Alfonsina, el mar, mi identidad de actriz

Por María Inés Sancerni

Alfonsina Storni en Mar del Plata, 1936

Desde niña y hasta quizás los doce, trece años, tenía con mi mamá todas las noches un ritual que esperaba ansiosamente: ella me leía, y yo escuchaba con mucha atención hasta que me quedaba profundamente dormida. Y cuando alguna vez no me dormía, ella daba por finalizada la lectura, me arropaba y apagaba la luz. Entonces quedaban flotando en mí todas esas imágenes y sensaciones surgidas de los libros hasta que, finalmente, me ganaba el sueño.

Durante mucho tiempo, ella me leyó textos de Poldy Bird. (De más grande me reía un poco
de esa elección. No sé en qué momento se armó la prejuiciosa idea de que esos relatos eran un poco “grasas” o demasiado “sensibleros” o demasiado no sé qué o no sé cuánto).

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Conservo los libros, pero aún no tengo el valor, a mis cincuenta y habiendo perdido a mi madre hace tres, de volver a leerlos. Quiero quedarme con la sensación en la piel -y en el alma- de todo el amor que mi mamá depositaba en esa ceremonia entre nosotras, sin ponerme a juzgar qué calidad realmente tenían dichas narraciones o qué opinión me merecen ahora.

Más adelante, no puedo precisar exactamente cuándo, en esas hermosas noches de intimidad apareció, como una revelación para mí, la grandiosa poetisa -así la nombraba mi mamá- Alfonsina Storni.

Me gustaba tanto (¡tanto!) escucharla leer sus poemas…

Todo el universo Alfonsina era para mí grandioso: sus desencuentros amorosos, su alma rota, su desesperación interna, su ser mujer, su deseo, su lucidez, su profunda melancolía y sobre todo, la presencia del mar.

No hay nada que me guste más en esta vida que el mar. Me tiene a sus pies desde que lo conocí. Muero por él y su inabarcable belleza. Me hace bien. Me calma. Me juega. Me vitaliza. Me abisma. Y me vuelve a calmar.

Cuando supe que Alfonsina había muerto entrando en sus aguas sin retorno, me pareció terriblemente triste su decisión. Pero también de una valentía, de una coherencia, de una belleza extraordinarias. Hasta su muerte había sido poética…

Y figura erguida, entre cielo y playa, sentirme el olvido perenne del mar

De todos los poemas de Alfonsina que habremos leído con mi madre, Dolor me quedó grabado hasta el día de hoy. Como una música que llega de lejos porque la fiesta es en otra parte, pero que llega hasta mí con esa melodía, me viene a la mente el primer verso:

Quisiera ésta tarde divina de octubre, pasear por la orilla lejana del mar…

Pasaron los años y me convertí en actriz. Encontré mi identidad actuando.

Y entonces, creo… Más bien, estoy absolutamente segura de que ese encuentro con la vocación y con el campo de lo sensible; esa manipulación a conciencia de imágenes y emociones, el paisaje poético que una trata de desplegar en el puro instante de la actuación; esa masa invisible pero absolutamente perceptible que se mueve allí, entre una y el público, para mí tiene su origen en aquellas hermosas lecturas compartidas con mi madre.

Y, por supuesto, en el descubrimiento de Alfonsina y su poema Dolor.

Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.
Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana, para concordar
con las grandes olas y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar.
Con el paso lento, y los ojos fríos
y la boca muda, dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;
ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas
hundirse en las aguas y no suspirar;
ver que se adelanta, la garganta al aire,
el hombre más bello, no desear amar...
Perder la mirada, distraídamente,
perderla y que nunca la vuelva a encontrar:
y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar.

 

Este texto  fue presentado el 19 de junio de 2020, en el concurso  "8 formas de identidad" organizado por TxI durante la pandemia. 

Entre el 2 de mayo y el 27 de junio, se repone en El Portón de Sánchez (Sánchez de Bustamante 1034) el muy recomendable espectáculo Lorca, el teatro bajo la arena, con actuación de María Inés Sancerni, Manuel Attwell, Claudia Cantero, Rafael Federman, Agustín Gagliardi y Nicolás Levín. Dramaturgia y dirección de Laura Paredes.