Tununa Mercado. Pluma pionera de tantas militancias

Por Amalia Sato en colaboración con Felisa Pinto


La trayectoria de esta escritora que estuvo en el front row de la tercera ola de feminismo de Argentina y México, está enmarcada por la historia y sus marchas y contramarchas: exilio en Francia por el golpe de Onganía y así testigo del 68 europeo, periodismo en La Opinión en el regreso del peronismo en los 70, militancia en el largo exilio en México desde el 74. Hace poco, el 8 y 9 de noviembre en el Malba, tuvieron lugar las Jornadas Tununa Mercado /Noé Jitirk, “con la apuesta de provocar nuevas lecturas en torno a estos dos grandes referentes de la literatura argentina”, organizadas por el Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. 

Rara avis. Pensadora cordobesa. Tejedora que entrelaza los hilos de la literatura, la filosofía, la política, la crítica, la estética y las memorias - con su filosofía de lo sensible, filosofía en estado de memoria, escrita con la letra de lo mínimo. Pluma desgenerizada, des-generada. Tales los elogios que le dedican y que, a su vez, revelan las marcas históricas de una retórica.   

El vuelo de la pluma, editado por miluno en 2021, con prólogo de Facundo Giuliano, y Post scriptum del mismo más Valentina Giuliano, Luisina Zanetti y Bárbara Aguer es la fuente de nuestros subrayados. Este libro es una recopilación de escritos, notas periodísticas, papers, presentaciones. Escritos cuidados, del campo académico y periodístico. Muchos fueron declamados ante un público. Succionamos las líneas de mayor pasión, donde se percibe una tensión por fuera de los discursos monolíticos. Esta sobrelectura del subrayado recorta párrafos en que la pulida prosa de Tununa Mercado se estremece. Guiños en el mordisqueo de sus palabras más intensas.

Sección titulada “La mujer” en La Opinión, luego domesticada como “Vida cotidiana” (1971-1974). Dúo con Felisa Pinto. Su jefa, su hermana del alma hasta el día de hoy. “¿Qué estás escuchando?” pregunta clave que hasta ahora se hacen los sábados, cuando siguen los programas de radio que transmiten la mejor música universal.   

Cuando me inicié en el periodismo, como colaboradora en revistas al principio y luego en 1970 como redactora en el diario La Opinión, no me daba cuenta del modo en que concebía entonces el oficio. Quería siempre infiltrar siempre la idea que yo tenía del mundo, hacer que aflorara aun en la nota más breve y anodina. Por cierto, mi lugar fue en la sección ‘La Mujer’, donde confluían aquellos temas que quedaban fuera de cualquier encuadre. Las curiosidades, las recetas, las estaciones, los hijos, las tortugas acuáticas, las vacaciones, la pesca en el río, los zoológicos abiertos, el cáncer de mama, el desencuentro familiar o la epopeya conyugal. Después, en un gesto modernizador, la sección pasó a llamarse ‘La vida cotidiana’. Una de las ideas clave del feminismo, ‘Lo personal es político’, no había ni siquiera arrimado a mis puertas su poder de corrosión, y yo permanecía inocente acerca del poder que podía conferirse a las más íntimas relaciones con las cosas. Había en nosotras, mi jefa era Felisa Pinto, la pretensión de deslizar algunos mensajes que se correspondían con un feminismo incipiente. Creo que algunas veces hubo censura: los directivos o dueños, también sin demasiada conciencia de la materia que manejábamos, consideraban que algunos temas podían desviar la línea editorial que se pretendía para la página, a saber, un resumidero entre práctico y sofisticado, apto para depositar las fantasías de los lectores. […] La mujer de esa página, tal como queríamos forjarla, tenía que perder los prejuicios inculcados y saber apreciar lo original, correlativamente las más de las veces marginal, el buen diseño escondido, la boutique con producción escasa que subvertía un corte o sublevaba una gama de color. Yo no me ocupaba de moda, pero sí de las recetas que debían estar rodeadas siempre de alguna anécdota, de alguna referencia literaria, de una suerte de personalización que estableciera un vínculo íntimo con la lectora: al refinamiento además, debía agregársele la sencillez de la factura. Como era infiltración ideológica, me inventé un seudónimo, Ana María Fuertes, y un personaje detrás del nombre. Fuertes era una socióloga que consultábamos sobre temas diversos. Ella exaltó la liberación sexual que significaba el uso de anticonceptivos, insinuó la injusta distribución de los espacios públicos que privilegiaba a los hombres y ninguneaba a las mujeres, habló de reciclaje laboral, es decir, de la necesidad de que las mujeres retomaran sus profesiones después de la maternidad, sostuvo en varias ocasiones que las mujeres tenían otras opciones aparte del matrimonio y otras reivindicaciones por el estilo. El sitio de AMF era indiscutible: nadie podía rebatirla porque era licenciada, había trabajado en comunidades marginales, había trascendido internacionalmente en foros de discusión sobre la nueva sociedad, etc. El timo duró un tiempo, hasta que esa sección femenina, entre comillas, atada a la vida cotidiana y al tiempo libre, pasó a depender de un jefe de redacción que quiso dar a la página un tono de felicidad desproblematizada”.

“Felisa Pinto la dirigía con una consigna: ´Ser mujer es ser feminista. Afirmarse como mujer es ser feminista´. Y de ahí en más: artículos de feministas como Betty Friedan, cuyo libro La mística feminista en las décadas de 1960 y 1970 fue un andamiaje para el feminismo en EU. María Elena Oddone (Movimiento de Liberación Feminista) que nos traía sus manifiestos. María Luisa Bemberg (fundadora de UFA). Bemberg – Felisa dixit un ‘feminismo light’ – se atrevería años después, en los noventa, en De eso no se habla a crear el personaje de una mujer enana, rompiendo estereotipos físicos e instaurando una nueva subjetividad. Y más tarde Yo la peor de todas, sugerente visión de los amores de Sor Juana con la Virreina. En el 72 apareció Las mujeres dicen basta de Mirta Henault, Peggy Morton, Regina Rosen e Isabel Larguía, libro inaugural de un feminismo marxista en América Latina, con un título que fue un hallazgo. Desde nuestra página lo difundimos. […] Defensa del aborto legal, defensa de la lactancia materna contra la leche de las corporaciones (la mención a Nestlé nos valió un regaño). Desde las recetas hasta las notas sobre obras de teatro para niños que nos endilgaban porque las mujeres estaban en el centro de la vida cotidiana, la moda ‘antiburguesa’, unisex con impronta hippie, impuesta por Felisa, el día de la madre, tergiversado su origen por el consumismo, todo, estaba impregnado de una visión feminista, que Felisa sostenía con ilustraciones insolentes de Daniel Melgarejo”.

Abrimos una ventana para recordarlo. Link al blog Museo Itinerante y al video con la animación para la película Who´s that girl?, protagonizada por Madonna, obra de Daniel Melgarejo. 

http://museoitinerante.blogspot.com/2008/10/madonna-en-argentina.html

FP, DM y TM, en La Opinión, Buenos Aires, 1971

“Mi ‘jefa’ recibió de Jacobo Timerman un primer papelito: ‘Ya párenla… No tanto feminismo. Dos semanas solo recetas’. Y un segundo papelito: ‘Vuelvan’. […] La redacción no tardó en tener conflictos laborales, despidos, una toma. Años de terror: los fusilamientos de Trelew, la prisión de Urondo, la matanza de Ezeiza, el golpe de Chile, la represión en Bolivia, en Uruguay, la llegada de exiliados a la redacción del diario, a quienes protegió generosamente Jacobo Timerman dándoles trabajo. En esa historia hay días de riesgo. Vicky Walsh, Silvia Rudni y yo somos autorizadas a ir a Ezeiza el día del regreso de Perón. El argumento de Felisa: que yo iba a hacer una nota ‘sobre la iconografía peronista’. Cuando comienzan los tiroteos desde el palco hacia la multitud […], nos arrojamos a tierra y luego vino el desbande. Corro junto a Vicky Walsh, quien en un acto de audacia conmina al conductor de un ómnibus, evidentemente de las bandas atacantes, a que conduzca hacia Buenos Aires llevándonos a varios militantes de su columna”.

“Graciela Scolamieri, Alicia Eguren, Otilia Vainstok y yo comenzamos a reunirnos regularmente para hablar del aborto, de su despenalización, de la dimensión individual y política del feminismo. […] Poco duró ese ‘ejercicio de pensar’, como decíamos. […] Alicia era irredenta, resistente peronista, rebelde, su carta a Perón denunciando a traidores y defendiendo el peronismo revolucionario y socialista es un hito en la lucha de los 70. En enero del 77 la secuestran, la llevan a la ESMA y luego la arrojan desde uno de los aviones de los vuelos de la muerte”.                          

1974, Exilio en México. 1976, Revista fem.

Llegué a México como exiliada en 1974. Un año después México fue la sede del Año Internacional de la Mujer, el primer año, y se produjo una revolución en los medios, el mero registro de lo que pasó constituyó un documento de fundación: el movimiento feminista mexicano histórico, con reivindicaciones clásicas, veía emerger un movimiento nuevo, cuya fuerza se había expresado al costado de la reunión oficial enmarcada por las Naciones Unidas, en un llamado Foro”.

Un grupo de mujeres, intelectuales progresistas en términos amplios, que entendían por lo tanto que la lucha de las mujeres era propia, aunque sin negar su inserción en la lucha de clases, decidió fundar en 1976 una revista, fem, ‘publicación feminista’. Elena Urrutia, mujer de letras es miembro de la revista y me invita a trabajar en ella en 1979. Los nombres del elenco son fuertes: Alaíde Foppa, Margarita García Flores, las fundadoras; Elena Poniatowska, Lourdes Arizpe, Carmen Lugo, Marta Lamas. Cuando me llamaron a colaborar en ella y aun hasta hace muy poco tiempo, era la única revista feminista de México y de América Latina. Tenía carácter monográfico, es decir: se elegía un tema central en torno del cual se presentaban diferentes trabajos. […] La revista salió casi regularmente. Nunca dejó de reiterarse una preocupación: ampliar el público de lectoras, llegar a las clases populares, politizar la revista cada vez más. El equilibrio entre el material que podía producir un grupo de intelectuales y ese deseo en cierto modo populista, reproducía el viejo dilema del voluntarismo de la izquierda. [...]  El deseo de un público que siempre era otro no era el único que se frustraba. Se trataba de un órgano militante de una causa, que acompañaba en cierta medida el desarrollo de los distintos grupos feministas que actuaban en el medio. Quería ser democrático internamente. La dirección colectiva produjo lo que Celia Amorós, filósofa española, señaló como la ‘tiranía de la falta de estructuras’. No había jerarquías, pero trabajaban unas pocas, era una jerarquización en negativo. No voy a abundar en esta historia, pero creo que siempre es útil el error cuando se quiere hacer un modelo eficaz. […] El grupo directivo tuvo sucesivos estallidos. Los peores se produjeron como consecuencia de una pérdida terrible, el secuestro y asesinato de una de sus fundadoras, Alaíde Foppa, guatemalteca, en manos de los militares de su país. Eso nos dejó muy mal, nada fue igual después de esa muerte y de la pérdida de esa persona. La revista tuvo una crisis, se disolvió la dirección, luego volvió a salir con otra dirección, esta vez individual, etc”.   

Incursiones en Vogue México. Tununa, además de militar en la revista fem, hizo en 1991 una nota para la revista Vogue. Una entrevista, nada más y nada menos que al mito viviente que era Chavela Vargas. Aquí dos de sus preguntas y las dos respuestas de Chavela, dignas de su personalidad avasallante.

T.M.- ¿Eres feminista?

CH.V.- Ser feminista… está de moda. ¿Qué es eso? Respeto mucho a las feministas de verdad... pero no a las “feministas lésbicas falocráticas” que hacen un culto al macho, siendo feministas, no lo entiendo, y menos aun siendo lesbianas. El hombre macho es el que manda, el hijo macho, el ex marido. Copian al marido macho: mujeres divorciadas que se meten con mujeres -lo cual no quiere decir que sean lesbianas-, llega a ser tal el odio al hombre cuando están casadas que se meten a lesbianas, entonces son mujeres que copian al marido, en el mismo papel, patanas, groseras, machas, se tocan la cara para ver si les nació la barba de las cinco, usan zapatones de hombre, todo de hombre.

T.M. - ¿Qué dirías de la vejez?

CH.V.- Para la mujer que ha vivido exclusivamente de su belleza es muy cruel la vejez. Pero para mí que he vivido sin presumir nunca de bella -nunca lo fui, solo fui fresca, firme, me decían que parecía una yegua, por lo desbocada, un animal del monte…que siempre olía como a caballo…- y tal vez por eso la vejez, si se la sabe vivir con dignidad, es un estado muy bello. Después de esta actuación me despido del público, y me voy a mi rincón, a vivir con los indios, a descubrir cuevas, cosas raras, y a esperar el irme. Este es un recomienzo. Voy a seguir, pero lo justo, porque tampoco me gusta causar lástima en escena. Noto la misma pasión, la misma fuerza, en este momento tengo tanta fuerza como hace veinte años. Es una suerte de re-juventud, estoy muy serena por dentro, con mucha fuerza, no me caigo. Hago ejercicios para no tener la torpeza de la edad, subo gradas hacia atrás, cuando nadie me ve, te brinco zanjas, levanto pesas de veinte kilos, camino cinco kilómetros diarios en la sierra. Tócame los brazos, mira… no tengo grasa, puro músculo, y así tengo todo el cuerpo. He perdido un poco la vista, pero no estoy ciega… Mañana tengo que trabajar sin lentes: me los quito desde la tarde, para sacarme esa expresión de miopía y subo las gradas del escenario y pienso que no me voy a caer. Y si me caigo, ni modo…Voy a subir con guitarra, con jorongo y yo misma. 

¿Fue en Vogue que TM tuvo un roce con la costura y su hacer, afines a su sensibilidad que incluyó aprender a manejar telares con estéticas étnicas? Ya de regreso en la Argentina publicó “La madriguera”, Tusquets, 1996, donde despliega magistralmente su infancia en los años de 1940 en Córdoba. Aquí las líneas donde asoma el despertar amoroso, de alguna forma erotizantes al describir morosamente la ropa de su profesor de inglés, un intelectual boliviano afincado en Córdoba, apellidado Sarmiento.  

“Cuesta parcelarlo, pero de él sale, inicialmente un olor a tela de algodón, recién lavada y soleada, la palabra brin, con su pliegue, lindo con su arruga, en los pantalones anchos de la época, con botamanga, presillas para el cinto. Fil a fil azul claro, también sale de su cuerpo, hilo por hilo, sin formalidad; alguna vez una corbata, desanudada al comenzar la clase, como si se dispusiera a una faena que reclamaba soltura; rara, esa acomodación de la ropa a una anatomía, la sisa a la axila, la pinza al talle, la bragueta a la condición de hombre, el cuello abierto bajo la nuez a la fronda que muestra el pecho, el pelo en pecho; el puño, sobre todo los puños con el botón de nácar señalando la tentación inconfesada de una muñeca”.

Del capítulo “¿Estética feminista?”, escrito para ATEM (Asociación de Trabajo y Estudio de la Mujer), en noviembre de 1997, su lista de advertencias.

Recapitulación de los peligros que hace veinte años o más se cernían sobre el discurso feminista y que había que sortear o esclarecer, según Tununa. Enlistamos: biologismo, genérico “mujer” indeterminado, letanía reivindicatoria, fe excesiva en la utopía de la “sororidad”, la socorrida posición de una “escritura andrógina”, respeto por los cánones de género literario, textos con las desventuras del tema “mujer” pero sin los desafíos de la escritura. Y su conclusión: “Por ahora solo puedo pensar que cualquier imposición, bien pensante o no, moralizante o no, suele intimidar a la escritura”.

 

NR: De eso no se habla, film de 1993, está basado en el cuento homónimo del escritor Julio Llinás.