Por Silvina Quintans
La serie más longeva de la historia está a punto de estrenar su temporada
25 junto con su protagonista, la actriz Mariska Hargitay (sí, se llama Mariska)
que, recién cumplidos los 60, sigue interpretando a la detective-sargento-capitana
(en orden de ascenso) Olivia Benson. Su récord de longevidad en pantalla hace
que podamos verla crecer en tiempo real. La joven detective que compartía
cartel hasta la temporada 12 con su compañero Elliot Stabler (Christopher
Meloni), fue ganando espacio hasta quedar a cargo de la Unidad de Víctimas
Especiales. El tiempo se llevó a varios de los protagonistas y sumó a otras
mujeres al elenco, pero Olivia se mantiene tan firme como la placa negra con
letras blancas que abre cada capítulo junto con el inquietante sonido que emula
las puertas de una prisión.
Delitos atroces
La serie se presentó en diciembre de 1999 como un desprendimiento de La Ley y el Orden (a secas), que había
sido estrenada casi diez años antes y que permaneció veinte temporadas en
cartel. Ambas fueron creadas por el productor Dick Wolf para la cadena NBC y se
centran en casos policiales sucedidos en Nueva York, muchas veces tomados de la
vida real. La versión UVE terminó superando a la original, que desapareció en
2010, y se consolidó como la serie dramática de mayor duración en la historia
de la televisión y una de las de mayor audiencia.
Olivia no solo ascendió en el escalafón policial a lo largo de las
temporadas, también fue consolidando su protagonismo: durante años compartió
cartel con su compañero Stabler, hasta que quedó al frente de la serie cuando
éste se retiró de la unidad (gajes del oficio, el actor no terminó de cerrar su
contrato y salió de la serie). Stabler tendrá luego su propio spin-off y volverá
varias temporadas más tarde a UVE con una participación circunstancial.
Mujeres policías
Olivia retomará esta tradición investigando crímenes sexuales. Su fuerza está no solo en su audacia, sino, sobre todo, en su compromiso con las víctimas. La detective convence en sus dos facetas: puede ser dura a la hora de atrapar o interrogar sospechosos, pero también puede bajar el tono y sentarse junto a las víctimas para generar un clima de confianza y comprensión. “No es tu culpa”, la escuchamos repetir hasta el cansancio. La serie es didáctica y explica a los espectadores que no puede haber sexo sin consentimiento. Las víctimas son siempre víctimas, aunque usen pollera corta, beban, se droguen o accedan a subir al departamento de un desconocido.
El secreto de la serie está en la empatía de la protagonista y también en la complejidad con la que aborda cada caso. A diferencia de otras series policiales, aquí el foco no está puesto en la acción -rara vez vemos persecuciones o tiroteos- ni en el crimen como caso aislado, ni en el criminal como individuo. La serie es una profunda crítica social sobre los mecanismos de poder que posibilitan el delito. Olivia y su equipo acompañarán a jóvenes actrices abusadas por un inescrupuloso productor al estilo Harvey Weinstein, detectarán una red de políticos que explota a mujeres en situaciones vulnerables a cambio de vivienda, desbaratarán una banda de traficantes de jóvenes inmigrantes ilegales, expondrán los abusos sexuales de una estrella del futbol internacional, descubrirán las violaciones en los campus de las universidades, entre muchas otras investigaciones que ponen el foco sobre las estructuras de poder.
El abordaje no solo es policial, sino también judicial, por eso, además del equipo de investigación, también los fiscales, abogados y jueces son piezas fundamentales para conocer cómo funciona el sistema estadounidense: el interrogatorio policial termina cuando el acusado pronuncia la fórmula mágica “quiero un abogado”; existe la posibilidad de negociar las penas entre defensores y fiscales; la política mete la cola en las designaciones de funcionarios judiciales y la oratoria frente al jurado puede tener un rol decisivo en los veredictos. Muchos de los casos que se resuelven en apenas 50 minutos están basados en hechos reales. Una perlita: algunos de los episodios fueron dirigidos por el argentinísimo Juan José Campanella
Desde muy temprano la serie abordó sin tropiezos temas complejos como la identidad de género y la discriminación a las personas trans, la prostitución o la trata de personas, siempre con un enfoque de derechos. Es interesante ver cómo los policías, al principio rudos, políticamente incorrectos y con pocos escrúpulos a la hora de los interrogatorios, se tornan más respetuosos de las garantías de los sospechosos en las temporadas más avanzadas. Con los años los guionistas incorporaron también situaciones como los reclamos raciales del Black Lives Matter -hay un capítulo antológico en el que Olivia reconoce en ella misma mecanismos solapados de racismo-, el movimiento MeToo y los conflictos de salud mental derivados de la pandemia.
Mariska y Olivia
Detrás de Olivia Benson está la actriz Mariska Hargitay, con su mirada que puede transmitir ternura
frente a una víctima o una expresión de acero frente a un criminal. A punto de
estrenar la temporada 25, se convirtió en la actriz que interpretó durante más
años al mismo personaje en la historia de la televisión estadounidense. Olivia
se convirtió en ícono cultural y es venerada por generaciones de mujeres que
han visto en ella una incondicional defensora de sus derechos. Taylor Swift,
fanática de la serie, invitó a la actriz en 2015 a participar en uno de sus
videos y llamó Olivia Benson a su gata en honor al personaje.
Mariska es hija del actor y Mr. Universo Mickey Hargitay y de Jayne
Mansfield, actriz y modelo sexy, rubia y pulposa, comparada exageradamente con
Marilyn Monroe. Jayne fue un ícono sexual en la década del ’50, ganó decenas de
concursos de belleza, fue modelo de Playboy y actuó en películas con relativa
suerte. Se dice que tenía un altísimo coeficiente intelectual y que hablaba
varios idiomas. Vivió rápido y murió con apenas 34 años en un accidente de
tránsito, cuando el auto en el que viajaba chocó contra un remolque. En el
asiento trasero iban tres de sus hijos que resultaron ilesos, una de ellas era
Mariska, que tenía apenas tres años. Más allá de las diferencias en el color de
pelo y en la forma de vestir -el personaje de Olivia suele andar de pantalones,
blazer o chaqueta de cuero-, el parecido físico de Mariska con su madre es
notable y, también como ella, habla varios idiomas.
La actriz es una sobreviviente, igual que su personaje: “Este papel me ha
transformado de actriz en militante –contó en una entrevista con el New York
Times- Teníamos necesidad culturalmente de ese personaje que lucha sin
claudicar por las mujeres y las sobrevivientes y lo hace con compasión”. En
2006, Mariska creó la Fundación Joyful Heart, dedicada a asistir a las víctimas
de abuso sexual. Muchas de las mujeres que ven el programa le escriben
contándole sus experiencias y buscando asistencia.
La actriz se casó a los 40 años con Peter Hermann, actor y escritor que
interpreta a un abogado en la serie. La pareja tuvo un hijo en 2006 y en 2011
decidieron adoptar a una niña y un niño.
En enero de este año Mariska cumplió 60. Publicó entonces un conmovedor
artículo en la revista People en el que contó que ella también había sido
víctima de abuso sexual. A pesar de la prédica de su personaje, la actriz tardó
muchos años en reconocer que había sido violada: “Mi caso no encajaba en el
estereotipo de un violador anónimo que salta desde los arbustos”, destaca en la
nota. Cuenta que tenía treinta y pico cuando un amigo la tomó de los brazos y
ella quedó paralizada sin poder reaccionar: “Entré en modo de congelación, una
respuesta traumática común cuando no hay opción de escapar. Salí de mi cuerpo”,
recordó.
Después de tantos años de interpretar a la detective Olivia Benson, Mariska
y su personaje luchan contra las mismas estructuras: “Quiero que esta violencia
termine. La violencia sexual persiste no por algo inmutable en nuestra
condición humana, sino que existe porque existen estructuras de poder que
permiten que suceda. Esas estructuras de poder están tan extendidas que nadie
es inmune a ellas. Generan pensamientos como ‘Debo haber hecho algo para causar
esto’. Y nuestra sociedad está de acuerdo: ‘Sí, vos misma te lo buscaste’. Eso
es falso y debe cambiar. La violencia termina cuando cambia la estructura de
poder”.