De enfermeras y enfermos, reflejados con maestría y un humor oblicuo

Por Moira Soto

Flyer de La Paciencia.
Crédito Vircha Rojas

Paciencia, sobre todo paciencia es lo que hace falta para ejercer uno de los oficios más duros y menos reconocidos del planeta: el de enfermera. Así, en género femenino porque desde tiempos pretéritos esta profesión destinada al cuidado práctico y cotidiano de personas enfermas en centros de salud (es decir, de enfermedad), en residencias para gente muy mayor, en hospitales públicos o clínicas privadas, está mayoritariamente en manos de mujeres que han cursado esa carrera. Algunas de ellas, probablemente porque no pudieron seguir medicina. Otras, porque el mercado de trabajo no les ofrecía mejores opciones.

Cumplir agotadores horarios que incluyen las guardias nocturnas, perturbando la vida personal; tener que lidiar con el estrés de estar largo tiempo de pie, yendo de un/a paciente a otro/a, cada cual con sus respectivos humores y reclamos, más los de los parientes cercanos quejosos; escuchar demandas y ruegos de dolientes que no pueden cumplir sin transgredir las reglas; con el requisito de manipular los cuerpos vulnerando inevitablemente pudores, intimidad; mantener el uniforme impecable -o cambiarlo- durante todo el turno; decir mentiras piadosas por compasión o para soslayar el asedio… Asistir a los/as moribundos/as, a veces en total soledad. Y todo para recibir un mezquino salario por tanto desgaste físico y emocional.

Valeria Giorcelli en La paciencia.
Crédito Mora Dellatorre

Enfermera: un oficio que la dramaturga, cineasta, guionista y directora teatral Macarena García Lenzi parece haber investigado y reflexionado a fondo, según se trasluce en La paciencia, la admirable obra que se reestrenó a comienzos de marzo con entusiasta respuesta de un público que celebra, con risas sostenidas, diálogos y situaciones que destilan sabiamente un humor implícito. Negro, como no podía ser de otra manera. Claro que esa es la primera lectura, la más superficial sobre el lado oscuro, angustiante, desesperante de una noche en un sitio -llamado Honrar la vida- donde se atiende a enfermos terminales de mucha edad, y el dolor y la muerte rondan de continuo.

Esa inmediata reacción del público, provocada por la riqueza y crudeza de contenidos de los diálogos, por las estupendas actuaciones que mantienen el registro dramático sin hacerle guiños fáciles a la platea y, desde luego, por el afinado pulso de la dirección, no quiere decir que La Paciencia solo entretenga y divierta a los/as espectadores/as. Porque esta es una obra que -con conocimiento de causa y con una mirada crítica sobre las condiciones de trabajo de estas sufridas trabajadoras- busca despertar conciencias, hacer valer la solidaridad y la consideración hacia esas personas tan encomiables a las que ni siquiera la sociedad les otorga suficiente prestigio.

Ludmila, Silvia y Gloria, las chicas que bregan, decaen, se reaniman, discurren, se enfrentan… pero se unen y perseveran en esa noche luctuosa y sin embargo divertida, van desgranando -a través de sus pláticas que suenan espontáneas pero que fluyen cargadas de información- sus vidas privadas, sus conductas en el trabajo, su inconformismo, sus miedos. Ellas deberían saber que cuentan (en otra ficción) con un antecedente que las dignifica, una serie de 2010, cuyos capítulos bien podrían mirar en esas horas inciertas. Nurse Jackie, con la impagable Eddie Falco, irrumpió después de muchos doctores Kildare, House, etcétera, y algunas doctoras, pero con las enfermeras siempre en un segundo o tercer plano. Y entonces llegó Jackie haciendo justicia a las trabajadoras de su gremio. Y así como Silvia en La paciencia se compadece de una viejita de 92 sola en el mundo, a punto de morirse, y le da la felicidad última de un triple de carne, triple de bacon, con mucho kétchup, de modo parecido Jackie, después de lograr -a su pedido- evitarle una inconducente angioplastia a un adorable viejito judío, le da la oportunidad de morir contento tomando la (prohibida en el hospital) sopita de pollo y zanahoria que le ha preparado amorosamente su afligida esposa. Una forma de eutanasia pasiva que Silvia lleva a cabo con uno de sus pacientes que no da más de padecimiento en su evidente agonía.

Macarena Garcia Lenzi, autora y directora de La paciencia

En concordancia con texto y puesta en escena, acertados todos los rubros técnicos: la escenografía de Duilio Della Pittima, que da lugar a que se perciba el fuera de campo mediante cortinados al fondo de la dependencia donde transcurre esta obra con unidad de lugar, tiempo y acción; las sombras permiten entrever, del otro lado, las camas y el accionar de las enfermeras, a la vez que el ambiente donde ellas se reúnen alude al paisaje deprimente, desprovisto de color y belleza de cualquier hospital. El vestuario clásico y convincente es de Laura Ohman; las luces adecuadamente oscilantes de Julián Alerta Mujica. Lo último, pero no lo menos importante, nombrar a las inolvidables actrices que dan vida escénica y un sello bien diferente a cada personaje: Noelia Prieto (Ludmila), Valeria Giorcelli (Silvia) Karina Elsztein (un tornado llamado Gloria).

La Paciencia. Crédito Florencia Vallverdú

La paciencia (fatídica sindical), de Macarena Garcia Lenzi, se presenta los sábados a las 20 hs en El camarín de las musas (Mario Bravo 960). Entradas por Alternativa Teatral.