Por Carla Leonardi
Aquí nos ocuparemos de su primer largometraje, Ava
(2017), que toma como protagonista a una adolescente de 13 años que lleva como
nombre el título de la película, punto donde se aloja una de las claves desde
la cual leerla. Pues como ella misma dice en una escena de deambular, de
búsqueda, su nombre significa Deseo. Se trata entonces del pasaje de niña a
mujer y, en ese tránsito, del descubrimiento y el despertar del deseo sexual.
La película abre con un luminoso y colorido
plano fijo general de la playa. El escenario es el ambiente festivo, alegre de
las vacaciones y allí la directora particulariza del conjunto un perro negro
que deambula entre la gente hasta comer las papas fritas de una joven que
duerme tendida al sol. El encuentro la asusta y al perro también, que huye en
búsqueda de su dueño. Ava (Noée Abita) corre
tras el can hasta toparse con el tumulto por la pelea entre dos hombres jóvenes
por una mujer (uno de los cuales sujeta al perro) y a quienes separa la policía
montada.
Tanto en estas escenas como en lo que sigue de
la película, la directora emplea diversos elementos, colores y tonos en la
iluminación a los cuales dota de la propiedad de simbolizar tanto la sexualidad
femenina como el estado anímico y evolutivo de la protagonista.
El perro negro con su ferocidad no domesticable
fácilmente, puede leerse como proyección de lo Otro de lo femenino en Ava
misma, en esta metamorfosis de la adolescencia. La ceguera es otro elemento
interesante pues por un lado puede significar lo oscuro femenino desconocido y
angustiante, que se niega a ver en sí misma; y también está la referencia a
Santa Ava, que cuando fue curada de su ceguera se convirtió en monja y santa.
Éste es un punto no menor pues Lacan hace de la experiencia de las místicas que
gozan de la palabra de amor de Dios, el paradigma del goce femenino, ese que se
siente en el cuerpo pero no puede traducirse en un saber, en tanto más allá del
goce fálico, limitado a una parte del cuerpo, contable y transmisible.
Los colores son otro detalle de puesta en
escena a tener en cuenta. Ava pasa sus vacaciones con su madre Maud (Laure
Calamy) y su pequeña hermana bebé. La madre claramente tiene una posición
bastante liberal en lo que hace a los hombres y a su sexualidad. De ahí que sea
el color rojo de la pasión sensual aquel que la identifica en diversas prendas
de vestir. De los padres de ambas niñas nada sabemos, pero sí que son hijas de padres distintos, pues el color de
piel de ambas hermanas es diferente: blanco leche para la bebé, mestizo en el
caso de Ava; que la hace sentir fea, malvada e invisible. En contraposición a
la madre, es el color azul de la tristeza por su ceguera inminente, por
sentirse sin lugar e incómoda con su cuerpo, aquel que identifica a la
protagonista.
Maud es un personaje grotesco y mediocre ante
la mirada de Ava, pero la directora nunca la juzga, pues no hay manual de la
maternidad. Por estar situada como toda madre o toda mujer, casi siempre una
madre falla estructuralmente en la transmisión del no-todo que hace a la
posición femenina. Habida cuenta que lo femenino es lo Otro, el Otro goce tanto
para los hombres como para las mujeres, posicionarse como No-toda requiere para
la mujer realizar un trabajo subjetivo con su propio rechazo y angustia frente
a la asunción de lo femenino. Y esto es algo que ilustra muy bien el camino que
realiza Ava, donde no se llega a ser mujer si no es a través el amor.
Es en este punto donde el encuentro entre Ava y
Juan (Juan Cano), el dueño original de Lupo, se vuelve crucial. La película
entonces desde el punto de vista de las convenciones de los géneros
cinematográficos muta desde el drama intimista de la difícil relación madre e
hija y la metamorfosis de la adolescencia, hacia el romance (donde el amor
permite la irrupción de cierta dimensión de la fantasía), para concluir en una
suerte de road-movie de tono policial, inspirada en el film Bonnie
and Clyde (Arthur Penn, 1967).
Durante la fuga de la ley -porque la madre busca
a Ava, que es menor de edad-, la protagonista toma conocimiento de que Juan ha
sido expulsado de la caravana de gitanos por disputarle una mujer a otro
hombre, con quien está prometida en casamiento. Los celos irrumpen en la joven,
pues su amante no le asegura amor ni tampoco que va olvidar a esa chica. Pero
la directora elude espejar entre las mujeres, la rivalidad posesiva por un
hombre. De hecho, se apoya en la solidaridad entre mujeres en un final donde es
la ex de Juan quien ayuda a escapar a los amantes fugitivos y dona su velo de
novia a Ava. Este regalo vale no tanto como símbolo de casamiento, sino del
crecimiento de la protagonista, coronándola como mujer.
De esta manera, Léa Mysius entrega una película
singular, que en su rareza hace a lo extraño e inquietante de lo femenino. La
directora consigue dotar a la fuga en la carretera de la potencia simbólica
necesaria para hacer de la anécdota policial, de la transgresión; una metáfora
del hacerse grande. Ava, en definitiva, es la
maravillosa mutación subjetiva del no querer saber, al despertar y a la asunción de lo femenino,
que es catalizada por el encuentro fortuito con un hombre.
Ficha Técnica:
Dirección: Léa Mysius
Guionistas: Léa Mysius – Paul Guilhaume
Elenco: Noée Abita – Laure Calamy – Juan
Cano
Francia,
2017
Disponible
en Mubi