Otra geografía

 Por Cecilia Sorrentino

Christina's World, de Andrew Wyeth (Fragmento)

Primero subía yo. Él venía dos escalones más abajo pero, como era más alto, sus manos se tomaban casi del mismo punto del listón de madera que las mías.

Las escaleras de albañil son difíciles. Una no sabe qué hacer con la rodilla mientras el pie sube tanteando el próximo escalón. Hay que torcer la pierna hacia el costado para que no tropiece.

Algunas mañanas de sábado, mi padre y yo repetíamos esa maniobra para subir al techo.

Justo a la altura del anteúltimo escalón, allí donde la escalera se vuelve angosta, él me agarraba de la cintura. Soltate, me decía. Yo ayudaba en el salto plegando las piernas y ya estaba arriba.

En el techo había otro viento. Otro olor. A veces, la aparición de una pelota o un barrilete caídos y olvidados.

Caminábamos por los bordes encimados de las chapas. Los pies presos de esa geometría. Los ojos, por fin libres para correr. Entonces, los árboles altísimos eran apenas matas. El campanario de la iglesia cabía en mi mano. Un bosque de antenas crecía sobre las casas y nos rodeaba un mar de techos, un laberinto de calles que hubiera podido cruzar de un solo salto.

Diez escalones alcanzaban para descubrir que, en el mapa de sus pocas cuadras, mi barrio guardaba un secreto de horizonte interminable y un doblez del que, quizás, estarían hechas todas las cosas.