Por Florencia Bendersky
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Esto de las Musas, es
un concepto heredado de los griegos, cuyos dioses siempre han considerado a la
humanidad como un grupo de animales carentes de talento y con necesidad de
guía. Y si bien esto siempre me ha parecido un poco soberbio de su parte,
viendo la realidad actual, diría que se quedaron cortos.
Otra cosa interesante
de la cultura griega que hemos heredado es el Oráculo, ese elemento que
permitía ser consultado, y a través de él, obtener respuesta de los dioses.
Pero, he aquí la trampa, el Oráculo no permite cambio de destino. Esta especie de
Gps de los dioses ha marcado mucho de nuestro inconsciente colectivo (por lo
menos el de Occidente, aunque creo que Oriente tampoco se salva, y tiene los
propios). Tomemos como ejemplo el Oráculo de Delfos de Edipo rey,
la obra de Sófocles que determinaría las reglas sociales, políticas y del psicoanálisis
de nuestro mundo actual.
El argumento es muy
conocido: Layo, el rey de Tebas, consulta al Oráculo para ver qué onda. Y el
augur le dice que si tiene alguna vez un hijo, este lo va a matar y luego se
casará con su esposa (la de Layo). Pero, como no había ESI en Tebas, Layo igual
tiene un hijo con Yocasta (su mujer). Para evitar el destino que el Oráculo le
dictó, manda a matar a su vástago. El encargado de hacerlo termina
abandonando al niño en el bosque. Al rato, pasa un pastor amable y compasivo
que rescata a la criatura y se la entrega a otro rey que lo adopta y que, junto
a su mujer, decide llamarlo Edipo.
Edipo crece príncipe, nadie le dice que es adoptado. Sin embargo, él intuye que algo raro pasa y se va a consultar al Oráculo, que evidentemente estaba muy de moda. Acá es dónde el destino (otro invento de esa época) actúa y el Oráculo, que tiene un perverso humor negro -o una imaginación muy limitada- le dice que va a matar a su padre y a casarse con su madre. Horrorizado frente a semejante vaticinio, Edipo huye de su casa para justo encontrarse en un camino con el rey Layo al que -oh, fatalidad- mata. A continuación, prosiguen los concursos de preguntas y respuestas en boga. Edipo termina obviamente casado con Yocasta y tiene cuatro hijos (entre ellos, la futura famosa Antígona). Cae entonces una peste sobre Tebas, Edipo vuelve a consultar al Oráculo, que finalmente le cuenta la verdad. Yocasta se entera que ese hijo desterrado es su esposo y se suicida. Edipo horrorizado, se arranca los ojos.
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Hay varias conclusiones para sacar aquí: la primera es para quienes gobiernen un reino y tengan sexo con sus familiares más cercanos; probablemente, les caerá una plaga y terminarán ciegos o en el mejor de los casos, muertos (quedan avisados…). La segunda tiene que ver directamente con el concepto de los oráculos y esa manía que tenemos de no soportar la incertidumbre respecto del futuro. El oráculo está pensado como un hacedor de tragedias; no existen oráculos para que te vaya bien, sépanlo. El conocer el futuro trae consigo la maldición de lo inalterable. Imaginemos que el padre de Edipo no hubiera consultado al oráculo (o que hubiera tenido ESI en el colegio): su hijo habría sido un niño bueno capaz de ganar en Odol pregunta y de dedicarse a instruir sobre otros dioses por TV; Freud podría no haber culpado de todos los males a las madres, y la sociedad argentina jamás habría leído un horóscopo de Horangel, un win win.
Considerando que hubo
mitología griega hace añares, vale preguntarse qué pasa en nuestra sociedad actual
que sigue haciendo de los oráculos una fuente inagotable de recursos: desde la
astróloga hasta la consultora que anuncia quien será el próximo dictador de un
país, pasando por la big data, para terminar en la inteligencia artificial
alimentada ¿adivinen por quienes? Sí, por los algoritmos humanos que
aprendieron de… el Oráculo. Parece el cuento de la buena pipa.
La pregunta que acaso
ustedes (si es que siguieron leyendo) se están haciendo ahora es: ¿qué hacemos
entonces con esta vida que parece diseñada para nosotros? La verdad es que yo
no pretendo ser un oráculo, pero se me ocurren un par de estrategias para por
lo menos no sentirnos tan estúpidos. La primera y más axiomática sería no
consultar los oráculos. Sé que suena casi imposible, pero si nos ejercitamos
entre todos, quizá logremos por lo menos darle un buen susto al famoso destino.
Lo otro que se me ocurre, es empezar cada una y cada uno de nosotros a ser
nuestros propios oráculos y sabiendo que, el sistema es que evitaremos hacer lo
que nos digamos, pero de todas formas sucederá lo que nos digamos, nos
vaticinemos hermosos futuros, donde los reinos o los gobiernos sean espacios de
real justicia, donde la cultura, la salud y la igualdad social sean los
destinos de toda la humanidad.
En otras palabras,
creo que llegó la hora de hackear el oráculo.
Si, lo sé: digo esto
de vacaciones, desde estas hermosas playas, pero les juro que no voy a hacerle
caso al pronóstico del tiempo que dice que lloverá toda la semana. Solo voy a quedarme
aquí, mirando el mar y evitando los mosquitos. Eso sí, hoy voy a comprar todos
los ingredientes para hacerme unos sabrosos mojitos.