dama del cine y la escena, cómoda en cualquier registro, que aquí obsequia un cancionero lleno de vida y, a la vez, dulcemente melancólico. “Es el disco de una mujer que habla de sí misma, de sus amores, de sus anhelos, de sus proyectos”, comenta quien, durante su infancia en Argelia, solía acompañar a su progenitor trompetista mientras ensayaba; luego estudió teoría musical y piano clásico en el conservatorio. “Pero amaba el jazz y lo tocaba en secreto, a escondidas de mi papá amante de la ópera”, rememora sonriente hoy, a sus pimpantes 91.  


Encumbradas en el Olimpo flamenco

Un café cantante, Sevilla hacia el año 1888.
Crédito Emilio Beauchy

Ha salido en España una nueva edición de Pioneras flamencas, notable inventario que trae a la actualidad a “las primeras mujeres del flamenco según los relatos y recuerdos de la época”. Recientemente publicado -y vuelto a lanzar- por la casa Libros Corrientes, se trata de un libro rico en imágenes y anécdotas, basado en dos volúmenes de otrora: Cantaores andaluces. Historias y leyendas (1904), del poeta, escritor y periodista Guillermo Núñez de Prado; y Arte y artistas flamencos (1935), del autor, libretista y cantaor Fernando el de Triana, que tienen el mérito de haber registrado a muchas profesionales de la primera hora que, en sus días, pusieron cuerpo y voz al cante jondo.

“Una letanía de nombres increíbles e historias lejanas”, se entusiasma El País, citando a las más conocidas: La Niña de los Peines, La Serneta, La Trini, La Andonda, Juana la Macarrona y Rita la Cantaora, por ejemplo. Sin olvidar, empero, a las menos famosas que también tuvieron pellizco: La Pipote, La Chata de Madrid, Juana la Pitraca, La Marrancho, Salud la Hija del Ciego, Antonia la Gamba… Algunas provenían de clanes flamencos; otras eran cigarreras o modistillas que dejaron sus labores para dar curso a su pasión artística.  

Se impone decir que, desde el vamos, la editorial se cuida de no herir susceptibilidades al aclarar que hay algunas expresiones un tanto retrógradas de los susodichos Prado y Triana, quienes -por caso- se ocuparon de describir no solo los atributos artísticos de las muchachas sino también sus características físicas. Para muestra, un botón del autor de Arte y artistas…: sus notas sobre La Coquinera, maestra de los cantes festeros nacida en Cádiz en 1874, que llegó a dirigir sus propios espectáculos. “¿Qué diré yo de esta gran bailadora que no haya dicho ya todo el mundo? Fue una preciosa porteña (de Santa María), que como artista a nadie tuvo que envidiar; y como cara bonita, se aprecian el rostro de miss y el tipo faraónico de la más graciosa gitana (aunque no lo era). Tuvo dos hermanas más, Pepa y Milagros, que, como bailadoras, no pasaron de regulares ¡Pero qué guapas!”.  

Una de cal y una de arena; he aquí otro apartado del mismo autor, sobre Trinidad “la Cuenca” Huertas (1857-1890), especialista en zapateado y excelsa guitarrista. O como él la llama, “el prototipo de la majeza, el arte y la simpatía”. “En el retrato (que ilustra el texto) representa uno de sus bailes: la parodia de la lidia de un toro, desde el primer capotazo hasta que muere; y al compás de las diferentes suertes del toreo, hace con los pies verdaderas filigranas, llenas de ritmo y arte depurado. El baile de hombre lo ejecutaba maravillosamente; fue la primera lumbrera como mujer vestida de hombre, con traje corto; y por si esto no fuera bastante, también fue una mujer guitarrista. ¡Viva Málaga!”.

 

Renacimiento de Chaminade


Estos días encuentran a Stephen Hough, renombrado pianista y compositor inglés, dando conciertos en el Lincoln Center neoyorkino y el Barbican londinense, con un repertorio de cámara que incluye piezas de Chopin, de Schumann. Pero también, y muy especialmente, de Cécile Chaminade (1857-1944), una compositora de 171 opus publicados que fuera estrella internacional, luego relegada, a quien el citado artista busca devolverle algo de la merecida fama que supo tener. Así lo evidencia en la columna que le dedicó recientemente a esta talentosa francesa, publicada en el diario The Guardian, donde destaca que la prolífica obra de Chaminade “tiene algo de la dulzura de Massenet, Delibes, Gounod y otros románticos; la confianza de Saint-Saëns al piano; la melancolía cambiante de un temprano Fauré”. Y prosigue entusiasta Hough: “Al igual que Chopin, Cécile fue una compositora de minuciosa artesanía; al igual que Liszt, sabía cómo hacer que el piano brillara; y al igual que Schumann, nos regaló muchos momentos de tierna poesía”. Stephen nos recuerda, además, que Chaminade interpretó su música por toda Europa, incluso frente a la reina Victoria, que le entregó la medalla del Jubileo en 1897. En el funeral de esta monarca, sonó el Prélude pour orgue Op 78, de Cécile, cuya extensa producción -más de 400 obras a finales del siglo XIX- le significó renombre en Europa y en los Estados Unidos, donde se fundaron varios “Clubes Chaminade”, de chicas aficionadas a sus partituras. La suite Pas des Écharpes fue uno de sus trabajos más populares: vendió más de cinco millones de copias, un logro increíble derivado de sus conciertos a sala llena en Países Bajos, Grecia, Turquía… Dejó definitivamente la música a los 57, luego de estallar la Primera Guerra,  para asumir la dirección de un hospital en Londres. No volvió a actuar en público, pero siguió componiendo esporádicamente hasta 1928. 



Ecos solitarios de Kim Deal


“Entre guiños a los 90’s y estribillos retro, la figura de culto de los Pixies y los Breeders completó con éxito su primer viaje en solitario, a medio camino entre el road trip americano y la travesía íntima”, anuncia Les Inrocks por todo lo alto, y no es para menos: Kim Deal -legendaria cantante, bajista y guitarrista- por fin ha publicado Nobody Loves You More. Un disco sublime, a decir de la crítica, lleno de giros musicales y emocionales, donde esta artista de 63 propone ensoñaciones envolventes, ricamente orquestadas y también, ¿cómo no?, algo de ruido, para hablar de asuntos tan movilizantes como resistir las penas, el dolor, la pérdida. Pese a sus cuatro décadas de carrera en formaciones de culto, estaba pendiente el álbum debut como solista de “una de las figuras más encantadoras y elusivas de la escena rockera”, según el New York Times. Rotativo que pondera “las letras desconcertantes, la indiferencia estelar y la voz distintiva -como algodón de azúcar cortado por diluyente de pintura-” a la que Deal nos ha acostumbrado a lo largo de las décadas. Finalmente ha aterrizado el primer álbum que firma sola su alma, con algunos tracks inéditos y varias canciones que ella ya había compartido, cual sencillos, tiempo atrás. Por ejemplo, “Wish I Was”, oda a la juventud perdida, o “Are You Mine?”, enternecedora canción de amor y confusión, inspirada en el Alzheimer de su (difunta) madre.


 

Celebrando la diversidad y la creatividad femeninas


“Este disco es un reflejo fiel de mis valores y metas en este momento de mi carrera”, define Isabel Dobarro (32), oriunda de Santiago de Compostela, tenida por una de las jóvenes pianistas con mayor proyección internacional de España. Se refiere a Kaleidoscope, álbum recientemente editado, en el que ha puesto el acento en: la belleza de unirse en la diversidad; la inmensa riqueza musical en los distintos rincones del planeta; el reconocimiento a las grandes compositoras actuales, referentes para futuras generaciones. Aquí hay “obras neorrománticas, otras más ligadas a la vanguardia, piezas de raíces folclóricas, composiciones con una fuerte influencia de otros géneros musicales. Es decir, un gran eclecticismo que supone una enorme riqueza artística”, señala Isabel sobre el repertorio cuidadosamente escogido, donde interpreta trabajos variados en lenguajes y estilos, creados por mujeres virtuosas a las que admira. Entre ellas, la japonesa Yōko Kanno, la búlgara-británica Dobrinka Tabakova, la mexicana Gabriela Ortiz, la cubana Tania León, la estadounidense Nkeiru Okoye, la argentina Claudia Montero… Aunque enfocada en autoras del presente, Dobarro se planta contra “la inercia histórica que nos ha llevado a un borrado sistemático de las voces femeninas de otrora, eliminadas de programaciones, planes de estudio e investigación”. Llama a expandir el canon, a sumar obras femeninas sin dejar de tocar a Chopin o Brahms, recordando -en su labor pedagoga, por la que también es conocida- “el incomprensible tachado de mujeres a las que, en su época, se les reconoció importantes. Tales los casos de Francesca Caccini, la creadora mejor paga de su tiempo, en el siglo XVII, por los Medici; o Mariana Martínez, admirada por Mozart o Beethoven”.