True Detective 4: Un asunto bien de mujeres

 Por Moira Soto

Tal como lo leen en el título: la cuarta entrega (autónoma, salvo alusiones o gestitos para contentar a fans de las tres primeras) de True Detective es de, por y -se podría decir- para mujeres que sabrán advertir y apreciar el enfoque y la especificidad tan cercanos a sus intereses, tan ausentes tanto tiempo en expresiones de cine y series. Pero, no por suerte sino por persistencia, talento y conciencia de género, las directoras están llegando a ese punto ideal de lograr obras relevantes, personales, descolonizadas de aquella male gaze que tanto realizadoras como espectadoras teníamos internalizada luego de siglo y pico de producciones mayormente financiadas, supervisadas, escritas, dirigidas por varones. Y este es el momento que, entre otras creaciones fílmicas, tenemos en cartel un par donde se afirma nítidamente una mirada de mujer sin interferencias voyeurísticas, sin misoginia evidente o encubierta, sin santificar ni estigmatizar a personajes femeninos… En el cine, Anatomía de una caída, de Justine Triet, y en las series, True Detective 4, de Issa López. Dos obras mayores de altísima calidad en todos los planos, que manejan la ambigüedad, la complejidad y el misterio de modo sencillamente deslumbrante.

Issa López, rompiendo el techo de hielo

True Detective 4.
Cortesía de Michele K. Short. HBO

Contrariamente a lo que se ha divulgado en algunos medios, la guionista y directora mexicana Issa López no inventó el relato de TD4 buscando retrucar el acendrado masculinismo de las tres temporadas anteriores (2014, 2015, 2019) que ya llevaban cuatro años en suspenso. Tiempo durante el cual IL -hacedora en su país de films muy apreciados como Vuelven (2017) o Todo mal (2018)- fue urdiendo buena parte de la trama que se narra en TD4, Night Country, simplemente porque estaba interesada en el tema de las mujeres autóctonas desaparecidas y/o asesinadas en pueblos de Alaska, cuando ni soñaba con hacerse cargo tan plenamente de una temporada completa de la producción que encabezaran y produjeran Woody Harrelson y Mathew McConaghey.

El caso es que nuestra Issa (1971), casi una desconocida en estas latitudes hasta hace poco, cuenta con un CV impresionante que comprende -en resumidas cuentas- estudios de arqueología que abandona para entrar a la Escuela de Cine de la Universidad de México, numerosos guiones de telenovelas y de películas, la escritura de la novela Lengua muerta que le vale el Premio Nacional en 2007; y, en los últimos años, guion y dirección de largometrajes como los citados más arriba. Siempre, según ha declarado, elegidos todos sus proyectos por convicción, porque por una u otra razón le importaba llevarlos a cabo. Y por supuesto que se enamoró de la posibilidad de hacer -crear la historia, desarrollar el guion, dirigir todos los episodios- la cuarta temporada de TD4. Para desbordar su felicidad, con Jodie Foster -su ídola de siempre- subida al proyecto en un papel protagónico y como productora: “Para mí, la mejor actriz viva. Y una persona inteligente, considerada, generosa, divertida a la hora de trabajar. Cada jornada de rodaje con ella, una master class. Me dejó boquiabierta en más de una ocasión por los lugares insondables a los que podía llegar… Una de las mejores experiencias de mi vida laboral”. ¿Y en cuanto a la elección de Kali Reis como su compañera detective, enfrentadas en primera instancia, respetando así códigos clásicos del género policial? “Necesitaba una guerrera, una amazona con alma y corazón, que fuera al mismo tiempo sentimental y peligrosa. Y sobre todo, digna partner de Jodie. Los resultados están a la vista”. Efectivamente, Foster -de aquí en más Danvers, Liz Danvers- se encontró con la horma de su zapato. O de sus botas de nieve, para ser más exactas.

Kali, Jodie, Issa, terceto genial

Issa López responde con franqueza no desprovista de humor a todas las preguntas. Confiesa con sonrisa pícara que la frase que aparece en el comienzo del primer capítulo, asignada a Hiedred Castaigne, le pertenece a ella: “No la googleen, es parte de la ficción”. Una ficción que no pretende ser ni la continuación ni la secuela de las primeras temporadas aunque ofrezca esos tributos antes mencionados.

Asimismo, López no tiene el menor empacho en nombrar sus fuentes de inspiración que brotan de su vida de cinéfila precoz: Tiburón, El resplandor, El silencio de los inocentes, Enigma de otro mundo (y John Carpenter, en general), Seven. Y los artistas que le aportaron imágenes a Night Country, en particular al diseño del grupo de cuerpos retorcidos de varones congelados, con muecas de supremo espanto, que aparecen bajo la nieve: “Un poco de Bernini, algo de estatuas griegas, los grabados de Doré para La divina Comedia, quizás el pintor contemporáneo inglés Phil Hale”. Probablemente, podría haber aludido a Goya, Rodin, las esculturas de otro british, Antony Gormley…

Pero la referencia más honda y lejana estaría en los films de terror que veía indiscriminadamente en su infancia de niña que quedó huérfana de madre a los 8 (como algunos personajes de TD4) y en la familiaridad de la cultura mexicana con los muertos, “que nunca se van del todo, está en nuestro ADN”. El consagradísimo director azteca del género fantástico Guillermo del Toro lo puso por escrito en (ex) twitter: “Es una gloria que la nueva voz del horror en México sea @IssitaLopez. Con sensibilidad y mirada, siempre me conmueve”.

Ellas, las que saben todo


Los ocho científicos primero desaparecidos sin dejar rastro, luego encontrados gracias a Rose, una de las mujeres sabias de Ennis, el pueblo donde transcurre la acción de TD4 en plena noche polar de dos semanas, estaban entregados con alma y vida a la investigación del ADN de un microorganismo que podría detener el deterior celular, en la estación TSalal. La increíblemente misteriosa desaparición y muerte de este grupo sorprendido -según queda grabado por las cámaras- en escenas de la vida corriente (lavar la ropa, hacer gimnasia, preparar comida) quizás se enlace con el bárbaro crimen, hace seis años, de Annie K, joven autóctona, activista ambiental cuya lengua aparece en el lugar donde se produjo la presunta huida de los científicos, que poco después son hallados desnudos, sus ropas dobladas cerca de los cadáveres.

A cargo de la investigación, la curtida detective Danvers, con la asistencia del joven Peter Prior. En las oficinas se presenta la policía Navarro -Evangeline Navarro, con toda la energía de Kalis Reis- que supo trabajar en el caso Annie K, que quedó sin despejar. Navarro también es oriunda de Ennis y quedó muy marcada por aquel crimen, no pudo superar el hecho de que no se hiciera justicia. Pronto, más allá de sus diferencias temperamentales y culturales, Danvers y Navarro se unen valientemente en la búsqueda de la verdad de la atroz muerte de Annie K, de las actividades y el inexplicable final de los científicos.

Ellas, las mujeres autóctonas que lo saben todo

Aunque hay algún personaje masculino querible -el novato Peter Prior- y otros roles masculinos secundarios trazados con espesor y relieve, las que motorizan la historia, las historias son las mujeres. Obviamente las dos detectives que juntas lanzan rayos y centellas desde la pantalla, seguidas de Rose, tan asimilada a Ennis que tiene visiones de su amante muerto, aparte de ser una especie de oráculo del lugar; la luchadora Annie K cuya figura va creciendo a través de testimonios y pistas; la hermana de Navarro, pobrecita Jules tan acosada por voces que la llaman en su condición de bipolar ¿o de inupiak?; Leah, la hijastra rebelde de Danvers (quien perdió a su marido de sangre indígena y a su hijo pequeño en un accidente hace años) que siente el llamado de su estirpe; las distintas mujeres lugareñas en tareas de servicio, de cuidado, de parteras de bebés que acaso nazcan muertos por la contaminación del agua provista por la mina que enriquece a la gente blanca, entre la cual descuella Kate McKitterick, una villana manipuladora que detesta a Danvers (que probablemente tuvo sexo con su marido, porque la detective carece de todo melindre); Kalya, otra chica natural de Ennis, casada con Peter y madre de un chiquito, que no se banca la extrema dependencia de su marido de las exigencia de su jefa. Y tenemos a las mujeres de toda edad inupiak que se reúnen, se apoyan, mantienen creencia y tradiciones secretas, se reafirman (“nosotras estábamos aquí antes que ustedes y seguiremos estando cuando se vayan”).


Por si faltaba algún detalle para aquilatar la mirada de género de Issa López, la primera intervención de Navarro es por un caso de violencia doméstica: una trabajadora ha sido golpeada por su marido y sostiene una bolsa de hielo contra su mejilla mientras que el hombre yace en el suelo, la cara ensangrentaba: otra trabajadora defendió a su compañera dándole flor de palazo. El siguiente caso, al que solo se hace referencia con un flashback tiene que ver con un femicidio, la víctima previamente muy maltratada por su pareja… En otra oportunidad, Navarro debe actuar porque alguien cometió un delito leve, golpea y abre la puerta la mujer que está buscando y ella le dice que está atendiendo un parto. Y Navarro se ve compelida a ayudar.

Al margen de lo extraño, lo sorprendente, lo prodigioso que rondan por doquier; de las orfandades reales y las adopciones simbólicas; de un romance trunco que te rompe el corazón; de Danvers y Navarro en esa cueva laberíntica siempre al borde de precipicios; del momento tragedia griega en que una persona debe elegir entre matar al padre o dejar que este mate a la madre. Al margen de todo eso y muchas cosas más más, hay que ver momentos de elevada emoción como el de la cremación de un ser querido, o ese beso tan amorosamente dado en una mano que se va a escabullir. Imperdibles siempre Navarro y Danvers dejando todo, pero todo y saliendo a los piques cuando el deber, la conciencia, la vocación las reclaman.