Instrucciones para moverse en las altas esferas




Capítulo esencial en la vida de las personas con roce social elevado, a menudo descuidado por incultura
o relajamiento, las presentaciones deben cumplir una serie de requisitos que Jacobita Echaniz (Libro de Etiqueta de Rosalinda, Novísimo Código, Editorial Bell, Buenos Aires, 1951) pacientemente nos recuerda y pormenoriza con la precisión que la caracteriza.

En primerísimo término, hay que saber que la expresión “Le presento a...” no es de las más elegantes. La fórmula indicada es, por ejemplo, “La señora de Anchorena, el señor Lezica”, pronunciando siempre antes “el nombre de la persona de más respeto o edad si se trata de dos personas del mismo sexo, o el de la dama cuando se presenta a un caballero”.

Si se trata de una reunión donde hay gente que no se conoce entre sí, conveniente es hacer una presentación que incluya una frase ilustrativa que ayudará a los invitados a desarrollar un tema apropiado de conversación, de esta guisa: “El señor Rodríguez Pérez acaba de llegar de los Estados Unidos y seguramente tiene cosas muy interesantes para contarnos” o “La señora Gómez García es la autora de esos cuadros que usted recién admiraba”. Pero si se trata de una de alguien cuyos padres son conocidos en ese núcleo, se mencionará el parentesco: “La señora es hija de Carlitos Urquiza”.

Cuando se presenta a los miembros de la propia familia, nos advierte Jacobita Echaniz, hay que tener cuidado de no demostrarles excesivo respeto. No decir jamás, por caso, “Le presento a mi señorita hija, o a mi señora madre”, lo cual además de incorrecto es sencillamente ridículo entre gente bien que practica la sencillez como inequívoco toque de distinción. Con decir “Esta es mi hija Juanita”, o “Mamá, quiero que conozcas a la señora de Martínez González”, más que suficiente.

Por otra parte, cuando se emplea el “señor, señora, señorita”, solo debe ir seguido del correspondiente apellido, y cuando se desea decir el nombre completo hay que olvidar esos títulos. Se puede decir, pues, “La señora de Onrubia” o “Malena Onrubia”, aunque la segunda forma conviene aplicarla solo a las señoritas, que quede claro.

Cuando alguien nos es presentado, es de buen tono decir “¿Cómo le va?”, o “¿Cómo está?”. En cambio no suena tan bien la frase “Mucho gusto”, y peor todavía “Tantísimo gusto” o “Charmé”, expresiones que ponen en evidencia a la persona advenediza.

Últimas instrucciones de Doña Jacobita para movernos con fluidez en las altas esferas sociales y ser consideradas auténticas damas: “Nunca hay que dar la mano sin fuerza. Lejos de ser esto fino, es desagradable. Tampoco es correcto dar la mano demasiado fuerte, causando dolor. Para dar la mano no se la presenta de plano, palma arriba, sino de costado o de dorso”. Siempre, claro, inclinando levemente la cabeza y sonriendo apenas, con discreto aire mundano. Asimismo, huelga señalarlo, no es de buen tono que las jóvenes, por más modernas que se consideren, coqueteen o tengan actitudes confianzudas con señores que acaban de conocer, disimulando el atractivo que pueda haber surgido.