Cerrar un duelo, concretar en la ficción la despedida que no pudo ser

Por Juan Carlos Fontana

Norberto Aroldi, el original

“¿Vos escribís una obra de teatro para hacerme pasar por esto?”: así interpela Norberto a su hija Florencia en una de las ingeniosas vueltas de teatro dentro del teatro, de sueño dentro de un sueño que propone la obra titulada justamente Prestame un sueño. Que fue escrita por la reconocida dramaturga Florencia Aroldi, hija de Norberto Aroldi, artista mutifacético (poeta, letrista de tangos, guionista, actor, escritor teatral) y de la actriz María Ibarreta (que, bajo el apelativo de Mariángeles, fue aquella rubia tan querida en los teleteatros de los años '70 y '80, luego devenida notable actriz teatral recuperando su nombre en los papeles). Dentro de su muy amplia producción, Norberto fue el autor de la exitosa obra El andador, luego llevada al cine; en ambos casos con el protagónico de Tita Merello, primero acompañada por el propio Aroldi, después por Jorge Salcedo.

En este trabajo, Aroldi hija juega diestramente entre la realidad y la ficción con el objetivo de acercarse en escena a su padre, fallecido en 1978, a los 46 años, cuando ella tenía apenas cuatro años. Concreta de este modo una despedida que había quedado pendiente por razones obvias. Sobre el escenario, una estupenda actriz, Anahí Gadda, hace el papel de Florencia a los treinta y pico. De regreso del trabajo, en su casa, agotada, ella se detiene ante una caja donde hay almacenados distintos objetos, recuerdos de su padre, libretos de sus obras... Como si lo hubiera convocado con ese gesto, Norberto Aroldi aparece en escena y tiene lugar un encuentro en el que ambos entablan una conversación donde se despliegan expresiones de afecto, intercambio de opiniones, chistes, humor negro, sin dejar de lado intertextos que citan líneas escritas por el padre. María Ibarreta, madre en la vida real de la autora se asoma con su voz, como un personaje más, a través del contestador telefónico, recordándole  a su hija que tienen que encontrarse, que quiere hablar con ella para terminar de arreglar temas referidos a la familia. A través de los diálogos que reflejan la supuesta relación que la hija podría haber tenido con su padre, el espectáculo logra alternadamente emocionar y generar sonrisas gracias a la vivaz evocación de aquel Flaco Aroldi que solía ser comparado con Jean-Paul Belmondo por la pinta, por el pucho, por lo simpático y entrador.

Elenco de Prestame tu sueño. Crédito Fernando Niro

Personificado por Manuel Longueira, el Aroldi de la ficción, “revive” en la memoria del espectador, a través de ese estilo directo, llano, un toque lunfardo que lo caracterizaba. En ese hablar del que brotaba una continua pulsión de vida, que parecía surgir de todos los poros de su piel, al que el actor le hace justicia mediante un histrionismo y una versatilidad física y emocional que impresionan a quienes lo vieron actuar o accedieron a algún registro de sus diversas interpretaciones. 

El personaje que recrea la hija en su dramaturgia conmueve por su autenticidad, su contagioso optimismo, su manera de ponerle la otra mejilla a las tristezas o a las dificultades. También por los recursos con que intenta convencer a su hija de que va a ser escritora.

Ella, la Florencia soñada, intenta resistirse, discute pero se le llenan los ojos de lágrimas cuando lo mira de frente: “Otra vez no te podés morir”. Y le sugiere que, para suavizar la tristeza de la despedida, usen otros nombres. Él acepta y la llama Luisa; ella, Floreal. Y, después de darle clásicos consejos paternales, en otra vuelta de tuerca teatral, él le susurra: “Es tan lindo sentarme a mirarte dormir...”.

Ambos personajes juegan como en un partido de tenis a decirse con ternura, hasta con cariñosos reproches, lo que nunca llegaron a verbalizar en la realidad. Por cierto, aquella presunción que manifiesta el padre acerca de que su hija debía a ser escritora, se cumplió con creces. Y se está cumpliendo en el mismo momento en que se representa Prestame un sueño. Florencia Aroldi, hoy (que observa la función sentada en un rincón de la sala a los personajes por ella evocados, creados) es una premiada autora y directora teatral.

Con esta pieza, que es un sentido tributo a su padre, a quien Astor Piazzolla le dedicó el tango Flaco Aroldi, la dramaturga pone en boca de sus protagonistas frases, palabras que hablan del amor, de la familia, de una visión positiva la vida.

Crédito Silvina Macri

En este mar a veces proceloso de vivencias que intercambian padre e hija, acaso faltaría más tiempo dramático para que ambos pudieran decirse todo lo que Florencia ha imaginado a través de tantos años sin Norberto. “Perderte fue perder mi infancia”, le dice ella adulta a este Aroldi que se le aparece inesperadamente en un espacio -las tablas- que él conocía bien, por medio de una obra que incorpora líneas de sus canciones, de sus piezas dramáticas, en alguna oportunidad aludidas por la propia hija: “¡Peleá! ¡Defende lo tuyo! Mordé si es necesario” (frase de El andador).

En la sala El Victorial, con sus amplios pasillos, puertas vidriadas de marcos muy altos y arañas que iluminan el ámbito con sus muchos brazos de bronce, Prestame tu sueño, la obra, se puede ver un homenaje a cierta literatura teatral argentina referida a los lazos familiares. Dirigida con minuciosos detalles por Antonio Célico, los personajes se mueven fluidamente entre el pasado y el presente. Una sensación de algo surreal parece impregnarlo todo muy cautivadoramente. Y en ese vaivén de tiempos, María Ibarreta -que fuera esposa de Norberto Aroldi y es la madre de Florencia y Sebastián, hermano de la autora- brilla en sus elocuentes silencios (ojalá esta excelente actriz vuelva muy pronto como protagonista con otros textos). A su lado Anahí Gadda y Manuel Longueira, le ponen a ese Aroldi y a esa Florencia de ficción una pasión genuina, una simpatía arrolladora que logra interesar a los espectadores de entrada en una temática que tocará más de cerca al público mayor, pero que también ofrece un personaje mítico y una suerte de lección de vida para recientes generaciones. El espectáculo deja en claro que, de ayer a hoy, la Argentina no ha cambiado demasiado en su tendencia a reinventarse tal como sabía hacerlo Norberto Aroldi en la letra de sus poemas, en los guiones de films como, entre tantos otros, Alma y vida Los chantas.

Sala: El Victorial (Piedras 720), los domingos, a las 19 hs.