Maternidad, paternidad, pérdida, anhelo confluyendo poéticamente en Subacuática

Por Juan Carlos Fontana


Un natatorio, el agua, una tribuna donde se ubican los espectadores, y también tres actrices y un actor que invitan al público a ser partícipes de una historia que, progresivamente, se va convirtiendo en un vórtice de emociones que burbujean y pegan, sensibilizan, hacen llorar y reír a una platea subyugada.

La situación es inmersiva, el natatorio aglutina, se convierte en lugar de confesiones, asociaciones y referencias. Desnuda y sensibiliza emocionalmente a quienes observan: la empatía y la identificación hacia estos personajes puede ser absoluta. El/la que mira sin duda encuentra similitudes, es arrebatado/a por recuerdos que acuden espontáneamente a la memoria. Porque todos sufrimos pérdidas. Todos tenemos episodios afectivos. Todos pasamos por el trance de querer conquistar a alguien y no saber si vamos a ser correspondidos. Pero allí estamos, jugándonos nuestros sentimientos más íntimos, mientras en una panza, como en la pileta, los líquidos burbujean entre las vísceras; en primer lugar, el corazón.


Los hombres imaginamos que así deben ser las cosas, más o menos, cuando se tiene una hija; o, antes, cuando un hijo va creciendo misteriosamente en el interior del cuerpo de su mamá, haciéndose lugar entre los órganos, corriéndolos de su sito natural. ¡Gran proeza para la mujer! ¿Los hombres seríamos capaces de soportar una gestación? De esta temática y mucho más trata esta pieza construida de forma tan precisa que logra hacernos percibir no solo los apegos de los personajes, sino también lo que cada integrante del grupo relacionado con este emprendimiento puso de sí -intérpretes, directores, técnicos- para construir esta amalgama creativa que narra una historia imaginada por la escritora Melina Pogorelsky y publicada como novela en 2017 (Odelia Editorial), a la que luego le dio con mucho acierto formato escénico.

La obra de teatro tiene el sabor, el regusto de una biopic ficcional. Lo concreto es que hace referencia a un padre que, después de perder a su mujer en el parto, tuvo que aprender, con la ayuda de su hermana, a criar a su hija. El hombre, Pablo, llegó a pensar que no iba a poder ni darle de comer ni cocinarle a Lola, la nena a quien, en el presente de la pieza, le están por festejar sus cuatro años.


Pablo confiesa que, pasados  tres años y medio, pudo encontrar media hora para dedicarla a él en esa pileta, en tanto que Lola nada junto a otros chicos de su edad, ahí nomás, cerca de su papá. Brazada, brazada, respiro, se repite una y otra vez Pablo, mientras que a lo largo de la natación, recuerda a su mujer Mariela en el momento en que ella se despidió de este mundo para pasar a otra dimensión. Y desde allí, cada tanto parece hablarle, cada tanto ambos dan la impresión de reencontrarse, de revivir situaciones. Como, por ejemplo, cuando se enteraron riendo de felicidad que Lola ya habitaba en el vientre materno, aunque la noticia los había tomado por sorpresa.

Brazada, brazada, respiro, se repite Pablo; su hermana Luciana le elogia sus nuevos músculos y le confía que una amiga le preguntó por él. ¿Querés llamarla?, le pregunta. Estás loca, le responde él. Pero en ese mismo natatorio hay otra mujer sola, como Pablo, que lleva a su hijo a nadar. Es Alejandra, de hablar y observar mucho, que tiene un hijo, Tobi. Así es que Pablo y Alejandra un día se conocen. Pablo, junto a su niña Lola, acerca a Alejandra y a Tobi hasta su casa. Acaso un renacer se asoma para esos dos solitarios. A  ambos, el agua pareciera haberles agudizado sus percepciones, conduciéndolos a estados más sutiles de la conciencia, en los que lo impensado se vuelve posible.

El agua, las zambullidas, el nadar debajo, el sacar la cabeza a la superficie. El cuerpo, los cuerpos mojados, las sonrisas, las miradas mientras las gotitas corren por la cara de los intérpretes, arrebatando la atención, la concentración de los espectadores.


La puesta en escena incluye dibujos, imágenes proyectadas, videos y una iluminación que coincide en una cavidad creativa de una rigurosidad artística, que asombra por su trazo simple pero certero en cada rubro. Todo se combina de forma tal que desnuda en cuerpo y alma a los personajes y, paradójicamente, arropa al público que observa embelesado esta pieza del arte de lo cotidiano. Una sugerencia: no intenten, porque les va a resultar imposible, quedarse afuera.

Juan Gil Navarro, Ariadna Asturzzi, Maricel Santin y Carolina Vilar con sus excelentes interpretaciones encarnan esta historia, le otorgan el volumen necesario para que se convierta en una caja de sorpresas de la que parecen salir como destellos de luz, un mar de sentimientos, entre risas y lágrimas que te salpican y superan toda indiferencia. Artífices inteligentemente sensibles de estos logros son Fernanda Ribeiz y Luciano Cáceres, directora y director a los que vale decirles: ¡Gracias!

A continuación, fragmento inicial del acto 1 de Subacuática:

MARIELA:

Buceo.

Voy tan profundo que mi panza roza el piso de la pileta.

No necesito salir a respirar. Tampoco grito. Mi boca solamente burbujea.

Buceo y me alejo.

¿Dónde está? ¿Quién la tiene? Se me escapa ese olor. Se me escapa la piel

que apenas llegué a sentir.

Algo me lastima el vientre. Algo se me clavó. Una venecita negra. La arranco y

sigo, dejando un sendero rojo.

Pero sigo. ¿Quién la tiene? ¿Dónde está?

Ya puedo escuchar lo que pasa afuera.

Soy una rana, una mamá rana que deja sus huevos. Me duelen los dedos, pero

sigo. Venecitas blancas, venecitas negras. Rana sucia de vagina sangrante y

uñas rotas.

Arranco el último cuadradito de venecitas con los dientes y lo mastico.

Siento los fragmentos intentando pasar torpes entre los tubos de mi garganta.

Entonces me atraganto y toso.

Toso, subacuática y burbujeante.

Los pedazos de azulejo me cortan los tubos.

Rana libre, al fin.

El piso de la pileta se abre y me meto. ¿Dónde estás, chiquita?

Mis tetas duras chocan contra los bordes del cráter y despiertan a ese mar de

leche contenida, delicadamente envasada durante nueve meses.

Atravieso el cráter y me hundo más.

Y más.

Buceo.

Me entrego.

Subacuática.

 

Subacuática. Edición de videos: Florencia Puppo. Música original: Jackson Souvenirs. Diseño de iluminación: Ricardo Sica. Ilustraciones: Rocío Casal. Fotos: J.J. Hanss. 

Sala: Centro Cultural y Deportivo Suterh, Venezuela 330. Funciones: Sábados, a las 20.30.

Entradas: https://www.alternativateatral.com/obra92120-subacuatica

70 minutos

 Una versión de esta nota salió publicada en www.lamiradacircular.com.ar