Lo personal es político

Por Carla Leonardi


Lo político muchas veces no proviene de las instituciones de la política, sino del acto de ciudadanos anónimos que viven en lugares periféricos, cuyo gesto es capaz de generar convulsiones y transformaciones en lo social. Esta es una de las claves a partir de la cual leer Primadonna (2022), opera prima de la realizadora italiana Marta Savina, y punto donde precisamente encuentra su potencia artística. Se trata de una película que me sorprendió gratamente durante la Semana de Cine Italiano en Buenos Aires que se llevó a cabo del 30 de Marzo al 5 de Abril del corriente.

En el inicio, el rostro en primer plano de la joven Lia (Claudia Gusmano), probándose sobre su cabello el velo azulado improvisado con una tela. Ella espera recibir el verdadero de manos del cura del pueblo siciliano en el que vive, para interpretar a la virgen María en la misa. Esto ya sitúa el aura virginal y de inocencia de la protagonista. Al presentarse ante el párroco, resulta que no es elegida, pues la mirada prejuiciosa del otro social ya pesa sobre ella. Efectivamente, ha tenido una serie de encuentros con el joven Lorenzo Musicó (Darío Aita), hijo del poderoso acaudalado mafioso, suerte de señor feudal del pueblo, en una Sicilia que en los años 60 de la posguerra todavía permanece alejada de la modernidad urbana.

Lia se presenta como una joven rebelde respecto de los mandatos familiares. Se ha visto con Musicó sin el permiso y el aval paterno para esa relación y además se opone a esa madre que busca confinarla al interior del hogar para enseñarle las labores de futura esposa, pues a ella le gusta trabajar en el campo junto a su padre.

También muestra picaría para crear distracciones en sus pares y así poder sustraerse de su mirada de cuidadosa vigilancia. Cuando Lorenzo regresa de Alemania quiere reestablecer el vínculo con Lia, para tomarla como esposa y así sacarla de la dura vida de campesina; pero ella se da cuenta por los dichos de éste respecto de que no use adornos en su cabello, que el pasaje de hija a esposa, es una  suerte de nueva prisión. De ahí que decida discontinuar sus encuentros con Musicó. Lo que sigue a partir de aquí es su secuestro en una cabaña en las afueras del pueblo por parte de Lorenzo y sus amigos, su violación y la imposición (de acuerdo a la ley de la época) de que debe casarse con él para poder limpiar su honra. Pero Lia se niega a firmar conforme a la ley y el caso entonces va a juicio. Se ven dificultades varias por la desigualdad económica: conseguir un abogado que pueda defenderla, varios intentos de amedrentamiento para que desista del juicio: quema de la cosecha que es el sustento económico de la familia, ataque a testigos clave, la movida legal de que el juicio se haga público con el fin de que la víctima no hable, escarnio en los diarios y en la vida social.

La directora trabaja muy bien todo el andamiaje de poder patriarcal que se pone en juego para acallar a la protagonista y que involucra desde la familia Musicó, hasta el cura, los abogados y la vecindad misma. Los encuentros pre-matrimoniales son juzgados socialmente como una “escapadita”, lo cual hace de Lia para la tendenciosa mirada del pueblo una chica ligera, una puta; en contraposición a la chica de su casa, casta y digna de ser tomada como esposa. Como la mujer es lo temido en su alteridad radical, se busca domeñarla reduciéndola a los lugares de la madre o la puta, mucho más tranquilizadores que lo desconocido o “el continente negro” al decir de Freud que ella representa para hombres y también para las propias mujeres.

Claudia Gusmano

Siendo Lia un personaje socialmente incomprendido y castigado por la sociedad, se compone como una protagonista melodramática, aunque la película se constituye como un drama intimista de corte realista. Al comienzo la joven se ve llevada por ese deseo por Lorenzo, anómalo a las convenciones familiares y es por este estigma, esta mancha en la castidad por lo que socialmente se la castiga, se la relega, se la deja caer. Esto fuerza a que la familia vea como única opción abandonar el pueblo, o moverse a escondidas para osar disfrutar, como se ve cuando van a la playa en la oscura y solitaria noche.

La segunda parte de la película desarrolla el proceso judicial y es clara la influencia en la directora en lo que hace a la puesta en escena teatral de los juicios de clásicos del cine italiano de la época en la que se sitúa la acción (1966), como por ejemplo: Salvatore Giuliano (Fracesco Rossi, 1962). Hay además un bueno uso del primer plano fijo del rostro de Lia, acentuando el carácter testimonial y revolucionario de su declaración en el estrado.

Otro punto interesante es el uso del color para situar los estados de ánimo por los que atraviesa la protagonista a lo largo del recorrido de la película. En el inicio, luce la composición del blanco y el azul evocando a la virgen, tras la violación predomina en ella la desazón del azul, el verde irrumpe luego transmitiendo la sanación que acaecerá para ella al poder tomar la voz, por lo cual hacia el final, puede volver a lucir el blanco, signo de cierta elaboración psíquica que le permite reintegrarse con valentía y fortaleza a la sociedad. Todo el proceso judicial es para Lía sumamente angustiante y doloroso: no se le cree y por ende se la ataca, se la maldice, se la culpa de manchar el honor de una familia respetable del pueblo. En fin, se habla de ella, Lia es hablada por el Otro social. De ahí la importancia política y subjetiva de poder alzar la propia voz: la del “No” primero a la firma del pacto legal de casamiento y después aquella que hace surgir su verdad en el juicio. Se trata de pasar del lugar de objeto degradado a mera propiedad de otros (de la familia, del novio o del marido) a la libertad y la dignidad de la enunciación subjetiva. De ahí su poder transformador y reparador a nivel de la intimidad de la subjetividad. Que se diga, nunca es poca cosa, nunca es sin efectos, y mucho más aún cuando todo conspira para amordazar a las mujeres.

Savina muestra además que ha hecho un buen uso de las dificultades con las que se ha topado al decidir realizar esta película. Habiendo partido de un cortometraje sobre la figura emblemática de Franca Viola (Viola, Franca; 2017)*, la directora se proponía encarar el largometraje, pero Franca se negó. Esto la condujo a ficcionalizar a partir de dicha inspiración. No quedar atada a la literalidad biográfica, le permitió crear una ficción dramática que si funciona es precisamente por la autonomía lograda respecto de la historia real (el hecho no se presenta al comienzo la leyenda inspirada en un hecho real) y además por no incurrir en la declaración panfletaria de los principios del ideario feminista. El personaje de Lía es una jovencita desconocida y como cualquier otra, que vive en un pequeño pueblito de provincia (a diferencia del icono el feminismo que es hoy Franca Viola). Es por ello que resulta ser una figura con la cual cualquier espectador/a puede empatizar con mayor facilidad. De esta manera, Savina consigue recordarnos el poder profundamente político y transformador que a cada momento puede tener nuestra palabra.

 

*Franca Viola fue la primera mujer en Italia (de ahí el título del largometraje, además del significado de la voz cantante protagónica en la ópera) que se negó al “matrimonio reparador” y que llevó a juicio a su violador. Esto llevó a que se cambie la legislación italiana recién en 1981.

Y aquí comparto el link de acceso al mencionado cortometraje: https://vimeo.com/211775411