Por otra parte, no es imprescindible cumplir
los requisitos exigidos por Leonardo Da Vinci, que pensaba que “la belleza
femenina debía responder a las rígidas leyes de la matemática”. Según este
artista -que hizo carrera y pintó un cuadro que llegó al Louvre y a la lata de
dulce de batata- el rostro ideal sería el ovalado y alcanzaría la perfección
aquel que resultare divisible en tres partes de idéntica medida, a saber: la
distancia desde el arranque de los cabellos hasta las cejas, de éstas al
extremo inferior de la nariz, y de ésta al mentón. Más aún: “en el óvalo
realmente impecable, la frente y los pómulos deben tener aproximadamente el
mismo ancho, mientras que la parte inferior de la cara tiene que ser más
estrecha”.
Sin embargo, nos tranquiliza benévolamente
Femirama, podemos contradecir un poco las opiniones de Leonardo y considerar
que hay rostros que pueden resultar bellos, armoniosos, atractivos e
interesantes aun cuando las tres secciones fundamentales en que se los divida
no tengan la misma medida, apartándose de los cánones teóricamente soñados.
De todas maneras, si desean ustedes medirse,
“sin duda será un experimento apasionante”. Necesitaremos un lápiz, una regla y
una cinta métrica. Primero trazaremos la cara ideal, a la cual trasladaremos
luego nuestras medidas personales. Una línea vertical de 19 centímetros y medio
se divide en tres partes iguales, o sea, de 6,50 centímetros cada una. Así se
obtiene la longitud del rostro, a partir del nacimiento del cabello, y su
división básica. En otras palabras: la altura exacta de las cejas, de la nariz
y el mentón. La línea debería estar situada en la parte central (la marcaremos
debajo de la correspondiente a las cejas, a un tercio de distancia entre éstas
y la nariz). La línea de la boca se halla precisamente en la mitad justa de la
parte inferior. Sobre ésta deberán ustedes hacer la comparación con vuestro
propio rostro, ya sea reflejado en un espejo, ya por medio de una foto ampliada
a tamaño natural. De este modo conocerán con exactitud el grado de imperfección
de cada uno de los rasgos, y así sabrán si pueden vestirse con un bonito traje
a lunares y tres vueltas de perlas como Hedy Lamarr.