Despliegue de personajes femeninos lorquianos en cautivante musical


Por Juan Carlos Fontana

Como sucedía con el personaje de Iris, la bibliotecaria que debía recuperar El libro de arena que se había extraviado, en Borges para niños, es decir, El libro de los seres imaginarios, que adaptó, recopiló y estrenó en 2011, en su nuevo musical, Marisé Monteiro construye ahora un sorprendente “pequeño Atlas teatral-musical”, que incluye personajes, textos y poemas de Federico García Lorca.

Al virtuosismo interpretativo de Ana María Cores, protagonista, se suman la participación de una bailaora y cantante, tres músicas y la maquinaria de puesta en escena creada por Nacho Medina, quien también le puso música a los poemas. Así, este espectáculo que apela a muy simples y creativos recursos escénicos, no le da respiro al público, que al concluir cada canción grita y aplaude entusiasmado en el apropiado ámbito del teatro El Plata, de Mataderos.

Las mujeres de Lorca es un musical que no te deja distraerte, te mantiene expectante de continuo. Porque cada detalle, por mínimo que sea, ofrece un dato a tener en cuenta; una palabra puede sugerir irónicamente algo que se elige callar; hay frases en verso que te hacen viajar por la memoria ancestral de los pueblos de España. Este show “salpica” al público poéticamente a través una sucesión de imágenes -algunas proyectadas- que ilustran sobre personajes, versos o canciones. Siempre con los elementos justos y sugerentes, como, por ejemplo, palabras incluidas en cartas que se sobreimprimen en los vestidos, mientras que la iluminación remite a atardeceres. Sábanas tendidas se transforman tanto en un manto para dar idea de un duende;  títeres, y fuentones, castañuelas, pasos de bulería y sevillanas, telas de colores devienen nubes y árboles que parecerían extraídos de una pintura surrealista de Dalí.

Las melodías que remiten naturalmente tanto al flamenco, como a muy tradicionales temas folclóricos de España, acompañan a poemas hechos canción o subrayan climas para instantes de alto drama. Tal como sucede cuando se escucha  el inolvidable comienzo –“A las cinco en punto de la tarde”- del célebre poema Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejía, doliente elegía dedicada al torero amigo de Lorca, que recibió una cornada mortal en la plaza de toros de Manzanares, en agosto de 1934. Exactamente dos años antes de que el propio poeta fuera asesinado por fuerzas franquistas -que habían dado el golpe de estado que precedió a la Guerra Civil- por haber colaborado con el gobierno democrático de la República y firmado manifiestos antifranquistas. También incidió en la condena su condición de homosexual.

Las mujeres de Lorca. Ph Gustavo Gavotti

Ana María Cores encarna a Rosario Garrido, amiga de la familia Lorca y custodia de la Huerta de San Vicente, en Granada. Ella, mediante un interlocutor omnipresente y un Lorca que dialoga desde un más allá, nos propone un paseo por el amplio universo del poeta que estuvo en Buenos Aires en 1933, para el estreno de Bodas de sangre, con la gran Lola Membrives. Monteiro lleva la acción de su musical a 1975, cuando acaba de morir el dictador -durante cuatro décadas- Francisco Franco, y España vive todavía con cierto temor, aires de renovación. Rosario ha permanecido célibe, considerándose la novia no correspondida de Lorca, presuntamente elegida por la madre del poeta para su hijo. “¿Saben por qué no me morí de dolor? Para poder recordarlo”, le dice esta mujer al público. “Porque ahora que lo pienso, yo soy un poco como las mujeres de su teatro. Apasionada, como Mariana Pineda. Rebelde, como La Zapatera Prodigiosa. Vacía, como Yerma. Con la esperanza muerta, como Doña Rosita, la soltera. De luto como Bernarda Alba y sin consuelo como la madre de Bodas de sangre”.

Las mujeres de Lorca, es un espectáculo musical que fluye como un río, y que en cada atajo no deja de asombrar al público por su capacidad de síntesis para trazar los distintos personajes, darle lugar a la poesía, cuyos versos buena parte del público parece conocer de memoria: tan querido y tan representado ha sido y es Federico García Lorca en nuestro país, donde además se han editado discos como el del Romancero Gitano por Carmen Linares, la hermosa novela de la escritora Reina Roffé, Lorca en Buenos Aires (Ediciones Fórcola).

Las mujeres de Lorca. Ph Gustavo Gavotti

Como quedó dicho, Ana María Cores resplandece en los variados caracteres en los que se desdobla a lo largo del espectáculo. La actriz se vuelve trágica, romántica, divertida, o corrosivamente irónica cuando confiesa abiertamente sus celos por Salvador Dalí, de quien Federico estaba enamorado; o de la diva Margarita Xirgu, de la que se dice estaba prendada de Lorca. Sus matices de voz, sus movimientos enérgicos o suaves, sus cambios de actitud para brindarles más relieve o autoridad a esos personajes que provienen de una España dividida, le permiten poner en evidencia sus quilates de actriz.  Están a la altura en entrega y profesionalidad  sus partenaires: Carmen Mesa, Giuliana Sosa, Paula Carrizo y Lucía Cuesta.

Mediante este musical, otra vez, Lorca nos vuelve a hechizar con su genialidad de poeta y dramaturgo, con el encanto de sus textos, con esos personajes femeninos tan finamente perfilados. “Desechad tristezas y melancolías; la vida es amable, tiene pocos días y tan sólo ahora la hemos de gozar”, dice esta estrofa de la primera obra en verso de Lorca, El maleficio de la mariposa (1920) -que también se incluye en el espectáculo-, conceptos que definen este nuevo y recomendable musical de la prolífica y muy premiada dramaturga, escritora y periodista Marisé Monteiro.

Las mujeres de Lorca. Ph Gustavo Gavotti

Dramaturgia de Marisé Monteiro, sobre personajes y textos de Federico García Lorca. Dirección y música original: Nacho Medina. Intérpretes: Ana María Cores, Carmen Mesa, Giuliana Sosa, Paula Carrizo y Lucía Cuesta. Escenografía y vestuario: Azul Borenstein. Iluminación: Agnese Lozupone. Dirección y arreglos corales: Giuliana Sosa. Dirección vocal y coral: Lali Vidal. Coreografía: Eva Iglesias. Proyecciones: Juan Selva. Sala: El Plata (Av. Juan Bautista Alberdi 5765). Funciones: sábados y domingos, 17 hs.- 

(Esta reseña fue publicada, en parte, en La Nación)

 


Fragmento de Doña Rosita la soltera o El lenguaje de las flores

Rosita -Yo lo sabía todo. Sabía que se había casado; ya se había encargado un alma caritativa de decírmelo, pero igual todos estos años he estado recibiendo sus cartas con una ilusión llena de sollozos que hasta mí misma me sorprendía... Si la gente no hubiera hablado; si ustedes no lo hubieran sabido; si no lo hubiera sabido nadie más que yo, sus cartas y su mentira hubieran alimentado mi ilusión como el primer año de su ausencia... Pero lo sabían todos y yo me encontraba señalada por un dedo que hacía ridículo mi recato de prometida y daba un aire grotesco a mi abanico de soltera. Cada año que pasaba era como una prenda íntima que me arrancaban del cuerpo... Y hoy se casa una amiga... y mañana otra... y otra... y pasado tienen un hijo, y crece y viene a enseñarme sus notas del colegio... Y hacen casas nuevas y canciones nuevas... y yo igual, con el mismo temblor, igual; yo, lo mismo que antes, cortando el mismo clavel, viendo las mismas nubes; y un día bajo al paseo y me doy cuenta de que ya no conozco a nadie; muchachas y muchachos me dejan atrás porque me canso, y uno dice: “Ahí va la solterona”; y otro, hermoso, con la cabeza llena de rulos, que comenta: “A esa ya no hay quien le clave el diente.” Y yo lo oigo y tengo unas ganas enormes de huir, de quitarme los zapatos, de descansar y no moverme más, nunca, nunca más de mi rincón... (Suspira) Mi pobre tía me reprocha: ¿Por qué no te casaste con otro? ... ¡Porque estaba atada! ... y además, ¿qué hombre vino a esta casa sincero y desbordante para procurarse mi cariño? Ninguno. Después de todo, lo que me ha pasado le ha pasado a mil mujeres. ¿Y qué esperan? ¡Vamos hay que terminar de empacar! Dentro de unos momentos salimos para siempre de esta casa... Yo se que la hipoteca, la hizo mi tío antes de morir, para pagar mis muebles y mi ajuar, y eso es lo que me duele... (Corre una sábana como espiando tras una cortina) Ha empezado a llover. Mejor. Así no habrá nadie en los balcones para vernos salir.