Por Marta Bueno Saz, para Mujeres con Ciencia *
Disculparse con antelación es una forma de
zafar. Una estrategia de evitación. Si una persona ha crecido en un hogar donde
los conflictos, incluso los más leves, llevaban a discusiones y peleas
desproporcionadas, gritos, violencia física, etcétera, puede haber desarrollado
la respuesta de disculparse demasiado como una forma de salir del paso en
situaciones semejantes. Como estrategia de seguridad.
También esta actitud de excusarse puede ser el
resultado de experiencias desagradables. Es decir, se utilizan las disculpas
excesivas para protegerse de una posible violencia en una relación. Si una
mujer, por ejemplo, ha tenido un padre o una pareja que la agredía solo por
hablar, puede desarrollar una respuesta aprendida de disculparse a priori,
antes de que la situación empeore. Es posible que esa conducta continúe cuando
ya no se encuentre en una situación abusiva.
Autoestima en baja
Hay personas que asumen que son la causa de
todo lo negativo que sucede a su alrededor. Suelen tener apreciaciones
deficientes, sienten que son una carga para los demás y priorizan las
necesidades de los otros sobre las suyas propias. Esto hace que pidan perdón constantemente,
automáticamente.
La ansiedad social. El «efecto foco», la
extrema timidez que hace pensar a muchas personas -principalmente mujeres- que todos sus errores están siendo observados
con lupa por los demás, conlleva una forma de procesar el miedo y el
nerviosismo que implica excusarse de continuo.
Una tendencia implantada
El estereotipo indica que las mujeres se
disculpan más fácilmente por sus presuntas transgresiones o equivocaciones,
mientras que los hombres nunca parecen suficientemente arrepentidos si erran o
fastidian. Se suelen dar una serie de explicaciones para esta conducta ruda,
poco considerada. Una de ellas es que los hombres asocian las disculpas con la
debilidad; se niegan a disculparse porque tienen dificultades para admitir que
están equivocados; para reconocer que actuaron mal. Para ellos sería como
«perder en una lucha de poder» y, por lo tanto, disculparse hiere los delicados
egos masculinos. Estas motivaciones se sintetizan en el título del libro del
comediante Jim Belushi (2006) sobre la masculinidad: Los hombres de verdad no se disculpan.
Otras opiniones
suficientemente fundamentadas sostienen que las mujeres, culturalmente,
están más preocupadas que los hombres por agradar. Sin embargo, habría que
profundizar algo más en esta lectura sobre las disculpas excesivas de las
mujeres y sus motivos. Es cierto que, en ocasiones, pedir perdón reduce la ira
y la agresión, promoviendo el bienestar de las relaciones dentro de ciertos
límites que aseguren equidad.
Para comprobar la veracidad de una posible
diferencia en las disculpas femeninas y masculinas, los estadounidenses Karina
Schumann (psicóloga) y Michael Ross (sociólogo)
diseñaron en 2019 dos estudios (Why
Women Apologize More than Men. Gender Differences in Thresholds for Perceiving
Offensive Behavior). En uno, los participantes anotaban todos los agravios
o errores que cometieron si dieron o se les ofrecieron disculpas. Las mujeres
se disculparon más que los hombres, pero también, según su propia percepción,
cometieron más ofensas. Pusieron de manifiesto que no hubo diferencia de género
en la proporción de ofensas que motivaron disculpas. Los hombres se disculparon
con menos frecuencia que las mujeres porque manifestaron un umbral más alto
para lo que constituye para ellos un comportamiento ofensivo. En otras
palabras, ellos rara vez sienten que tengan que disculparse. En el otro
estudio, se probó esta hipótesis del umbral de percepción pidiendo a los
participantes que evaluaran tanto ofensas imaginarias como ofensas recordadas.
Los hombres calificaron las ofensas de forma menos severa que las mujeres;
quizá racionalizando su falta de voluntad para disculparse y minimizando su
apreciación de la gravedad y la frecuencia de sus desaires.
De todas formas, cuando reconocían sus faltas,
las disculpas de los hombres fueron tan detalladas como las ofrecidas por las
mujeres. Porque hay variedad al respecto: una disculpa integral contiene hasta
ocho elementos distinguibles: remordimiento, aceptación de responsabilidad,
admisión de mala conducta, reconocimiento del daño, promesa de comportarse
mejor, solicitud de perdón, oferta de reparación y explicación. Las disculpas
por daños muy graves suelen contener la mayoría de los elementos mencionados.
Se podría anticipar que como los hombres están
menos dispuestos a excusarse, sus pedidos de perdón serían más superficiales
que los de las mujeres. De hecho, varios analistas señalaron que, en algunos
casos, podrían verse como «llamativamente poco exhaustivas».
Una explicación relativa a las mujeres diría
que ellas perciben que cometen mayor cantidad de ofensas en parte porque están
más centradas en lo que puedan sentir los demás, y también en mantener la
armonía en sus relaciones. De acuerdo con esta idea, investigaciones anteriores
han demostrado que, comparadas con los hombres, las mujeres dicen sentir más
culpa después de cometer transgresiones o exabruptos, experimentar mayor
empatía por las víctimas y más disposición a perdonar. Una segunda posibilidad
es que los hombres tengan un umbral más alto para el malestar emocional.
Con todo, cualquiera que sea la base de las
diferencias de género en los juicios sobre la gravedad o incluso sobre la
existencia de una ofensa, estas discrepancias podrían tener consecuencias. Por
ejemplo, si las mujeres perciben ofensas que sus compañeros no notan, podrían
interpretar la ausencia de disculpas como evidencia de que sus parejas son
indiferentes a la sensibilidad de ellas. Y los hombres, por su parte, podrían
considerarlas como demasiado sensibles si se disculpan por lo que consideran
minucias. Sin embargo, estas conclusiones son tan frágiles como las emociones
de las personas, sea cual fuere su género. Y sin duda, en la vida cotidiana,
ser conscientes de haber causado una ofensa y pedir disculpas, es un acto de
madurez y responsabilidad.
Sin embargo, disculparse demasiado puede
socavar la autoestima y ser el reflejo de una culpa persistente, inmotivada,
nada saludable. Además, las disculpas podrían perder significado y sinceridad
si se hacen con demasiada frecuencia. Pero es un hábito fuerte del que es
difícil deshacerse, según la educación que se haya recibido, la influencia del
medio ambiente. Liberarse de ese reflejo aporta equilibrio y seguridad.
En cuanto a la diferencia de género en estas
cuestiones, la investigación de Karina y Michael dejó en claro que las mujeres
se disculpan más a menudo que los hombres porque tienen un umbral más bajo para
lo que entienden como un comportamiento ofensivo. Es decir, existe una diferencia
de género en la frecuencia de las disculpas que es causada por distintos
juicios sobre la severidad con que se miden las ofensas, más que por una
diferencia en la disposición a disculparse.
De cualquier modo, los beneficios de un «lo
siento» sincero son indiscutibles, siempre que estas palabras no se utilicen
solo para salir del paso. Es necesario hablar en primera persona y nombrar lo
que estuvo mal, sin ambigüedades, asumiendo la responsabilidad del daño
causado. Es sustancial ser conscientes de que se transgredió una norma de
cortesía o un valor ético que consideramos importante. Es bueno comprender y
validar las emociones del otro sin ponerse a justificar: «a mí no me habría
sentado tan mal». Además, va de suyo en la franca disculpa un deseo de
reparación, un mínimo compromiso de cambio de comportamiento sin que a nadie se
le caigan los anillos.
*Marta Bueno Saz es
licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca.
Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.
Esta nota se publicó
primero en Mujeres con Ciencia.