O-Ei, mucho más que la asistente del célebre Hokusai

 Por Moira Soto

O-Ei en acción según Inako Sugiura

Típico caso de dibujante y pintora ignorada durante largo tiempo por la historia del arte, O-Ei Hokusai trabajó prácticamente de igual a igual con su padre. Coautora muy probablemente de esa gran ola de Kanagawa o de las vistas del Monte Fuji que se volvieron iconos pop, esta japonesa talentosa, emancipada a su manera en la primera mitad del siglo XIX, fue reivindicada por el film animado Miss Hokusai (2015). Vale recordarlo ahora, mientras se estrena en París Hokusai, según la crítica "una suntuosa biopic" dirigida por Hajime Hashimoto, sobre el maestro del llamado "mundo flotante",  particularmente conocido por esa Gran Ola que figura en postales, posters, remeras, bolsos... Este nuevo film parte de los años jóvenes de Shunro (nombre que cambiaría en el futuro) aprendiendo a pintar y siendo expulsado de la escuela por causa de su impetuoso temperamento; y también por el carácter innovador de sus estampas.

Afiche del film Hokusai

Con el tiempo, su propia perseverancia y el fuerte respaldo de su talentosa hija O-Ei, devendría el fecundo artista Katsushika Hokusai, autor de cientos de dibujos, de más de mil pinturas. Esta cinta, protagonizada por Yuya Yajra y Min Tanaka no le hace justicia a O-Ei, no destaca lo suficiente el preponderante papel que desplegó junto a su padre.

El reconocimiento de la artista arrancó hace 50 años

O-Ei no figuraba entre las 262 artistas que presentó el Centro Pompidou en la amplia muestra antológica de obras de mujeres que se inauguró en París en mayo de 2009. Sin embargo, en los ’80 la notable mangaka Hinako Sugiura (1958-2005) ya le había dedicado una serie de entregas de la historieta Sarusubiri a O-Ei, hija y colaboradora en gran escala del célebre creador de estampas Katsushika Hokusai.

Ella trabajó junto a su padre durante 25 años, formando con él una suerte de minipyme familiar, puesto que buena parte de las obras las hicieron a cuatro manos; y con cierta frecuencia, la hija realizaba los encargos que recibía (y firmaba) el progenitor. En contadas ocasiones, O-Ei se dio el gusto de ponerle su rúbrica a un puñado de estampas que –gracias al estreno en 2015 del film animado Miss Hokusai- fueron expuestas ese  año en el museo Ota, de Tokio, espacio que atesora una de las más bellas colecciones de ukiyo-e (Imágenes de un mundo flotante), pinturas y estampas del período Edo (1603-1868). Pieza sobresaliente de la muestra, en Detrás de la reja de Yoshiwara, brilla el talento indiscutible de O-Ei.

Una artista del manga en el siglo XX, entonces, rescató a una artista de la estampa del XIX. Y esa historieta de Sugiura inspiró a Keiicho Hara, director de Miss Hokusai, película que se presentó primeramente en el Japón y luego en otros países, con muy buena repercusión entre la crítica (hasta los inconformistas de Cahiers du Cinéma le dieron 4 estrellas sobre 5).

La mangaka Hinako Sugiera  se especializó desde muy joven en vida y costumbres de la era Edo (nombre de la actual ciudad de Tokio) al trabajar con el escritor Shishei Inagaki, destacado estudioso de ese período. Hinako publicó su primer manga a los 22, en la revista Garo. Prosiguió desplegando mucha creatividad en ese género, ganando la aceptación del público y premios importantes. Entre 1983 y 1987 dio a conocer en Manga Sunday la historieta Sarusubiri, donde se relata la vida de O-Ei Hokusai y la intensa tarea que realizó junto a su padre, y también por su cuenta, con un minucioso telón de fondo que retrata los usos de aquel período (1603-1868). En 1993, Hinako abandona el manga para consagrarse a la escritura de novelas que transcurrieran en su época favorita. Antes de su temprana muerte, solía participar en el último segmento de programa televisivo NHK, Comedia: O-Edo de Gozaru, siempre ataviada con un tradicional kimono.

Parte de la vida y obra de O-Ei

Nacida en 1800, O-Ei fue la tercera hija de Katsushika Hokusai (1760-1849), el genial pintor de vida itinerante y monumental producción que adoptó diversos nombres. Ella trabajó largamente a su lado, lo siguió en sucesivas mudanzas y aunque la presencia dominante del padre le impidió alcanzar renombre, manteniéndola a la sombra, O-Ei se lanzó a hacer trabajos más personales en los que dejó su impronta. No solo se distribuyó la tarea con su progenitor –él prefería el trazado y la composición; ella, el acabado de las obras y el diseño de mujeres bonitas- dentro de los cambiantes talleres que iban ocupando, sino que salió al mundo exterioren busca de temas y modelos. 

Escena de Miss Hokusai

Aunque es limitada la información documentada que quedó sobre O-Ei, el anecdotario sostiene que era una mujer independiente, gustosa de fumar tabaco en pipa y de beber sake, poco inclinada a las tareas domésticas. Este último rasgo, compartido con su papá, llevaba a ambos a liar sus petates y abandonar la vivienda, en pos de nuevo alojamiento, cuando el desorden y la ausencia de limpieza se volvían un escollo para seguir trabajando.

“Una mujer excepcional en un período excepcional”, la define el Keiijo Hara, realizador del film que narra solo dos años en la vida de O-Ei joven, su pasión por el dibujo y la pintura, su pasaje a la adultez, poniendo de manifiesto su audacia y obstinación para evolucionar en un oficio en ese entonces reservado a los hombres. Miss Hokusai adopta el punto de vista de O-Ei, apoyándose directamente en el manga de Sugiura, en su rica descripción de Yoshiwara, el barrio del kabuki, las casas de té, las geishas, la vida nocturna. Ese mundo flotante de placeres efímeros donde pululaban los cultores de diversas artes. Miss Hokusai también alude a la atracción de O-Ei por el género fantástico y por las llamas: al parecer, cuando se producía algún incendio, algo común en la época, allá volaba encantada la artista.

“No era una bonita convencional, y yo no quería hacer de ella una princesa Disney”, señala el director Hara. “De modo que apenas suavicé un poco sus rasgos, preservando sus cejas espesas y su ceño habitualmente fruncido”. Por su lado, la guionista del film, Miho Mauro, opina que “O-Ei era más moderna que la mayor parte de las jóvenes de hoy en Japón. A los 17, ella había elegido su estilo de vida, el oficio que amaba, y sabía hacerse respetar. Dos siglos más tarde, yo siento mucha admiración por esta mujer de tan variadas facetas que supo ser libre y crear en un momento poco propicio para su género”. Cabe añadir, para sazonar el relato, que O-Ei estuvo brevemente casada con Minamisawa Tomei, no tuvo hijos y dejó a su marido por considerarlo un artista mediocre. Luego de esa experiencia decepcionante, tornó al taller de su padre, y ocasionalmente se hizo cargo de una medio hermana menor, ciega de nacimiento.

Al igual que el manga que da origen a esta película, Miss Hokusai propone una vivaz y palpitante recreación de la ciudad de Edo a comienzos del XIX, poblada de samuráis, campesinos, comerciantes y, como quedó anotado, artistas. En esta adaptación de Sarusubiri, el cineasta no intenta nada parecido a una biopic, sino que elige manejarse con los datos que pudo cotejar, situando a su protagonista en una fiel ambientación que refleja la realidad histórica, los usos y costumbres, y a la vez se permite anacronismos tales como incluir en la banda sonora temas roqueros contemporáneos. Así, el film navega fluidamente entre el tono realista y los flashes fantásticos que apelan a mitos y criaturas del folklore japonés para aproximarse a los misterios de la creación artística. Hara se las ingenia para deslizar algunas de las telas que firmara Hokusai en las acciones de los personajes, incorporándolas como parte del paisaje.

Logo film
Miss Hokusai

Padre e hija son mostrados como partenaires, socios, cómplices; dos artistas sumamente laboriosos que se complementaban. “Ni el uno ni la otra estaban obsesionados con la gloria”, remarcó Hara. “En ese tiempo, los hacedores de estampas eran considerados artesanos, y vendían sus obras a precios accesibles”.

En su ensayo pionero de 1980 sobre el rendimiento de las mujeres en las artes plásticas, La carrera de obstáculos: Vida y obra de las pintoras antes de 1950, Germaine Greer divide su texto en distintas salas: en la primera, figuran las numerosas mujeres que limpiaban los pinceles y asistían a padres, hermanos o maridos, en vez de ponerse ellas mismas a pintar si así les placía. Preparaban los fondos, terminaban los cielos y otras zonas “fáciles” del cuadro. También podían hacer copias para promocionar la obra de estos varones que disponían, de esta guisa, de una sirvienta-asistente-copista de toda confianza. 

O-Ei se salió de ese rol y avanzó en el oficio, desmarcándose también del papel asignado a sus congéneres en su país y su tiempo. En el antes citado cuadro (Detrás de las rejas de Yoshiwara), donde unos cuantos curiosos se arriman a admirar a las geishas de una célebre casa de té, ella demuestra gran maestría en el claroscuro y la perspectiva, nociones adelantadas en la estampa de esas fechas. Acaso influida por grandes artistas flamencos (Rembrandt, Vermeer) que pudo conocer a través de reproducciones cuando su padre tuvo tratos con holandeses en Nagasaki.

Casi borrada de la historia del arte, O-Ei resurgió entonces merced a la mangaka Hinako Sugiura; y 30 años después, el cineasta Keiicho Haara reforzó ese rescate. Asimismo, vale anotar que en 2010, la canadiense Katherine Govier publicó en Quebec una biografía, ficcional pero cuidadosamente documentada, según las reseñas, sobre esta singular artista: La femme Hokusai.


Trailer de Miss Hokusai

Trailer de Hokusai