¿Feliz Navidad?

Por Carla Leonardi


En el contexto actual de un cine argentino atomizado y de futuro incierto, que una ópera prima  aborde un territorio íntimo con ambiciones mesuradas puede considerarse todo un acierto. Es lo que consigue la realizadora argentina Sabrina Campos en su primer largometraje de ficción, Ven a mi casa esta Navidad (2023) donde, con contados recursos pero bien ejecutados al servicio de su propuesta narrativa, alcanza un máximo de efecto posible.

De entrada vemos a la protagonista, Inés (Leonora Balcarce), mientras maneja su auto hacia el conurbano. Cuando aparece de cuerpo entero al llegar a destino, advertimos que se trata de una mujer en sus 40, dato no menor respecto de lo que implica esta edad para las mujeres en términos de expectativas y mandatos sociales y familiares. Inés se apresta a pasar la Nochebuena en la casa de los padres de su cuñada; toda su tensión interior ya se percibe en esas primeras escenas, donde unas pitadas al porro ofician de relajante.

Inés se presenta sola, sin pareja estable, sin hijos, con un contrato de trabajo en un teatro pronto a finalizar. Lo hace en el contexto de una reunión familiar por excelencia como es la Navidad, donde la carga simbólica de esta festividad se traduciría en que su hermano y su cuñada se encuentran en la llamada “dulce espera”.


La película se construye desde el punto de vista de Inés, asumiendo claramente su interioridad, como se aprecia en los momentos en que se suspende el sonido y el movimiento que circula a su alrededor se ralenta o en aquellos en que su alteración psíquica alucinada se proyecta sobre el exterior. Aquí se percibe la influencia del cine de Lucrecia Martel, el viaje interior de la protagonista evoca La mujer sin cabeza, mientras que la parsimonia de la casina reunión familiar se podría asociar al clima al borde del estallido de La ciénaga.

Es notable la interpretación de Leonora Balcarce. Sobre ella descansa la película y la actriz sortea el desafío del protagónico con solvencia. Quienes conocen a la directora pueden leer una ficción de clara impronta autobiográfica, muy personal. Balcarce logra dotar a su Inés de los rasgos de personalidad y apariencia exterior propios de Sabrina Campos pero, al mismo tiempo, no incurre en la imitación. Su Inés se construye desde la distancia justa que evoca a la directora en calidad de alter ego, sin ser una copia, ya que consigue imprimirle su propio sello interpretativo.

Otro gran acierto sobre el que se apoya la película es la fotografía a cargo de Iván Gierasinchuk. El juego con el foco y el fuera de foco, los primeros planos cerrados sobre el rostro de Inés, consiguen el efecto de teñir lo familiar con una atmósfera claustrofóbica; a la vez, al dejar fuera de campo lo que se conversa alrededor de ella, se sugiere la fuerza imperativa de los mandatos sociales y familiares que pesan sobre las mujeres de su edad en lo que hace a formar una familia y al éxito económico-laboral. En este punto, el largometraje se emparienta con La reina, cortometraje documental de Manuel Abramovich acerca de los mandatos estéticos y exitistas que pesan sobre las niñas que concursan en el carnaval de Gualeguaychú y el padecimiento que éstos acarrean en las chicas. La diferencia reside en que Inés, al ser adulta, no permanece totalmente pasiva frente a las coerciones; puede oponerles su palabra tajante como un intento de mantenerse estoica frente a los remanidos lugares comunes que enuncian quienes la rodean.


En una escena clave, Inés escucha en la soledad de su auto lo que apenas recibe del migajero de turno con el que encuentra involucrada durante un frío intercambio de chat: el tema musical de Luis Aguilé que da título a la película. Se trata de un momento emotivo que permite captar la soledad que experimenta la protagonista, pero que funciona a la vez como un punto bisagra de vacilación subjetiva: ¿Aceptará Inés una migaja más? ¿O encontrará la fuerza para introducir un punto de basta? Aquí la realizadora sitúa un viraje posible en la erotomanía de Inés (propia de la modalidad del amor en la mujer, pues el goce femenino precisa de las palabras de amor) que la dejaba en la espera insistente de signos de amor del otro, cuando el amor no es cuestión que se demande: se trata de la dimensión de un acto que como tal se precipita o no, y por pura contingencia. Aquí es donde puede jugarse la dimensión de un feliz renacimiento posible para Inés, al ponerle un freno a la automática repetición seriada de las mujeres de su familia.

Por la temática que aborda, Ven a mi casa esta Navidad probablemente sea mejor apreciada por el público femenino que seguramente pueda sentirse identificado con el derrotero emocional de la protagonista en algún momento de su vida. No obstante, acaso cale en espectadores dispuestos a abrirse a las misteriosas complejidades del amor, el deseo y el goce de la mujer. Emotiva y delicada, su belleza estética evita el trazo grueso del panfleto de cierta agenda feminista, presentando la pregnancia que tiene, aún hoy, el lugar tradicionalmente asignado a la mujer como esposa y madre y los prejuicios y prescripciones que pesan sobre la mujer soltera. Al mismo tiempo, puede leerse como un logrado saber hacer de la realizadora con la dimensión de la soledad, al transformar lo personal en la experiencia colectiva de una ficción cinematográfica capaz resonar con otras soledades.

 

Ficha Técnica:

Título original: Ven a mi casa esta Navidad

Dirección y guion: Sabrina Campos

Reparto: Leonora Balcarce, Marita Ballesteros, Manuel Callau, Claudia Cantero, Mara Bestelli, Bárbara Masso, Gabriel Fernández, Guido Losantos, Valentín Wein.