Ilustración para Damiselas: Mara Gerund
todas las cosas de la tierra
y me paran y cuchichean
y es su historia lo que cuentan.
Y las gentes que
caminan
en la ruta me la dejan
y la recojo caída
en capullos que son de huellas.
Historias corren mi
cuerpo
o en mi regazo ronronean.
Tantas son que no dan respiro,
zumban, hierven y abejean.
Sin llamada se me vienen
y contadas tampoco me dejan…
Las que bajan por los
árboles
se trenzan y se destrenzan,
y me tejen y me envuelven
hasta que el mar las ahuyenta.
Pero el mar que cuenta
siempre
más rendida, más me
deja...
Los que están mascando
bosque
y los que rompen la piedra,
al dormirse quieren historias.
Mujeres que buscan
hijos
perdidos que no regresan,
y las que se creen vivas
y no saben que están muertas,
cada noche piden historias,
y yo me rindo cuenta que cuenta.
A medio camino quedo
entre ríos que no me sueltan,
el corro se va cerrando
y me atrapa en la rueda.
Los ribereños me
cuentan
la ahogada sumida en hierbas,
y su mirada cuenta su historia,
y yo las tronco en mis palmas abiertas.
Al pulgar llegan las
de animales,
al índice las de mis muertos.
Las de niños, de ser tantas
en las palmas me hormiguean.
Cuando tomaba así mis
brazos
el que yo tuve, todas ellas
en regalo de sangre corrieron
mis brazos una noche entera.
Ahora yo, vuelta al Oriente,
se las voy dando porque no recuerdo.
Los viejos las quieren
mentidas,
los niños las quieren ciertas.
Todos quieren oír la historia mía
que en mi lengua viva está muerta.
Busco alguna que la
recuerde
hoja por hoja, hebra por hebra.
Le presto mi aliento, le doy mi marcha
por si el oírla me la despierta.
Para ver el manuscrito del poema inédito La contadora (fragmento) en la web de la Biblioteca Nacional Digital de Chile, dar
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