Por Moira Soto
Captura de Black Barbie, documental. Cortesía Netflix |
Actualmente, Netflix ofrece un documental que da cuenta de la importancia simbólica de la presencia de la muñeca negra, más allá de que muchas niñas afro del Norte y de otros lugares del planeta sigan prefiriendo la rubia y blanca. Es decir, la primera referencia de modelo de belleza en muñecas de esa edad que se instaló en el siglo XX. Como los caballeros de Anita Loos, aunque se fueran fabricando ediciones con rasgos de distintas etnias, la gran mayoría de las chicas la prefieren blondas. Sin diamantes como mejores amigos, pero con el torso tipo Brigitte Bardot, icono supremo de los años ’50. Ya en su primera piña literaria publicada a los 39, la novela Ojos azules, Toni Morrison se detenía amorosamente en una niña negra de once años, Pecola, y en su entorno, en el Ohio de los ‘40. La niña percibía que nunca nadie la había mirado, creía que la belleza era sinónimo de blancura y rezaba para tener un día ojos azules. Pensaba que, si sucedía ese milagro, todo mejoraría; que su madre y su padre no se pelearían, él dejaría de beber… En esta magnífica obra aparece el fuerte compromiso de toda su vida con la problemática y la cultura de los afroestadounidenses, se reconoce ese estilo sincopado asociado al jazz y hasta un punto heredero de Faulkner que caracterizarían a la autora de Beloved.
Extracto del documental Black Barbie, de Lagueria Davis Cortesía Netflix |
La mujercita de plástico, entonces, se bancó algunos leves pero constantes toques en el correr de largos años -que algo cambie para que todo siga casi igual-: menos maquillaje, reducción apenas de lolas, suma de oficios, manteniendo ese aire juvenil y coquetón dentro de su universo virado mayormente al rosa fuerte. Pero hay que reconocer que algo tiene esta muñeca con ínfulas de reinita de belleza, amada masivamente por sus destinatarias a la vez que resistida antaño como modelo físico inalcanzable por feministas y educadores/as, objeto de numerosos ensayos e incluso de biografías, de exposiciones en importantes museos del mundo, musa de grandes diseñadores (de Givenchy a Dior en vestuario, Louboutin para sus piecitos arqueados y Bulgari en el rubro accesorios), de artistas como Andy Warhol y de varios cineastas. En 1987, Todd Haynes hizo Superstar: The Karen Carpenter Story, narrando los últimos 17 años de la cantante en su lucha contra la anorexia, empleando una serie de imitaciones de la muñeca de Mattel.
Niños negros empujan muñeca blanca, 1921. Crédito Museo de Cincinnati |
¿Negra y heroína de su propia historia?
El documental Black Barbie, que en estos días se puede mirar en Netflix, remite principalmente al relanzamiento estelar de la muñeca del título, que tuvo lugar en 1980, cuando ya existían representantes de la negritud en segunda fila (Julia, Christie). Todo comenzó con la tía de la directora afroestadounidense Largueria Davis, Beulah Mae Mitchell, ex trabajadora de Mattel donde permaneció 44 años, que empezó a mostrarle con mucho cariño a su sobrina una colección de muñecas de esa especie. Davis reconoce que nunca fue fan de Barbie pero la increíble pasión de su tía, pese a ser muy mayor, le resultó sumamente tocante y ahí mismo empezó a grabar esa conversación que abrió cauce al doc.
Este film, aunque recurre a cabezas parlantes en buena parte de su metraje, tiene el gran mérito de hacer aflorar temas de enorme interés social, político, humano. Por ejemplo, la tía Beulah recuerda que de niña no tenía muñecas negras porque no existían de esa tonalidad en el mercado, y a las chicas de su generación (y la anterior, y la anterior…) no les quedaba otra que jugar con muñecos blancos, bajo la forma de bebés o de nenas de corta edad. Y por si hiciera falta, muestra pruebas fotográficas.
Aunque ya había algunas barbies negras como personajes secundarios en el mundo de la rubita escultural, la versión negra oficial de Mattel, creada por la primera diseñadora afro de la empresa, Kitty Black Perkins, de 1980, por fin fue considerada personaje protagónico. Entre los planteamientos movilizadores de reflexión que surgen de este film, figura la pregunta acerca de si corresponden versiones negras de productos que nacieron representando la blancura, o si vale inventar otros nuevos que surjan de la estética de la negritud, de la propia cultura negra.
Ibtihaj Muhammad en el documental |
Transformar a la black barbie en heroína de su propia historia es importante, dice la actriz Julissa Calderón. Que deje de ser ciudadana de segunda en Barbieland y que tenga las características físicas de su etnia, de su forma de vestir y de peinarse. Así fue que la Barbie de Kitty Black Perkins rindió tributo a la cantante Diana Ross, con su traje rojo y su pelo enrulado. “¡Ella es negra! ¡Ella es hermosa!”, se podía leer en la caja de presentación. Si bien existen barbies cada vez con más pelambre orgullosamente crespa, ¿sería mucho pedir que Mattel nos brindara ya una nueva Angela Davis, espléndida en todas sus edades?
Barbie Dream House, 1962 |