Por Guadalupe Treibel
Gotas de lluvia y bigotes de gatitos, teteras de cobre y guantes suavecitos, ponis color crema y crujientes tartas de manzana, copos de nieve sobre mis pestañas, gansos salvajes que vuelan con la luna en sus alas… Cuando el perro muerde y la abeja pica, yo también recuerdo mis cosas favoritas; en especial la primera de todas, que no es una cosa sino la mejor de las personas. Julie Andrews, querría decirle sin medias tintas que la quiero muchísimo.
Este flechazo es de vieja data, me atravesó el
cuore cuando yo tenía unos 10 años y llevaba varios días malita. Habré estado
bastante alicaída para derretir la férrea voluntad ahorrativa de mi papá, que
frente a su pichona apichonada tuvo un gesto de generosidad plena: dejarme
alquilar ¡tres vhs en un solo fin de semana! De dos no me acuerdo ni por asomo,
pero el tercero sigue estando entre mis films favoritos: La novicia rebelde, como llamaron en estas latitudes a The Sound of Music, título bastante más
inspirado que el insípido Sonrisas y
lágrimas que le pusieron en España.
La novicia rebelde |
Debo decir que casi me da un soponcio al enterarme
que Doris Day insistió -y mucho- a Rodgers y Hammerstein para protagonizar la
versión fílmica de La novicia rebelde,
a pesar de rondar los 40 pirulos y no dar exactamente el look juvenil que se
esperaba de la muchacha austríaca que, además de cantar como las diosas, tenía mano
para la costura, las notas musicales, los chicuelos. Sin desmerecer su lograda
Calamity Jane: o Julie o ninguna para ésta y la otra María, la señorita Poppins,
entrañable niñera que hizo antes, con menos chicos revoltosos a cargo pero el mismo
encanto, con el añadido de los poderes mágicos, los pingüinos camareros y el
amigo deshollinador, claro.
De chicuela |
Para conocer su historia, hay que viajar a
Walton-on-Thames, pueblito al sur de Inglaterra donde transcurrieron sus años
mozos. Su bisabuela había sido sirvienta y su bisabuelo jardinero. Y por culpa
de su abuelo picaflor, su abuela murió de sífilis. Julie ni nació en cuna de
oro ni fue criada entre algodones: su mamá era una pianista clásica súper
talentosa, lástima que empinaba demasiado el codo… Ella la introdujo en el vodevil
junto a su padrastro, que además de alcohólico, era violento y abusivo; varias
veces intentó en vano propasarse con Julie y varias veces le soltó guantazos a
su hermano.
Así lo relata, sin acentuar un ápice el
dramatismo, en Home: A Memoir of My
Early Years, autobiografía que saca una foto bastante lúgubre de su
infancia, aunque ella se lo toma con humor inglés, quitándole hierro a situaciones
jorobadas. Como tal cosa, comparte -por poner un ejemplo- que siendo apenas una
criatura había aprendido a distinguir el zumbido de los aviones nazis que se
aproximaban. Entonces su madre la mandaba con un silbato a la calle, lloviera o
tronase, para que diera la señal de alarma si la amenaza de bombardeo estaba pronta.
Una vez Julie se cansó de la faena, ¡estaba congelada!, pero protestaron los
vecinos de la cuadra: la chica-silbato de oído finísimo no podía tomarse
licencia ¿Y qué hizo ella? Lo que ustedes se están imaginando.
My Fair Lady |
Más de una vez la prensa le ha tirado de la lengua para que despotricara contra Audrey, pero Julie solo tiene palabras amables para todo el mundo. Incluso para… Alfred Hitchcock, con quien trabajó en La cortina rasgada, y fue para ella como tomar una clase magistral de cine. Consistentemente buena e históricamente pelicorti, hizo muchísimas películas; entre ellas, la maravillosa Víctor/Victoria que la volvió ícono queer con su pretendido travesti cantor, bajo dirección de su (segundo) esposo, Blake Edwards (a quien también le debemos Breakfast at Tiffany's: eternamente agradecida, BE).
Con Blake Edwards |
“No tiene fama de hacer personajes fríos o
indiferentes”, le comentó hace poco un cronista de Vanity Fair, y ella rescató
entonces otros fracasos de taquilla que recuerda con mucho cariño: La estrella, de 1968, biopic sobre la
actriz Gertrude Lawrence; Ansias de
vivir, de 1986, dirigida por Andrei Konchalovsky, “donde interpreté a una
señora en silla de ruedas que padecía esclerosis múltiple, ligeramente basada
en la extraordinaria chelista Jacqueline du Pré”.
Es que la adversidad nunca detiene a mi chica
Andrews, que se toma todo con mucha filosofía. Cuando una operación de nódulos
en la garganta le arruinó la voz, atravesó un período de duelo, pero se
sobrepuso y se volcó a escribir un sinfín de libros infantiles con su hija
Emma, además de publicar otra autobiografía, Home Work: A Memoir of My Hollywood Years. Más repuesta, empezó a
aceptar trabajos de doblaje, sin que se le cayeran los anillos por hacer, por
ejemplo, “a una serpiente marina, o algo por el estilo, en Aquaman”. También ha prestado la voz para las pelis animadas Shrek y Mi villano favorito, para el delirante culebrón de época Los Bridgerton quien fuera la reina
soberana del ficcional Genovia (y de mi corazón) cuando prepara a Anne Hathaway
para sucederla en el trono en la saga adolescente El diario de la princesa.
Como si todo lo narrado fuera poco, Julie además
es muy amiga de sus amigas. Su best
friend por siempre es Carol Burnett, la legendaria comediante, con quien ha
montado espectáculos musicales hilarantes, sketches de un humor descacharrante
que suman otra razón para querer muchísimo a la adorable Julie Andrews. Si alguien
me quiere facilitar la dirección de email, yo agradecida de por vida…
Julie and Carol at Carnegie Hall, 1962 |