Por Rocío Benavente, para Mujeres con ciencia
Ilse Rosenthal-Schneider |
Ilse
Rosenthal-Schneider (181-1990) basó su carrera precisamente en ese
empeño. Se formó en física y en filosofía, y es principalmente recordada por
sus intercambios de cartas con algunos de los físicos más importantes de su
época, como Albert Einstein, Max Planck y Max von Laue, con
quienes reflexionó sobre cuestiones filosóficas relacionadas con su
trabajo, como, por ejemplo, el papel del conocimiento al intentar comprender la
naturaleza. Pero fue más lejos en Australia, donde se exilió durante el régimen
nazi y ya se quedó a vivir. Allí quiso llevar esas reflexiones a una audiencia
más amplia y a la sociedad en general.
La gran oportunidad en
Berlín
Ilse
Rosenthal-Schneider nació el 25 de abril de 1891 en Brandeburgo, en lo que era
entonces el imperio alemán, en una familia de clase media de ascendencia judía
en la que su padre era juez en un juzgado local. En 1909 se trasladó a Berlín
para estudiar en la universidad, el mismo año en que las universidades alemanas
abrieron sus puertas a las mujeres después de haberlas excluido por mandato
oficial durante tres décadas. Esto dio a Schneider una oportunidad de estudiar
que ninguna mujer de la generación anterior había tenido.
Ilse trabajó como voluntaria en un hospital militar de Berlín durante la
Primera Guerra Mundial, pero nunca le interesó particularmente ni la medicina
ni la enfermería. Ella quiso estudiar física, filosofía y griego antiguo, y
supo sacarle partido al momento científico y el lugar en el que se encontraba,
ya que Berlín era entonces un importante punto de intercambio. Ella fue una de
las estudiantes que atendió al primer curso sobre relatividad que Albert Einstein
impartió en la capital alemana entre 1914 y 1915.
Einstein fue para ella un referente y se convirtió en un colega con el
que intercambiaba ideas y opiniones, así como Max Planck y Max von Laue, a
quienes consideraba accesibles e interesados en discutir las implicaciones
filosóficas de sus trabajos científicos. De Einstein en concreto dijo que su
“extrema modestia” significaba que “podías hablar libremente con él, hacer y
responder preguntas sin sentirte avergonzada”, y así entender mejor algunos aspectos
básicos de su trabajo.
Donde se cruzan la física y la filosofía
El trabajo y los intereses de Schneider se centraban en la intersección
de la filosofía y la ciencia dentro del panorama de lo que se llamó entonces
“la nueva física”. Esto es, la física de partículas atómicas y subatómicas,
como por ejemplo la relación de esos nuevos conocimientos con los que se
obtienen a través de los sentidos al vivir y experimentar el mundo.
Portada de su tesis |
Para responder a estas preguntas, ella recurrió al trabajo de Immanuel
Kant, filósofo alemán del siglo XVIII, que había sido en parte denostado y
supuestamente superado por estos nuevos avances científicos. Ella no estaba de
acuerdo, argumentando que Kant ya había recogido -más de dos siglos antes- ideas
sobre intuiciones básicas del tiempo, el espacio y la causalidad en las que se
podía asentar la misma posibilidad de percibir fenómenos geométricos.
A partir de estas
bases, ella desarrolló su tesis doctoral en la que defendía que la teoría
de la relatividad de Einstein no solo era compatible con el argumento de Kant
sobre la posibilidad del conocimiento científico basado también en la
percepción, sino un ejemplo en forma de teoría física de ese argumento.
Defendió su tesis, que
fue publicada en forma de libro, y se doctoró en 1920. Con la idea de continuar
su investigación y obtener la habilitación para impartir clases en una
universidad alemana, Schneider (que se había casado y ya se apellidaba
Rosenthal-Schneider) comenzó a trabajar como periodista científica mientras
seguía manteniendo un contacto estrecho con quienes habían sido sus mentores,
siempre muy informada acerca de los avances en el campo de la física teórica.
Fue esa una época en
que la filosofía de la ciencia comenzaba a tomar forma como especialidad
académica, dando el paso desde las meras conversaciones entre científicos y
filósofos a la adopción de su propio cuerpo de estudios e investigaciones.
Sin embargo, en el
proceso, este subcampo de la filosofía comenzó a perder el saludable hábito de
salir de la academia e involucrar en sus reflexiones a otros públicos, a la
ciudadanía. Schneider, establecida en Australia, se rebeló contra ese cierre de
la disciplina a la sociedad.
Porque el ascenso al
poder en Alemania de Adolf Hitler y sus seguidores en 1933 tuvo un fuerte
impacto en la carrera académica de Ilse, que ya se veía limitada por el hecho
de ser una mujer, pero que en esas fechas advirtió la tremenda amenaza de las
leyes antisemitas del régimen nazi. En 1938 se exiliaron ella, su marido y su
hija. Primero viajaron a Reino Unido y después a Australia a través de Canadá.
Allí comenzaron
inmediatamente a construir una nueva vida. Ella hizo contactos con el campus de
la Universidad de Sídney, gracias a las cartas de recomendación que llevaba de
Berlín y a su confianza en sus ideas y enfoques. En abril de 1939 dio su
primera conferencia pública en la universidad, demostrando un notable dominio
del inglés y una gran capacidad para la comunicación eficaz de ideas complejas.
Vallas para una refugiada
judía
A pesar de ello, sus
aspiraciones a forjarse una carrera como profesora y académica en Australia se
vieron obstaculizadas por varios factores. Por un lado, su marido fue reclutado
por el gobierno australiano para trabajar en proyectos sobre munición, por lo
que vio restringida su actividad profesional y social según alegaciones de
supuestos riesgos para la seguridad nacional. Por otro, el gobierno australiano
mantenía una postura política y pública ambigua respecto a los refugiados de
origen judío.
Además, aunque las
mujeres llevaban muchas décadas pudiendo acceder a la universidad, en la
práctica su influencia seguía siendo muy relativa: las opciones de acceder a un
puesto de profesora eran escasas, quedando relegadas a técnicas de laboratorio
o profesoras asistentes. Y en caso de acceder a un puesto académico había pocas
posibilidades de ascender más allá, el sueldo era menor que el de sus colegas
varones y la carga de trabajo, mayor. En el caso de Schneider, ser una mujer
casada con una hija solo añadía más obstáculos a su ya empinado camino.
A pesar de esto,
nuestra científica no solo se forjó un hueco en el área que a ella le
interesaba, sino que lo hizo a su manera; en cierto modo ajena al camino
académico tradicional, quizá porque ese atajo le estaba prácticamente vedado.
Se propuso traspasar esa barrera que la academia le imponía.
Preguntas y descubrimientos
IRS siguió buscando respuestas a las preguntas filosóficas que ya
sacudieron sus ideas en el Berlín de su juventud. En vez de seguir con la
teoría de la relatividad, ahora reflexionaba sobre la física cuántica y sus
implicaciones en el campo de la causalidad, la percepción y el conocimiento.
Consideraba estas nociones y las reflexiones filosóficas que generaban un
componente básico más del pensamiento científico.
En 1980, sesenta años después de su tesis doctoral, Schneider publicó su
trabajo más importante en inglés y el más conocido, Realidad y verdad científica: Discusiones
con Einstein, von Laue y Planck. Los temas tratados se sitúan en la
frontera misma entre la física y la filosofía: las constantes universales de la
naturaleza, conceptos relacionados con la sustancia y su permanencia, la
realidad física, el conocimiento.