Chiara Fumai, una vida breve, fecunda, jugada

Por Moira Soto

The Moustache Woman, 2007
Fotograma del video
Cortesía de Chiara Fumai Archive

Duele en el corazón feminista de solo recordar el trágico final de Chiara Fumai a los 39, por voluntad propia. O acaso por causa de los fantasmas de una depresión profunda que la hostigaban, como escribió su amiga Antonella Marino en el diario La Repubblica, cuando supo de su muerte en el espacio de una galería de arte llamada Doppelganger, en Bari, donde había expuesto sus obras. “Hace apenas tres semanas, me pidió que la acompañara a llevar un pajarito herido al oasis de vida silvestre de Sannicandro. Se sentía mejor, estaba llena de proyectos. Pero volvieron aquellos fantasmas y pudieron con ella”.


Artista talentosa e íntegra que vivió y creó de acuerdo a su ideario feminista a ultranza. Brava, bravísima. Extremosa, sí, una de esas personas que vinieron al mundo para agitar el avispero con prisa, sin pausa. Irreversiblemente radical. Performer a sus horas, políticamente jugada por el socialismo. Original en sus propuestas llevadas hasta las últimas consecuencias, de una personalidad arrolladora, pero vulnerable en acentuada sensibilidad.

Chiara había nacido en Roma, 1978, y se crió en la región de La Puglia, cerca de Bari donde murió en 2017 dejando un dolor y un vacío muy grandes entre quienes la apreciaban, porque su influencia marcó hondamente el contexto cultural afín por su lucha incesante para visibilizar a las mujeres en todos los ámbitos, sobre todo en la escena artística. Pero también rescató a las atípicas por sus conductas, por su etnia o su aspecto físico, como la mujer barbuda a la que encarnó, caracterizada, en una de sus perturbadoras actuaciones mediúmnicas.

Entre las creadoras más sobresalientes y revulsivas de su generación en Italia, su libertad de pensamiento y de expresión le abrió caminos para mezclar estilos y herramientas (perfo, video, pintura, dibujo, collage…) avalada siempre por una impronta teórica ecléctica (teosofía, filosofía, feminismo, crítica cultural) para confrontarse con el establishment del arte local e internacional. Siempre trabajó y vivió con total coherencia. Pese a su intransigencia se ganó premios y becas, un sitio en Documenta Kassel y en la Bienal de Venecia.


A 7 años de su temprana muerte, Chiara Fumai -que regularmente es honrada en distintos lugares del mundo, y no solo por feministas- protagoniza una muestra en su país, organizada por la Fundación Pino Pascali donde figuran sus principales trabajos, particularmente los ligados al vínculo tan fuerte de esta gran artista con el ideario radical de la escritora Carla Lonzi. Porque en Chiara se da aquello de “ser capaz de vivir peligrosamente las propias ideas”, cerca del concepto de Beuys de hacer coincidir arte y vida. Ella lo hizo en su lucha permanente contra la mentalidad machista, y la discriminación de género practicada largamente a través de expresiones artísticas de todas las épocas.

La retrospectiva que ofrece el citado museo de arte contemporáneo se titula con todo acierto Chiara dice Chiara, inspirándose en el nombre de un famoso texto manifiesto de Lonzi: Io dico Io (Yo digo yo), de 1971.

También está presente, por medio de una foto, The Moustache Woman (2007), una burla a la estética facial masculina.  Y desde luego en video, la querida mujer barbuda (Un prodigio de la naturaleza, 2010). En una instalación sonora, Chiara recita pasajes de Escupamos sobre Hegel, de Lonzi, y otros escritos del colectivo Rivolta Femmenile. This Last Line Cannot Be Translated representa al gran mural de 2017 para su residencia en ESCP (International Studio & Curatorial Program) de Nueva York, expuesto póstumamente en la Bienal 58 de Venecia. Y no falta una de las memorables actuaciones de Chiara Fumai, la lectura, satirizando a Silvio Berlusconi, de fragmentos del manifiesto SCUM de Valerie Solanas. Aflige mucho imaginar todo lo que esta singular artista dejó de hacer en la mitad de su creativa y combativa vida. Pero al menos se puede celebrar su exuberante y comprometido legado.

Muestra en La Casa encendida, Madrid, 2022, foto Galerna