La occisa de la calle Rawson

Por Diana Fernández Irusta

Ilustración de Juliana Rosato,
especial para Damiselas

Murió apretando

Boletas de servicios públicos

Contra el pecho

 

La encontraron así,

Tirada sobre la vereda

 

Muerta y recontramuerta

Más congelada que de costumbre

Los brazos rígidos

Sosteniendo hasta las mismas puertas del más allá

Las boletas de la luz

El gas

El ABL

 

Temía

Decía

Que alguien andaba por ahí,

Dispuesto a robarle todo

 

Fumaba como un escuerzo

Arrastraba sus carnes,

Siempre desmedidas,

Por entre las veredas de la ciudad

Los dedos de los pies se le salían

Por entre las medias de nylon

Y asomaban -ellos, los dedos- blancos, blanquísimos

desde las sandalias

Que usaba incluso en invierno.

 

Dicen que de joven fue hermosa

Una chica atractiva

En la España paupérrima de la posguerra

 

Cuentan que fue la primera del pueblo

En usar un raro lujo, las medias de cristal

Por aquel tiempo no las hacía reventar a la primera caminata

 

Por la mañana, ordeñaba

Por la tarde, en los días de fiesta,

Echaba mano a las medias de cristal

Y se embutía en vestidos que ella misma cosía

Una Divito ibérica

Una diosa de los montes

 

Dicen que una vez

Uno de esos vestidos amaneció tijereteado

El evento le acarreó una paliza feroz a la hermana menor

Que en vano clamaba inocencia

 

No le fue propicia la vida a la diosa de los montes

Quiso hacerse la América

Y terminó en la Argentina

 

De diosa de los montes a burro de carga

De soltera apetecible a divorciada sin papeles

 

De las medias de cristal a las medias de nylon

 

En sus últimos días veía ladrones por todas partes

Monstruos que acechaban bajo la cama

Tras las cortinas

Entre la mugre de una casa poco cuidada

Pero obtenida con el dignísimo sudor de la frente

 

Había ladrones por todas partes

Y ella no se los quería poner fácil

 

Por eso llevaba consigo cada boleta del gas, la luz, el ABL

Papelitos con su nombre y la dirección de la casa

El dignísimo techo obtenido con hectolitros de sudor de la frente

El nombre y la dirección de la casa

Que tanta mano oscura le quería arrebatar

 

Así andaba de día

De noche, no se sabe

 

Solo que un amanecer la encontraron muerta

Tirada todo a lo largo de la vereda

 

Las medias reventadas

El tapado ajado

La bolsa de nylon con todas las boletas bien apretaditas contra el pecho.

El rictus final estrechando lo único que le fue propio

Un nombre

La dirección de una casa.