Festival de Cannes: el presente es mujer

Por Moira Soto

Ascenso de Catherine Deneuve al cielo fílmico

Efectivamente: ojalá llegue pronto el día que no haga falta escribir este tipo de notas. Pero en el mientras tanto, vale festejar cada avance del feminismo en el terreno que sea. Sobre todo si se trata de cambios que van in crescendo, que revelan una transición que está llegando para quedarse, una real evolución de cierta mentalidad tanto tiempo establecida. En la oportunidad y ya que del mundo del espectáculo se trata, vale ovacionar con alborozo lo sucedido en el reciente festival de Cannes que concluyó a fines de mayo: el más importante de los dedicados al cine, el más glamoroso; el más apoyado por la prensa especializada, por la industria de la moda y por las usinas de chismes estelares.

María Marull en Cannes


Allí mismo, en su 76 edición con su tradicional muestra oficial y sus varias prestigiosas secciones paralelas (Una cierta mirada, Quincena de los realizadores, Semana de la crítica, Cámara de oro, Oeil d’or, etcétera), esta vez, en todos los casos, con suficiente equidad entre mujeres y varones en la programación y en los respectivos jurados. Y si bien no se proyectaron obras de directoras argentinas, sí hicieron un más que buen papel Eureka, de Lisandro Alonso, y Los delincuentes, de Rodrigo Moreno. En el primer caso, con interpretaciones de Chiara Mastroianni y Maria de Medeiros, y en el segundo con las talentosas locales Laura Paredes, Margarita Molfino, Cecilia Rainiero. Por otra parte, la actriz, dramaturga y directora María Marull, esposa del cineasta y jurado oficial Damián Szifrón, descolló por elegancia y belleza.

En este Cannes hubo muchos films valiosos firmados por cineastas mujeres de diverso origen, hubo actrices divinas desfilando suntuosamente arropadas por la alfombra roja y una presentadora en la muestra oficial del rango de la antes mencionada Mastroianni; e incluso hubo complejos personajes femeninos observados sin sombra de misoginia en películas hechas por directores. Y finalmente hubo premios de distinta talla adjudicados parejamente a realizadoras y realizadores. El mayor, el más deseado -la Palma de Oro- fue para la cineasta Justine Triet por Anatomie d’une chute, thriller sumamente elogiado por su calidad formal y por la impactante actuación de Sandra Hüller, favorito para la premiación desde el día que se exhibió. Ya los titulares previos a la entrega anunciaban: La femme est l’avenir de la Palme d’Or.

Jane Fonda entregando el premio
mayor a Justine Triet

Es cierto que Triet al recibir ese galardón despotricó contra la política cultural de Macron, pero al toque le respondió en redes la ministra de Cultura -de sangre libanesa- Rima Abdul Malak: “Feliz de ver la Palma otorgada a Justine. Pero asqueada por su discurso tan injusto. Su film no existiría sin nuestro modelo francés de financiamiento del cine, que permite una diversidad única en el mundo. No lo olvidemos”. De todos modos, Triet se refería al peligro que representan las reformas en marcha.

Ciudadanas a competir (y a ganar…)

En la selección oficial participaron siete realizadoras, entre las cuales la francotunecina Kaouether Ben Ania con Les filles d’Olfa  (premio Oeil d’or, mejor documental), docuficción sobre la historia real de una madre de cuatro hijas, dos de las cuales desaparecen, capturadas y puestas en prisión. Este film subraya el rol de muchas mujeres de una generación que han internalizado preceptos de la sociedad patriarcal. Una madre y sus hijas también es el tema que elige la francesa Catherine Corsini para Le retour, que remite a la emancipación de dos jóvenes mestizas que regresan a Córcega con su madre soltera.

Anna Biolay junto a su padre Benjamin,
en la presentación de Rosalie

Liberarse del yugo de los talibanes -de nuevo en el poder en Afganistán desde 2021- es la propuesta del doc Bread and Roses, coproducido por la actriz estadounidense Jennifer Lawrence. Al respecto, dice su autora Sahra Mani: “Quise mostrar la valiente resistencia femenina en mi país”. Vidas difíciles las de Goodbye, Julia, primer largo del sudanés Mohamed Kordofani que enfrenta resueltamente la misoginia que envenena su país, y que merece ser rescatado en esta crónica referida a la presencia de las mujeres en el festival cannois. Porque, además, este buen señor fue capaz de reconocer en entrevistas que, en algún momento, él mismo debió tomar conciencia de que había incorporado automáticamente algunos de esos códigos machistas.

La joven senegalesa Ramata Toulaye-Sy se hizo notar con Banel et Adame, historia de un amor fusional -onda Romeo y Julieta-, pero imposible por culpa de las convenciones de un pueblito del norte de ese país. Alice Rohwacher es una figura emblemática del cine de autor en Italia, muy premiada por obras anteriores, se ganó aplausos fervorosos este año con La Chimera, un delirio vital con atmósfera surrealista acerca de una banda cazadora de rastros etruscos (premio de la sección Cine Arte y Ensayo).

Banel et Adama

En la variedad está el gusto, reza el refrán, y las cintas hechas por mujeres colmaron esa premisa: How to Make Sex (premios Un Certain Regard y Cámara de Oro), de Molly Manning Walker, refleja nítidamente la excitación de tres adolescentes inglesas que viajan a un centro turístico con el plan de emborracharse en fiestas y perder la virginidad. A su vez, Creature (premio de la exigente Quincena), realización de Elena Martín que narra el viaje del personaje principal, Mila, hacia su infancia y adolescencia con la idea de reconciliarse con su propio cuerpo.

En la sección Un Certain Regard fue apreciada la película Rosalie, de Stéphanie Di Giusto, que desarrolla con suma delicadeza la historia -inspirada en un personaje real del siglo 19- de una mujer barbuda que acepta su condición, y quiere ser amada tal como es; en roles secundarios aunque de relieve, Anna Biolay, de 19, dando réplica su padre Benjamin, el conocido músico (que abrazó orgullosamente a su hija en el tapis rouge). Por su lado, la brasileña Lillah Halle se ganó el premio Fipresci con Levante, donde encara con franqueza el tema del aborto en su país, a través de Mila, una adolescente, promesa del vólei, que queda embarazada a su pesar y toma la decisión de viajar al Uruguay para interrumpir ese proceso.

Y esto no es todo, amigas/os, porque faltaría mencionar, pero ya sin entrar en mayores detalles, Rien à perdre, de Delphin Deloget; Little Girl Blue, de Mona Achache (con una labor de Marion Cotillard, como víctima de la violencia machista, que enamoró a la crítica); The Mother of All Lies, de Asmae El Moudir; la siempre incomodadora Catherine Breillat llegó con L’été dernier; Théorème de Marguerite, de Anne Novion, vincula a la mujer con las ciencias duras. Y bueno, sí, inauguró fuera de concurso la realizadora Maiwen con Jeanne du Barry, obviamente referida a la cortesana que fuera la última amante de Luis XV. La presencia de Johnny Depp, con doble mano de la Carmela en cabellera y barba no cayó bien en feministas del mundo del cine y del simple público que no olvida su conducta en el juicio con su exesposa, la actriz Amber Heard.

Les filles d'Olfa

Marion Cotillard en Little Girl Blue

The Mother of All Lies

Sandra Hüller y su directora Justione Triet
(Anatomie d'une chute)