Una M-U-J-E-R orquesta

 Por Guadalupe Treibel

Christine Kittrell

Peggy Lee ya era una cantante consagrada mediante grandes éxitos, incluido el candente  Fever, a principios de los años 60. Además, había coescrito la banda sonora del film animado La dama y el vagabundo -donde además actuó prestando la voz a varios personajes- y el tema principal de la película Johnny Guitar, genial wéstern de Nicholas Ray realzado por la presencia fulgurante de Joan Crawford. Entre los fans declarados de esta artista consumada, figuraban Mike Stoller y Jerry Leiber, autores de clásicos como Hound Dog y Stand By Me, que por esas fechas le compusieron una canción a su justa medida: I’m a Woman, supuesta respuesta tardía -según algunas conjeturas- a I’m a Man, de Bo Diddley, sobre un presumido picaflor.    

En dicho tema, la dama en cuestión no anda repartiendo besos; es un ama de casa todoterreno que le deja súper claro a su hombre que ella puede lograr todo cuanto se proponga. Confianza que, dada la época, se traduce en un recuento de tareas domésticas: alimentar al bebé, engrasar el coche y empolvarse el rostro ¡todo al mismo tiempo!; coser un vestido precioso a partir de una bolsa de papas. Y aunque entre poco dinero al hogar, hacer malabares con la guita y lograr ahorrar. La protagonista friega y saca brillo, almidona y plancha, cura malestares y hasta rompe hechizos. También se va de juerga y, apenas con una horita de sueño encima, vuelve a empezar otra exigente jornada hogareña sin sudar la gota gorda. ¿Cómo lo logra? “Cause I’m a Woman, W-O-M-A-N”, deletrea Peggy para que no quepan dudas en este elogio al rendimiento femenino en el multitasking, que también hace espacio para la sensualidad, dando doble sentido a algunas palabras.

Lee sacó este tema primero como sencillo y, unos meses más tarde, en el homónimo largaduración de 1963, I’m a Woman, elevándolo a himno gracias a su insinuante interpretación, que entusiasmaría a futuras artistas: en décadas sucesivas, lo versionan Bette Midler, Cher, Raquel Welch en adorable dúo con Miss Piggy de Los Muppets, Wynona Judd, Reba McEntire, la actriz Jane Krakowski durante uno de sus inolvidables números musicales en la serie Ally McBeal… Pero hete aquí el asunto: aunque Stoller y Leiber juraban y perjuraban haber escrito I’m a Woman para Peggy Lee, dueña de su versión canónica, alguien se le adelantó por un pelo…


¿Quién era esa chica? La afroestadounidense Christine Kittrell, gran olvidada a pesar de su cautivadora interpretación de 1962 de la citada canción. Una ilustre desconocida, a juzgar por la poca información que circula sobre quien se nos revela como una formidable intérprete de un variopinto repertorio R&B, blues, jazz, swing y góspel. Tanto es así que, entre fines de los 40s y los 50s, devino solicitada vocalista de clubes nocturnos de Nashville, su ciudad natal, donde dio sus primeros pasos. 

Grabó relativamente poco a lo largo de su carrera, sin terminar de pegar el batacazo en nivel nacional, mucho menos internacionalmente, aún cuando tuviera suceso regional con el trasnochado blues Sittin’ Here Drinkin, o bien, Call His Name y Lord Have Mercy; éste último, rock explosivo en el que le hace la segunda, en piano y coros, un tal… Little Richard. Así lo asegura el sello independiente ¡alemán! Bear Family Records, que recuperó y restauró las grabaciones de Christine hace unos cuantos años, ponderando “su expresividad poco habitual, capaz de convertir una canción mediana en algo simplemente excepcional”. Reunieron todo su catálogo -unas treinta canciones- en un mismo disco, Call Her Name, que incluye Gotta Stop Loving You, con John Coltrane en el saxo.

“Una mujer grande con una voz enorme”, la presenta esta compañía, aportando algunos datos biográficos: que nació anotada como Christine Porter en 1929 y que, ya de niña, cantaba en el coro de su iglesia bautista. Que no conoció a su progenitor y que su mamá murió antes de que ella cumpliera el año. Como sus abuelos (ella, sirvienta de un burdel; él, trabajador en un matadero) pasaban apuros económicos, la adoptaron sus tíos, que vivían en un barrio negro al norte de Nashville. Que Christine se casó muy joven, a los 14, con Rufus Carrethers -uno de los fundadores de la todavía activa Fairfield Four, banda centenaria de góspel-, pero que el matrimonio duró lo que un suspiro.

Divorciada a los 17, la redondita y versátil muchacha pasó a otros campos, más verdes, de composiciones seculares y nuevos amores, incluido su segundo marido, Hank Kittrell, de quien tomó el apellido. Durante su carrera, giró y giró CK por Arkansas, Luisiana, Tennessee, California, compartiendo escenario con convocantes talentos de la época; Joe Turner, Fats Domino, Memphis Slim, Little Walter, Johnny Otis, Ruth Brown, Count Basie… Eventualmente se mudó a Columbus, Ohio, donde -voluntariosa- persistió como intérprete de clubes nocturnos, acompañada por buenísimas orquestas.

En el ’68, con ánimo patriótico, viajó a Asia para entretener a las tropas estadounidenses, con tan mala suerte que fue alcanzada por una explosión en Vietnam que la obligó a permanecer en rehabilitación por un año. Para 1970 ya había abandonado la escena musical y tomado un laburo formal como trabajadora social, ayudando a chicas jóvenes en los márgenes. Vía este empleo, le tocó atravesar otro amargo episodio al ser empujada por una joven adicta escaleras abajo, accidente que le dañó la columna y le significó ¡otra! larga temporada internada, además de reducir su movilidad para siempre. Así las cosas, Kittrell volvió a cantar en los años 90, esporádicamente, presentándose en distintos locales y festivales, sumando voces a algunas grabaciones, pero fueron participaciones con cuentagotas que no le reportaron mayor gloria a esta cantante que, por causa de un enfisema, dejó este mundo en 2001.