Si se trata de una reunión donde asiste gente que no
se conoce entre sí, conviene hacer una presentación que incluya una frase
explicativa que ayudará a los invitados a desarrollar un tema de conversación,
de esta guisa: “El señor Rodríguez Pérez acaba de llegar de los Estados Unidos
y seguramente tiene cosas muy interesantes para contarnos” o “La señora Gómez
García es la autora de esos cuadros que usted recién admiraba”. Pero si se
tratara de alguien cuyos padres son conocidos en ese núcleo, conviene mencionar
el parentesco: “La señora es hija de Carlitos Urquiza”.
Cuando se presenta a los miembros de la propia
familia, nos advierte Jacobita Echaniz, hay que tener cuidado de no
demostrarles excesivo respeto. No decir jamás, por caso, “Le presento a mi
señorita hija, o a mi señora madre”, lo cual además de incorrecto es
sencillamente ridículo entre gente bien que practica la sencillez como un toque
de distinción. Con decir “Esta es mi hija Juanita”, o “Mamá, quiero que
conozcas a la señora de Martínez González”, más que suficiente.
Por otra parte, cuando se emplean los vocablos “señor,
señora, señorita”, solo deben ir seguidos del correspondiente apellido, y
cuando se desea decir el nombre completo hay que olvidar ese tratamiento. O
sea, se puede decir, pues, “La señora de Onrubia” o “Malena Onrubia”, aunque la
segunda forma conviene aplicarla solo a las señoritas.
Cuando alguien nos es presentado, es de buen tono
preguntar “¿Cómo le va?”, o “¿Cómo está?”. En cambio no suena tan bien la frase
“Mucho gusto”, y peor todavía “Tantísimo gusto” o “Charmé”, que denotan a la
persona advenediza.
Últimas instrucciones de Doña Jacobita para movernos
con fluidez en las altas esferas sociales y ser consideradas auténticas damas:
“Nunca hay que dar la mano sin fuerza. Lejos de ser esto fino, es desagradable.
Tampoco es correcto dar la mano demasiado fuerte, causando dolor. Para hacerlo,
no se la presenta de plano, palma arriba, sino de costado o de dorso”. Siempre,
claro, inclinando levemente la cabeza y sonriendo apenas, con discreto aire
mundano.
Por su lado y más recientemente, Hanna Gas, experta
francesa en etiqueta contemporánea, coach en esa asignatura, escribió en su
site Apprende les bonnes manières sobre el arte y la vigencia
del famoso besamanos. Una costumbre social que nació en Polonia, donde se sigue
ejerciendo. Gas cita a Geneviève d'Angenstein en su libro Le savoir
vivre est un jeu (2012): "Con el retorno de la galantería, el
besamanos encanta a los nuevos gentilhombres". Este gesto, reservado a los
altos dignatarios eclesiásticos en la Edad Media, fue rehabilitado en los
salones a finales del 19.
Voilà algunas reglas aggiornadas: NO en lugares
públicos abiertos (la calle, un parque); SI a las mujeres casadas y/o de cierta
edad; SOLO debe ser ejecutado por varones ante la mano femenina extendida que
NO debe ni rozarse, deteniéndose el besador a unos cinco centímetros. NO
emplear jamás el gesto con señoras que lo desconocen porque resultaría pomposo
y hasta ridículo. Finalmente, JAMÁS con sonido de beso, y menos que menos
mojando la mano de la mujer de marras. SIEMPRE el ademán debe resultar una
suerte de reverencia gallarda y souple.