Por Silvina Quintans
Limítrofe, la pastora del sol |
Limítrofe, la pastora del sol, del dramaturgo chileno Bosco Cayo, cuenta un caso judicial resonante en Chile: la historia de una mujer aymará que estuvo seis años presa, injustamente acusada del crimen de su pequeño hijo. Se estrenó en la Argentina con la muy acertada dirección de Florencia Bendersky y se presenta los domingos a las 16 en el Teatro El Popular.
El caso de Gabriela Blas
En 2007 Gabriela Blas, una joven madre aymará, pastoreaba 150 llamas en el altiplano chileno con su hijito de tres años. Se dio cuenta de que le faltaban dos animales del rebaño, un enorme tesoro, ya que cada una costaba diez veces su sueldo. Puso al niño a resguardo y salió a buscarlas, pero cuando regresó no pudo encontrarlo. Lo buscó hasta el anochecer y al día siguiente caminó desesperada varios kilómetros hasta el puesto de Carabineros para pedir ayuda. Las autoridades en lugar de ayudarla la trataron como sospechosa y terminaron acusándola de abandonar a su hijo.
Allí empezó un largo calvario judicial en el que terminó presa durante seis años, y le quitaron a su otra hija, que fue dada en adopción sin consultarla. En la cárcel sufrió maltratos y no pudo defenderse por las barreras culturales e idiomáticas. Dos años después apareció el cadáver del niño sin signos de violencia, pero Gabriela siguió en prisión.
Según figura en la página de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos[i], Gabriela fue víctima de apremios ilegales, con interrogatorios a altas horas de la noche, restricción de agua y comida, descargas eléctricas y amenazas con armas de fuego. En mayo de 2012, fue excarcelada gracias a un indulto. Sin embargo, tuvo que mudarse a otra ciudad por el rechazo que sufrió luego de parte de su comunidad y recién en 2018 recibió las disculpas del canciller Heraldo Muñoz en nombre del Estado chileno y también de la presidenta Michelle Bachelet. [ii]
El proceso es una clara muestra de la discriminación que sufrió la protagonista por ser mujer, pobre, madre soltera y proveniente de la población aymará.
La pastora del sol
Basado en estos hechos, Bosco Cayo escribió Limítrofe, la pastora del sol, donde recrea la historia con libertad, con lirismo y también con humor. La pastora, interpretada con sensibilidad por la actriz Mariela Kantor, sabe transmitir el dolor introspectivo de su pérdida, su propio paisaje mental de las montañas encerrada en una celda y el silencio como acto de resistencia. Desde afuera de la prisión, un trío de mujeres aymarás la defiende: la Gisella (Elizabeth Cancino), vocera de la experiencia, la sensatez y el sentido común; la Jennifer (Alejandra López Molina), piadosa e ingenua; la Jazmín (María Pastur), revolucionaria, combativa y dispuesta a amputarse para defender la causa de la pastora. Una mutilación que es el símbolo de una cultura, un lenguaje y una cosmovisión que se van perdiendo.
La contrafigura de la pastora es una carabinera enfundada en una pátina de corrección política (Graciana Urbani) que acentúa aún más la incomprensión, la violencia y los prejuicios hacia las culturas originarias. El abogado (Sergio Grimblat), que por momentos parece bienintencionado, también se queda en la superficie sin rozar las profundidades y los silencios de su defendida. La obra cuenta, además, con el cuidado diseño de escenografía y vestuario de Gustavo Acevedo, las luces de Julio López y el sonido de Pablo Duchovny. Sobre el final, emociona la magnífica voz en off de Patricio Contreras y la música de La Cecilia.
Saludo final, función 31 de agosto |
Una charla con el público
Después de la
conmovedora función del 31 de agosto, el público tuvo la oportunidad de
participar de una charla con Bosco Cayo, de visita en la Argentina, la
directora y los actores. Aquí algunos de los pasajes del encuentro.
Bosco Cayo: Esta obra la escribí en 2012, cuando vi la noticia del indulto a Gabriela Blas. Pensé que tenía que escribir algo sobre este tema; a mí me influencia mucho lo que pasa, lo que me motiva casi siempre está afuera, en lo que sucede en la sociedad. Vi a esa mujer y la imagen que tengo es de ella saliendo de la cárcel, y ya no era ella. Ahí pensé: “Ahí está el asesinato, no está en el niño, está en ella”. Habían pasado seis años desde que entró en la cárcel, es un caso en el que una persona no tuvo un juicio, estuvo esperando su juicio en el tiempo más largo que tuvo el país. La tragedia sigue existiendo en ella, no se le dio solamente con la muerte, sino cómo sobrevives una vida después de que te mataron tu cultura. Eso ha pasado siempre lamentablemente con nuestros países. En Chile estamos viviendo un proceso súper importante, por eso es que pienso que volver a verla es decir cómo han cambiado las cosas y también cómo siguen estando igual, que también es terrible. Esta es la motivación por la que escribí este trabajo y estoy muy feliz de que se siga representando. Uno escribe un texto, pero esta puesta en escena, por ejemplo, es puro trabajo de las personas que están acá, y eso hay que agradecerlo.
Público: ¿Cómo te documentaste para escribir la obra?
B.C.: La primera pregunta sería qué es la realidad, cómo accedemos a la realidad. Accedés a través de una noticia, pero lo primero es poner en cuestión eso: la noticia es una versión de alguien. Ocurrido ese pensamiento puedo obtener versiones de las cosas, esta es mi versión de algo que pasó, tiene elementos de realidad y muchos de ficción. Hay cosas que están en la noticia pero el ochenta por ciento está inventado. Mi idea es provocar también, no solo con la parte real sino también proponer cómo podría ser esa comunidad aymará, estar en ese lugar para poder jugar con algunos elementos; que aparezca el humor… Y juego también con la ignorancia y la lejanía en la que estoy yo de esa comunidad; no solo acercarnos, sino también darte cuenta de lo lejano y lo poco que ha quedado de lo que de verdad es. Como queda tan poco, quizás hay que inventarlo de nuevo, creo que esa fue la forma en la fui armando la estructura de la obra. La montamos con una compañía de teatro en Chile, ahí fue muy distinta la puesta en escena. La pude escribir con ellos: escribí la mitad y la otra mitad la escribí después que se fue montando sobre los cuerpos; eso para un dramaturgo es súper importante porque me gusta escribir con efectos de cuerpos.
Limítrofe, la pastora del sol |
Público: Bosco, ¿pudiste entrevistar a Gabriela Blas?
B.C.: Me basé en las entrevistas que le hicieron. Cuando apareció el indulto se llenaron las noticias de materiales y empecé a juntar, pero en un momento quise también no saber más y ahí fue cuando dije: la obra tiene que tener su propia independencia y crear un universo que no necesariamente esté basada solo en lo real, sino también en la ignorancia. Y ese también es mi lugar. Fui a Arica cuando ya había escrito la obra, pero no me pude encontrar con ella. Si ustedes ven el material histórico, siguieron sucediendo más cosas y vulneraciones más fuertes todavía a los derechos de ella; entonces es su historia y también es la historia de otras mujeres, de la injusticia. Parte de ahí pero también habla de otros conceptos, de otras ideas. No sé si esta obra es documental, no sé en qué genero está ni me importa, sino que vaya tocando distintos lados, agarra elementos de documental y otros que no sé qué son, pero están ahí.
Público: La obra habla también de un sistema que oprime a un pueblo sojuzgado.
B.C.: Cuando empiezo a pensar quién soy, de dónde vengo, me doy cuenta de que mi apellido es diaguita, me llamo Bosco Cayo. Y Cayo es un apellido diaguita, lo encontré en internet. Y me digo: “Oh, parece que soy diaguita”, y me pregunto qué tengo de diaguita; no lo sé y me empiezo a hacer preguntas. Todo eso se vuelve una motivación para decir que hay un lugar respecto a quiénes somos, un lugar para la dignidad de los pueblos originarios y para construir la historia de nuevo, aunque nos cueste porque estamos súper colonizados. Esas fueron las motivaciones por las que escribí, aunque no soy de pensarlo tanto.
F.B.: Desde la dirección hay una mirada y una decisión política, a diferencia de lo que una podría pensar porque se trata de una obra escrita en Chile sobre los pueblos originarios. Para una capitalina como yo, tenía todo el sentido y era importante hablar de esto porque no es una temática que se esté mostrando. A mí la obra me representa políticamente.
Público: ¿Qué opinan los actores? ¿Cómo trabajaron con
el cuerpo y con los acentos?
Mariela Kantor (actriz argentina, La pastora): En mi caso, el personaje no habla con un acento chileno reconocible. Habla más cercano a los países que limitan en el Norte, no como alguien de Santiago de Chile. No quise ver nada de Gabriela Blas para que no me influyera, preferí conectar con lo que me pasó con la obra. Desde el momento en la que la leí me volví loca, me partió la cabeza. En el cuerpo también había algo, le habían sacado todo, no tiene ni lugar donde sentarse, solo se tiene a ella, lo que le queda de ella, se sienta sobre ella misma, se autosienta.
María Pastur (actriz argentina, La Jazmín): Viví en Chile tres años y no tuve problemas con los acentos. Lo del cuerpo fue difícil, pero la bronca del personaje me cuadra; yo me cortaría un pedazo del cuerpo por la bronca de la opresión y de las injusticias que suceden. Para construir el personaje vi entrevistas a Gabriela y a los pueblos aymarás.
Elizabeth Cancino (actriz chilena, la Gisella): Yo soy chilena pero vivo aquí desde 2008 y para trabajar como actriz he tenido que resignar mi acento muchas veces. Me emociona mucho hablar de esto porque Limítrofe, la pastora del sol me dio la oportunidad de ser chilena, eso para mí es muy emocionante. La obra pega muy fuerte, pega por todos lados. Me siento muy honrada y feliz de estar en ella. No es sencillo ni fácil que una obra de un compatriota chileno se haga en la Argentina, que la cultura chilena tenga presencia en la Argentina es algo maravilloso, nos nutre a todos y ojalá siga sucediendo. En Chile hay mucha más presencia de la cultura argentina.
F.B.: Esto nos hermana, no podemos seguir escindiéndonos unos de los otros, es imprescindible que estemos juntos y el arte siempre es el hacedor de estas uniones. De esa manera surgió ArChiDrama y esta era la idea que teníamos. (Nota: La puesta argentina surge en el 2018 a través de ArChiDrama, el encuentro de dramaturgias argentinas y chilenas organizado por la Universidad Católica de Chile, DeLirio Producciones y las embajadas de Argentina y Chile, para acercar a través del teatro a ambos pueblos y sus culturas. En el 2021 se estrena la puesta local, con mucha repercusión en la sala Timbre 4 y es seleccionada para participar en el festival internacional de teatro Santiago Off).
Alejandra López Molina (actriz chilena, la Jenny): Cuando me dieron el texto me pasé un tiempo llorando, el texto es muy emocionante, estaba muy contenta de haber quedado en el elenco. No tuve que crear el personaje porque la Jennifer es muy parecida a mí, la ingenuidad, la candidez. La Jennifer es hermosa y le da un toque de liviandad a la obra, a situaciones tan duras y dolorosas.
Sergio Grimblat (actor argentino, el abogado): El texto me maravilló en cuanto lo vi y partí desde lo musical, el acento, la musicalidad que nos mantenía a distancia de una cotidianeidad. Fue un bello proceso. Me costó mucho, yo quería hacer un abogado bueno, pero es un tipo ambiguo y luchaba con eso.
F.B.: Parte de lo que me atrajo de la dramaturgia de Bosco es esa capacidad, como sucede en la vida misma, de poder hablar de lo trágico pero que haya también humor. El humor de la obra no está pensado para hacer reír sino para mostrar una realidad tan absurda que así queda revelada y eso causa gracia. Tengo una contradicción con esta obra. A mí me hace muy feliz trabajar con estas compañeras y compañeros, pero esa felicidad la siento con culpa porque pienso en Gabriela, y cada vez que su niño muere en nuestra obra, yo revivo con ella ese sufrimiento.
Después del debate, Bosco Cayo contó a Damiselas cómo hizo para trabajar los distintos registros de lenguaje que aparecen en la obra.
B.C.: Pensar lo lejanos que estamos de esta cultura, lo que se ha muerto o lo que queremos revivir de ella, a mí me daba la oportunidad de crear el lenguaje como me imaginaba que podrían hablar las aymarás. Es parecido, suena distinto pero lo entendemos igual, hay oraciones en las que les cambio el orden a las palabras y ya parece diferente, eso le da una pista a la actriz o al actor. Está escrito de otra manera; también uso las mayúsculas para que el actor sepa que tiene que gritar, en lugar de pedirle que grite, eso va creando un lenguaje. El lenguaje y la investigación me dieron la libertad de poder crear todo ese mundo.
Limítrofe, la pastora del sol se presenta los domingos a las 16 hs en el Teatro El Popular, Chile
2080, CABA.