La fridita

Por Diana Fernández Irusta

Cuadro de Paula Rego

 

Mi abuela limpiaba casas

Mi madre, cuartos de hotel

 

Andá a explicarle a tu amiga,

la que vivía en Palermo,

la del retrato de Trotski colgado

junto a las fotos del viaje a Tailandia,

esa gloria de cámara, lentes y zoom

comprados para la ocasión.

El vicio de la fotógrafa amateur

Veleidades chic que maridaban con los anteojitos de Trotski,

el de la vanguardia,

el de los surrealistas,

tan Frida, tan Diego.

 

Andá a explicarle a tu amiga,

la que adoraba los barrios fotografiables,

el dolor irracional cuando le dijo “marciana” a mi vieja

 

Mi madre,

la misma que día por medio escupía un odio muy poco clasista,

a la que ni yo sabía si podía querer bien,

fue catalogada de no humana por ella,

la de las fotos divinas,

el ser puro de purísima alma

que jamás se enteró del dolor y la rabia

-sobre todo la rabia-

que semejante, estúpido, adjetivo

había desatado en mí.

 

Qué van a entender, ella o los de la facultad

 

Cómo decirles que algunos nos compadecemos del monstruo de la película Hater,

ese sujeto despreciable

y digno de piedad

no por él

sino por el imposible abismo

que lo desgarraba

 

Tu amiga, la Kahlo

Puritana y bella

Fridita de León

Diosa témpano

Reina de los momentos Kodak

que irían mutando en delirio Instagram

 

Fridita luminaria

La foto de Trotski junto al placard

 

Blindada ante la furia

de los feos, los bobos,

los que no salen bien en las selfies

y cargan la mugre

que madres, abuelas y tatarabuelas limpiaron

dale que te pego

generación tras generación

en tanta casa de Fridita bella,

biempensante y no muy lúcida,

incapaz de entender la furia

de demasiado marciano suelto.


Cuadro de Paula Rego