Bajo el puente de Aviñón, muchas brillan en escena

The Dissapearing Act, Yinka Lesi Graves. Crédito Luis Castilla

“Cuando el mundo está aún más turbulento que de costumbre, ¿de dónde viene esa fuerza y esa esperanza que nos movilizan para organiza una fiesta artística y cívica?”. Así arranca su editorial Tiago Rodrigues, director de la 78 edición del Festival de Teatro de Aviñón que comenzó el 29 de junio pasado (antes de las elecciones legislativas francesas), que culmina este 21 de julio. Y prosigue: “En un tiempo en que la democracia es puesta en peligro, ¿por qué es importante participar de este Festival y encontrar allí artistas de Francia y de todo el mundo? En una sociedad muy polarizada donde los discursos son simplificados para manipular mejor, esta muestra salvaguarda y promueve la diversidad y la fértil riqueza al disenso democrático. Propone al público una experiencia colectiva que tiende a la cohesión social y permite el intercambio con diferentes puntos de vista sobre el arte y sobre el mundo en general. El festival representa un tiempo y un espacio para despertar lo sensible y gozoso del descubrimiento y la diferencia, protegiendo y compartiendo la esperanza y la fuerza en un momento crucial para el futuro de todos. Permaneciendo Aviñón fiel a sus ideas fundantes declarándose un festival popular, democrático, republicano, progresista, ecologista, feminista y antirracista, haciendo un llamado a la responsabilidad (…) de unirnos para poner un dique a la extrema derecha. Contra el odio hacia el otro, el amor a la diferencia. Contra el miedo, la fuerza y la esperanza”.

Liddell junto al cajón

Entre la muestra oficial y la sección del off -21 estrenos sobre 40 obras seleccionadas-, hubo mucho espacio y libertad para directoras, dramaturgas, temáticas específicas de género. En la función de apertura, la muy radicalizada española Angélica Liddell ofreció -acaso habría que decir asestó- Dämon. El funeral de Bergman, espectáculo dedicado a su venerado director sueco que -ya muy enfermo- dejó por escrito cómo debían realizarse sus propias exequias. Esta autora total de sus espectáculos estuvo en Buenos Aires en 2009, para la presentación en el Rojas de Todo lo que hace es viento, en una admirable puesta de Guillermo Cacace; luego, en 2011 participó del FIBA con Yo no soy bonita. Famosa incomodadora de público y crítica, en 2021 llegó a mutilarse en escena en Aviñón, lugar donde ahora tiñó de rojo el Palacio de los Papas para darle con todo a la clase política, a los críticos de arte, a la marcha de la humanidad en general. Furibunda con las reseñas desfavorables que ha recibido (además de elogios, que no le molestan) a lo largo de su trayectoria, en esta ocasión se lanzó a denigrar a los críticos, dando nombres propios, fichando el oficio como vil, banal, dañino. “El arte es cosa de artistas”, sentenció, sin aclarar quiénes merecían ser llamados así. Dämon destila referencias a Strindberg, dramaturgo favorito de Bergman, quien -luego de ver por tevé el entierro de Juan Pablo II- encargó un ataúd exactamente igual para él. Como es habitual en ella, Lindell traspasa todos los límites, a veces en estilo enfant terrible, lavándose el trasero y arrojando el agua usada a las históricas paredes.

Mothers. A Song for Wartime.
Creación de Martha Gornicka

En otro estilo, la joven directora polaca Marta Gornicka propone Mothers. A son for Wartime: un coro de mujeres de Ucrania, de Bielorrusia y de su país cantando y hablando de la guerra y el exilio. Según Tiago Rodríguez, ellas interpelan a la platea: “No miren para otro lado”. En Les enfants du Diable, Clémence Baron, puestista y actriz se inspira en la historia de su hermana Mirela, adoptada por sus padres después de haber pasado 12 años en uno de los siniestros orfanatos de Rumania. El Diablo es el cruel dictador Ceausescu (1974-1989). Esta obra recupera una parte tan triste como olvidada de la historia.

Muy celebrada la presencia de la argentina Lola Arias y su equipo ofreciendo Los días afuera, ya vista en Buenos Aires, una continuación del film Reas protagonizado -como la obra- por las personas que vivieron la experiencia carcelaria y la posterior liberación. “Lágrimas sobre la escena durante una ovación de pie del público emocionado por la sinceridad de las intérpretes. De la prisión en Argentina al escenario de la Sala Opéra Grand Avignon, resulta conmovedora la travesía de Yoseli, Nacho, Estefanía, Noelia, Carla y Paula”, escribió la revista Franceinfo en su sección Cultura. Vidas difíciles de cinco mujeres y un hombre trans de diferentes oficios que pasaron por prisión, rememoran su condición de detenidas y el regreso a la libertad. Arias se hizo eco en el festival sobre la situación de las encarceladas en su país, que se han duplicado, al igual que la tasa de personas transgénero en esas condiciones: “Jugar con los códigos del musical permite contar el encierro sin reproducir la estigmatización”. Según la publicación antes citada, una bella lección de humildad y aceptación de la posibilidad de redención y de reinserción social”.

Ava Baya, Sasoux Dosso, Hélène Rimenaid, Laura Facelina
y Guillermina Celedon en Valkyrie, de Ava Baya &
Pierre Pfauwadel. Crédito Arnaud Dufau

Walkyrie, por su lado, evoca el antiguo mito de las amazonas, interroga sobre femineidad y feminismo actuales. Ava Baya y Pierre Pfauawadel decidieron que cinco actrices, ignorando la cuarta pared se cuestionaran sobre su rol como mujeres en la sociedad occidental. Muchas preguntas se hacen cuatro guerreras en una danza tribal, a ellas se suma una quinta cuando el hijo de la reina Hipólita es raptado por atenienses. Surge el disenso: ¿deben entrar en guerra para liberar a un varón que -según la leyenda- debería haber sido eliminado al nacer? Se exponen dudas sobre el lugar del hombre en el matriarcado en esta puesta coreográfica que combina humor y tragedia.

Colette antes de Colette, entre 1908 y 1914: la futura escritora es bailarina del Moulin Rouge y no se niega a aventuras lésbicas, tras su separación de Willy. Se va de gira, se siente tentada de vivir con la aristócrata Missy, y finalmente se une a su marido en el frente. Una experiencia transformadora. Con aires de opereta, el espectáculo evoca un período de aprendizaje de la escritora, en un momento en el que todo cambiará para ella y para el mundo, con la Primera Guerra que marca el fin de la Belle Époque. Colette, la indomable representa muy bien a las compañías jóvenes y entusiastas que llevan adelante un proyecto con pocos medios económicos. La escritura y las canciones están en sintonía con los tiempos y la aventura de Colette en el frente es muy atrevida. Una etapa poco conocida de la vida de la novelista que es efectivamente una muchacha indomable. Obra en sintonía con tiempos contemporáneos, con temas de gran vigencia –género, feminismo, guerra– Colette, la indomable muestra hasta qué punto esa joven mujer estuvo adelantada a su tiempo. La energía y el fervor de esta puesta son palpables, según las reseñas. Bien escrita, bien interpretada, bien cantada al estilo de la época, la obra es ambiciosa y ligera, digna de los pasos de una gran precursora. Texto y dirección, Gaël Lepingle; música de Julien Robert.

Colette, la indomable

Léviathan, de Lorraine de Sagazan, cuestiona a sistema judicial francés a partir de una profunda investigación. La violencia que puede resultar inherente a la idea de justicia y las forma de encarar la reparación. Una propuesta polémica que apela al teatro como espacio para lanzar alternativas en los procedimientos del sistema penal. Muy elogiado el impecable grupo de intérpretes. En cuanto a Terminal, coautoría de Inés Barahona, la pregunta que formula es: ¿y si las crisis climáticas tienen un correlato en la crisis de la imaginación? Esta obra se permite albergar la esperanza de una reinvención del mundo a partir de lo que resta cuando todo arde. El propio director del festival, Tiago Rodrigues presenta un gran personaje femenino trágico en Hécuba, pas Hécuba: en la derrota de Troya, ella es una mujer que lo ha perdido absolutamente todo y reclama justicia, la tragedia griega resonando en la vida personal de la actriz que la encarna. Se trata de una adaptación para la Comédie Française hecha por Elsa Poivre.

En The Disappearing Act, Yinka Graves explora las raíces profundas del Flamenco, descorre el telón sobre la presencia africana en España, dialoga con aquellas marcas invisibles que la historia suele dejar en las sociedades. Afrodescendiente en el sur de España, la directora y única protagonista nació en Londres de una familia de Ghana y de Jamaica, y se instaló en Andalucía para estudiar el folclore de ese territorio. Ahora le pone el cuerpo entrenado a esta realización que redunda en un gran gesto artístico. Para el cierre del gran evento escénico está prevista la actuación de la maravillosa cantante catalana Silvia Pérez Cruz, con su voz única,   influencias de jazz, folk, flamenco. Esta vez como hilo conductor los versos de gran poeta estadounidense William Carlos Williams.