Por Juan Carlos Fontana
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Norberto Aroldi, el original |
En este trabajo,
Aroldi hija juega diestramente entre la realidad y la ficción con el objetivo
de acercarse en escena a su padre, fallecido en 1978, a los 46 años, cuando ella
tenía apenas cuatro años. Concreta de este modo una despedida que había quedado pendiente por razones obvias. Sobre el escenario, una
estupenda actriz, Anahí Gadda, hace el papel
de Florencia a los treinta y pico. De regreso del trabajo, en su casa, agotada,
ella se detiene ante una caja donde hay almacenados
distintos objetos, recuerdos de su padre, libretos de sus obras... Como si lo
hubiera convocado con ese gesto, Norberto Aroldi aparece en escena y tiene lugar un
encuentro en el que ambos entablan una conversación donde se despliegan expresiones
de afecto, intercambio de opiniones, chistes, humor negro, sin dejar de lado intertextos
que citan líneas escritas por el padre. María Ibarreta, madre en la vida real
de la autora se asoma con su voz, como un personaje más, a través del
contestador telefónico, recordándole a su hija que tienen que
encontrarse, que quiere hablar con ella para terminar de arreglar temas referidos a
la familia. A través de los diálogos que reflejan la supuesta relación que la
hija podría haber tenido con su padre, el espectáculo logra alternadamente
emocionar y generar sonrisas gracias a la vivaz evocación de aquel Flaco Aroldi
que solía ser comparado con Jean-Paul Belmondo por la pinta, por el pucho, por
lo simpático y entrador.
Elenco de Prestame tu sueño. Crédito Fernando Niro |
El personaje que
recrea la hija en su dramaturgia conmueve por su autenticidad, su contagioso optimismo,
su manera de ponerle la otra mejilla a las tristezas o a las dificultades.
También por los recursos con que intenta convencer a su hija de que va a
ser escritora.
Ella, la Florencia
soñada, intenta resistirse, discute pero se le llenan los ojos de lágrimas
cuando lo mira de frente: “Otra vez no te podés morir”. Y le sugiere que, para suavizar
la tristeza de la despedida, usen otros nombres. Él acepta y la llama
Luisa; ella, Floreal. Y, después de darle clásicos consejos paternales, en otra vuelta
de tuerca teatral, él le susurra: “Es tan lindo sentarme a mirarte dormir...”.
Ambos personajes juegan
como en un partido de tenis a decirse con ternura, hasta con cariñosos
reproches, lo que nunca llegaron a verbalizar en la realidad. Por cierto,
aquella presunción que manifiesta el padre acerca de que su hija debía a ser
escritora, se cumplió con creces. Y se está cumpliendo en el mismo momento en que
se representa Prestame un sueño. Florencia Aroldi, hoy (que observa
la función sentada en un rincón de la sala a los personajes por ella evocados, creados)
es una premiada autora y directora teatral.
Con esta pieza, que es
un sentido tributo a su padre, a quien Astor Piazzolla le dedicó el tango Flaco
Aroldi, la dramaturga pone en boca de sus protagonistas frases, palabras
que hablan del amor, de la familia, de una visión positiva la vida.
Crédito Silvina Macri |
En la sala El Victorial, con sus amplios pasillos, puertas vidriadas de marcos muy altos y arañas que iluminan el ámbito con sus muchos brazos de bronce, Prestame tu sueño, la obra, se puede ver un homenaje a cierta literatura teatral argentina referida a los lazos familiares. Dirigida con minuciosos detalles por Antonio Célico, los personajes se mueven fluidamente entre el pasado y el presente. Una sensación de algo surreal parece impregnarlo todo muy cautivadoramente. Y en ese vaivén de tiempos, María Ibarreta -que fuera esposa de Norberto Aroldi y es la madre de Florencia y Sebastián, hermano de la autora- brilla en sus elocuentes silencios (ojalá esta excelente actriz vuelva muy pronto como protagonista con otros textos). A su lado Anahí Gadda y Manuel Longueira, le ponen a ese Aroldi y a esa Florencia de ficción una pasión genuina, una simpatía arrolladora que logra interesar a los espectadores de entrada en una temática que tocará más de cerca al público mayor, pero que también ofrece un personaje mítico y una suerte de lección de vida para recientes generaciones. El espectáculo deja en claro que, de ayer a hoy, la Argentina no ha cambiado demasiado en su tendencia a reinventarse tal como sabía hacerlo Norberto Aroldi en la letra de sus poemas, en los guiones de films como, entre tantos otros, Alma y vida y Los chantas.
Sala: El Victorial (Piedras 720), los domingos, a las
19 hs.