Por Guadalupe Treibel
Coping, 2008 |
En este preciso instante, dos exposiciones en
latitudes muy distintas confirman el gran momento que experimenta Nicole
Eisenman, entre las/os artistas contemporáneas/os más originales e
irreverentes. Así lo mencionan en el catálogo del Museo de Arte Contemporáneo
de Chicago, en Estados Unidos, donde actualmente se presentan unos cien
trabajos suyos, desde piezas iniciáticas de los años 90 hasta deslumbrantes
obras recientes. A esta retrospectiva consagratoria, titulada What Happened, se suma otra muestra en
solitario: Nicole Eisenman With, And,
Of, On Sculpture, en la galería Hauser & Wirth de París, Francia -un
país donde esta pintora y escultora ya había expuesto hace unos años,
presentados varios cuadros junto a piezas de -por ejemplo- Edvard Munch y Käthe
Kollwitz-.
Absurda y divertida, crítica e incisiva, sensual y atrevida, extraña e incómoda: así denomina la prensa la inclasificable obra de Einsenman, cuyo trazo expresivo logra la menuda tarea de cristalizar la complejidad del ser humano. También asombra su camaleónica calidad estética: salta a la vista que Nicole conoce bien sus clásicos y los asimila sin fisuras, consiguiendo que convivan orgánicamente los referentes más diversos, ya sea del arte renacentista y barroco, el expresionismo alemán y el realismo socialista, los tebeos underground, el pop art, el dadaísmo o, por qué no, los dibujitos animados.
Huddle, 2018 |
Nacida en 1965 en Verdún, Francia, donde su papá -psiquiatra del
ejército- había sido asignado, Eisenman proviene de una familia judía, con
antepasados que huyeron del nazismo en Austria, en los 30s. “El mundo es un
lugar deprimente, y eso es algo que se refleja en mis obras”, postula,
aclarando raudamente que “también transmiten ligereza y alegría, que son mi
estrategia de supervivencia. El sentido del humor es necesario para no irnos a
pique. En cierto modo, creo que soy una optimista que ve belleza en la unión y
la comunidad; siento esperanza en las multitudes y me aferro a ese sentimiento
como a un salvavidas”.
Biergarten at Night, 2007 |
La faceta de escultora
Aunque sea especialmente estimada por sus cuadros y murales, Eisenman ha
experimentado con distintos medios a lo largo de su carrera, desde grabados
hasta instalaciones, despuntando hace ya una década en un campo específico: la
escultura. “Cuando no se te ocurra qué dibujar, haz una cabeza”, sugirió Nicole
alguna vez, y este punto de partida también parece aplicar a sus obras en tres
dimensiones, como puede apreciarse en la muestra en curso en París, donde se
suceden rostros hechos a base de mármol, bronce, madera, aluminio, acero
inoxidable… No es que desatienda otras partes del cuerpo (mención aparte para
los dedos de los pies y de las manos de muchos de sus personajes, que ella
bosqueja con formas bulbosas, parecidas a dibujos animados), pero Eisenman
parece sentir debilidad por estos retratos arquitectónicos, ricos en colores y
texturas, mencionando que su hacer involucra “un proceso muy parecido al de un
niño que construye una torre con bloquecitos: unís, quitás y editás hasta llegar
a la forma querida”.
Maqueta de Procession |
Ojo, nuestra chica también se hace sitio para tratar tópicos más
ligeros; tal el caso de Edie the Destroyer, pieza monumental que
honra al Edie del título; es decir, el gatito con tendencias destructivas que,
junto a sus hijos adolescentes, Nicole cobijó durante la pandemia. La cara de
este minino sirvió para modelar la bola de demolición con forma de cabeza
felina, que cuelga de una grúa en la obra. Por cierto: Eiseman suele incluir
gatos en sus cuadros, incluso en los más serios; una presencia tranquilizadora
más que bienvenida en el interior del complejo, loco mundo que ella nos presenta
con sus narraciones visuales.
Edie the Destroyer en la retrospectiva de Chicago |
No hay azar en los detalles
Nicole suele resistirse a explicar sus obras; es alérgica a bajar línea
porque prefiere que la gente interprete libremente, a su manera. Aún así, a
menudo ofrece datos que enriquecen la lectura de sus tramas porque, como bien
señala el New Yorker, “todos los cuadros de Eisenman nos cuentan una historia”.
De visita a su atelier, una cronista de ese medio la observó en plena faena,
elaborando un cuadro de grandes dimensiones que -como es moneda corriente-
estaba repleto de detalles. Lo que a priori lucía como un accidente en la calle
-una bici choca contra una escalera, los implicados vuelan por los aires-, Nicole
lo iba convirtiendo en un melodrama romántico, “como una película de Douglas
Sirk, ¿no notás la chispa, el interés en sus miradas?”.
Archangel (The Visitors), 2024 |
Las referencias, dicho está, son frecuentes en su rica obra, donde los
ecos -lejanos y cercanos- resultan reminiscencias a Miguel Ángel, Bruegel el
Viejo, Edouard Manet, Pablo Picasso, Max Beckmann, Marsden Hartley, Philip
Guston, Francis Picabia, Neo Rauch, Robert Crumb, Max Van Moos, Alice Bailly,
Sigmar Polke, Jörg Immendorff. La lista sigue. En este sentido, un cuadro
característicamente ilustrativo, The Triumph of Poverty, donde
Eisenman adopta con maestría estilos de distintas corrientes artísticas para
enfatizar la alienación de los personajes, desconectados entre sí a pesar de
estar unidos por la miseria. Aquí, una madre arrumbada sostiene a su hijo;
allá, un banquero desaliñado con los pantalones bajos, el trasero al aire; en
otro sitio, una mujer de rasgos caricaturescos, desnuda, con parches de piel en
su cuerpo…
Primero fue el humor corrosivo
Captured Pirates on the Island of Lesbos, 1992 |
Cuando Nicole surgió como artista a comienzos de los 90s, la pintura
figurativa cobraba fuerza nuevamente, según lo señala el Washington Post en una
nota reciente, advirtiendo que, en ese entonces, “muchos artistas -desanimados
por la abstracción y el conceptualismo- sintieron que la única forma viable de
abordar este estilo era de un modo altamente irónico”. Eisenman fue de esta
partida: inmersa en la cultura grunge queer, ella parodia a los viejos
maestros, a los anuncios de revista, a los personajes de Disney. “Su objetivo
era la subversión”, prosigue el WP: “Ella dominó las composiciones del Alto
Renacimiento y del Barroco, emulándolas con una especie de intensidad maníaca y
burlona” en piezas como Captured Pirates on the Island of Lesbos,
dibujo a tinta en claroscuro clásico que presenta una escena orgiástica entre
amazonas; algunas follan entre ellas, mientras otras castran a varones
capturados. “Eisenman estaba interesada en cómo las reglas y convenciones de
los estilos históricos establecidos contenían su propia corrupción, sus
tendencias inherentes hacia la perversión. Así que tradujo sus temas religiosos
y falocéntricos en amplias fantasías homoeróticas, pisoteando tabúes”.
Sloppy Bar Room Kiss, 2011 |
La chica genio
Cuando Eisenman era pequeña, su mamá Kay fue llamada al colegio. Una
maestra estrecha de miras le comunicó que la niña mostraba signos de retraso
madurativo (en verdad, solo era disléxica) y le dio ejercicios para que
fortaleciera algunos de sus puntos flacos, como saltar a la soga, una actividad
que a Nicole francamente le parecía un bodrio. “Me acuerdo de que pasamos todo
el verano practicando, y yo pensaba: ¿por qué diablos mamá me hace saltar
tanto?”. Aun así, su progenitora siempre tuvo claro que “mi hija era un genio,
una niña increíble desde el momento en que abrió los ojos por primera vez y
empezó a asimilarlo todo”. “Qué curioso, al final estabas en lo cierto”, le
redobla en tono de broma Nicole, que está muy lejos de creérsela. Y eso que
efectivamente fue destacada hace unos años como “genio” por la Fundación
MacArthur, que premia a personalidades descollantes en distintas disciplinas;
en su caso, elogiándola por “ampliar la capacidad crítica y expresiva de la
tradición figurativa occidental a través de obras que abordan cuestiones y
fenómenos sociales contemporáneos”. En esta labor persiste a sus 59 años, con
la creatividad, el desparpajo y la curiosidad de siempre.
Cabezas en la muestra parisina |
Nicole Eisenman. Crédito Brigitte Lacombe. |