Trepadoras
Yo no me bajo (Io non scendo) se titula el libro de Laura Leonelli, recientemente
publicado en Italia, que recupera de álbumes familiares numerosas fotos de
mujeres anónimas subidas a árboles. Mujeres a las que esta autora considera
símbolos de poder, audacia, desobediencia a normas arbitrarias. Ellas han
trepado Para mirar más lejos, según reza el subtítulo del volumen
preciosamente editado por Postcart. Imágenes de distintas épocas de damiselas
solas o acompañadas, algunas desafiando la ley de gravedad con sus amplias
faldas. En general, las protagonistas rampantes miran directo a cámara con la
satisfacción de haber logrado un objetivo en un tiempo en que se consideraba
poco femenino eso de andar escalando árboles.
A través del espejo, 1875, Tate Gallery |
Louise Jopling, otra artista revindicada
Dentro del
redescubrimiento y salvataje de artistas injustamente marginadas que se está
haciendo en varios países, acaba de saltar a las paredes de la Tate Gallery
brit una excelente pintora de apelativo Louise Jopling. La susodicha, en pleno
siglo 19, había llegado a exponer en la Royal Academy con reseñas favorables.
Sufragista fervorosa, fue retratada por el gran Whistler que admiraba a esta
mujer que se pintó a sí misma embarazada en 1875. Este cuadro ingresó a la
colección nacional junto con una parte pequeña de la extensa obra de LJ, cuyo
destino se desconoce. La exposición denominada You See Us inaugura en
estos días. Según la curadora, a Louise le pasó lo que a tantas artistas
descartadas por considerarlas simples aficionadas en un oficio de varones.
Louise Jopling, que se formó gracias al aliento de la baronesa de Rothschild
que supo valorar sus bocetos, abrió en 1880 una escuela de arte para mujeres,
toda una novedad para esas fechas.
Puertas que se siguen abriendo
Aunque aún hay unos
cuantos clubes londinenses que prohíben el ingreso de mujeres sin otra razón
-no confesada, claro- que la pura y dura misoginia largamente instalada, el muy
tradicional Garrick ha dado un paso adelante al admitir la entrada de más de la
mitad de la ciudadanía. Esa apertura se decidió por democrática votación de sus
socios, con 60 por ciento a favor. Hay que tener en cuenta que muchas de estas
instituciones, además de ser sitios de socialización, ejercen una influencia
importante en Gran Bretaña. Brook’s, Bodle’s, White’s, Travaller, Saville
figuran entre los clubes que sigue cerrándole las puertas a ellas. Pero no
perdamos las esperanzas: al Garrick le llegó la hora del aggiornamento.
Jeanne d'Arc au siège d'Orléans, 1890, de Jules-Eugène Lenepve |
Juana de Arco ¿a la hoguera por travesti?
Más que su
presunta condición de hereje habría sido, según la historiadora inglesa Marina
Warner, su forma de vestirse y actuar como varón lo que -según los jueces que
le tocaron en desgracia- habría llevado a la hoguera a Juana de Arco, después
del proceso que comenzó en 1431, en Rouen. En ese bochornoso juicio participó una centena de teólogos,
juristas, miembros del clero católico puestos a despotricar contra la Doncella
de Orléans, para ese entonces de 19 años, sola su alma frente a sus desalmados
jueces. Con argumentos inocentes, ella se defiende frente a acusaciones de
blasfema, idólatra, bruja. El jurado la emprende con su mal comportamiento:
haber conducido a hombres vestida de hombre durante la Guerra de Cien Años,
compartiendo tiendas de campaña, según quedó registrado en actas. Se la llamó
“parodia deformada de mujer”. Se la trató de soberbia, de haber ejercido
dominación sobre varones y se la condenó a ser quemada viva en la plaza, el 30
de mayo de 1431. 500 años después, en 1920, fue canonizada por la iglesia católica
oficial y hoy es considerada ícono LGBT…
Las congoleñas tienen quien las defienda
Mediante la
organización que fundó hace 10 años, Women in Action for Human Dignity, la
jurista Gratias Kibanja Lukoo lucha denodadamente la defensa de los derechos de
mujeres y niñas de la República Democrática del Congo. Esta activista, siempre
luciendo ropa de intenso colorido y diseños netamente africanos, también está
muy comprometida con la situación en general de niños y jóvenes, convencida de
que la educación aporta a la igualdad y a mejorar la calidad de empleo.
Consultora especializada en materia de género, Gratias es responsable del
emprendimiento Hope Agrement Sarl, destinado a combatir la desocupación. “Mi sueño
es ver una RDC donde haya cohesión social, se materialice el bienestar general
de la población y, en particular, se mejore la legislación que protege los
derechos de las mujeres”, declaró hace poco, de visita en París. GKL trabaja
para estimular un liderazgo femenino que conduzca a la equidad en todos los
planos; con esta meta ha fundado una serie de clubes de chicas en la secundaria
donde aprende y discute sobre temáticas emancipatorias.
Una Carmen para alquilar balcones
A fines de abril
se presentó en el Metropolitan Opera de Nueva York una nueva y zarpada versión
de Carmen, la irresistible ópera de Georges Bizet que fuera estrenada en
1875, incomodando a público y crítica con esa historia de chica trabajadora
(cigarrera) que ejercía una libertad sexual chocante para aquel fin de siglo.
Como buen clásico, esta obra ha dado pie a infinidad de versiones bien diversas,
incluyendo modificaciones en el cierre, traslados a época contemporánea,
presentación de Carmen como víctima de un femicidio… Y hasta hubo una atrevida
comedia musical estrenada en Broadway, Carmen Jones, que transcurría entre
afroestadounidenses siglo XX, que luego fuera llevada al cine por el director
Otto Preminger en 1954, con fantásticos protagónicos de Dorothy Dandridge y
Harry Belafonte, las hermosas melodías bizetianas respetadas por los arreglos
de Oscar Hammerstein.
En el nuevo enfoque del Met, la directora de escena inglesa Carrie Cracknell pone el acento en los tópicos que escandalizaron antaño, trayendo a la protagonista al sur del país donde la fábrica de cigarros deviene de armas, y así por el estilo. El himno a la libertad del segundo acto es entonado por un heterogéneo grupo de pícaros. Cracknell parece inclinarse por la oscuridad que aflora de los quiebres de la actual sociedad norteamericana. Los niños juegan con armas de fuego y un bate de béisbol, figuración prototípica de la masculinidad hétero, se vuelve arma brutal para matar a una mujer que se atrevió a dejar a su amante celoso por un vaquero exitoso en el rodeo. Hay en escena luces de neón y andamios de acero. Según las reseñas, Clémentine Margaine hace con ímpetu imparable a esta Carmen siempre al límite en el uso de su libertad, siempre jugada y valiente.