Elizabeth Knight Britton: Superbotánica entre musgos y líquenes

Por Carolina Martínez Pulido, para Mujeres con Ciencia

Elisabeth Knight Britton

El 9 de enero de 1858 nacía en Nueva York una niña que, con el tiempo, pasaría a formar parte de las/os botánicas/os estadounidenses más destacadas/os de finales del siglo XIX y principios del XX: Elizabeth Gertrude Knight, una de las cinco hijas de James Knight y Sophie Anne Compton. Tal como ha narrado la naturalista del mismo origen, Marcia Myers Bonta, la familia Knight se trasladó a Cuba, donde gestionaban una fábrica de muebles y una plantación de caña de azúcar en las proximidades de Matanzas, el lugar en el que pasó  Elizabeth la mayor parte de su infancia.

Durante su estancia en la isla caribeña, en compañía de su padre -que era un gran aficionado a la flora, la fauna y la geología- y de sus hermanas, realizó frecuentes paseos por el campo, costumbre que pronto despertó en Elizabeth un gran interés por los organismos vivos. En esos años adquirió el dominio del castellano, que posteriormente le resultaría muy útil en sus exploraciones botánicas en Cuba y Puerto Rico. Adolescente se trasladó a Nueva York, donde asistió a una escuela privada, dividiendo su tiempo entre Cuba y esa ciudad norteamericana. A los 17, en 1875, acabó su bachillerato con excelentes notas y, tras graduarse, ejerció de profesora de ese mismo colegio hasta 1885.

La joven docente compartía entonces su trabajo con una clara vocación por el estudio de las plantas, lo que la llevó a incorporarse en 1879 a la Sociedad de Botánica Torrey, que había sido fundada en 1867 (la más antigua de América). Poco después, en 1881, publicó su primer artículo científico en el Boletín de esta institución. Allí desplegó sus observaciones sobre la aparición de flores albinas en vez de coloreadas en dos especies de plantas. Como quedó registrado en un diccionario sobre destacadas mujeres americanas (Notable American Women: A Biographical Dictionary 1607-1950), desde 1886 hasta 1888, Elizabeth G. Knigth fue la editora de aquel Boletín.

A los 27, en 1885, se casó con el geólogo Nathaniel L. Britton  (1859-1934), con quien compartía ese gran interés por la botánica. Después de la boda, la científica renunció a su trabajo como profesora, y se incorporó a la Universidad de Columbia (en aquel tiempo, Columbia College) con un cargo no oficial y sin sueldo. Allí se dedicaría a la pequeña colección de musgos con que contaba este centro de estudios.

Elisabeth Knight Britton, 1886

Marcia Myers Bonta anota que, en este cargo, Elizabeth Knight Britton consiguió ampliar la colección de Columbia mediante acertados intercambios con otros centros, además de adquirir diversas colecciones y realizar un intenso trabajo personal de campo. Tras una serie de apropiadas decisiones de gestión, el herbario de Columbia experimentó una notable expansión tanto por la calidad y la cantidad de sus ejemplares como por su buena organización. A partir de esas fechas,  Knigth Britton empezó a especializarse en las plantas que se convertirían en la principal materia de trabajo a lo largo de toda su vida: las briofitas.

Valga recordar que estos vegetales -técnicamente,  Bryophytas- son pequeñas plantas terrestres que incluyen mayoritariamente a los musgos y las hepáticas. En la página web del New York Botanical Garden, se describe su importancia en las rocas o en lugares devastados, ya que ayudan a crear las condiciones del suelo adecuadas para el establecimiento de organismos mayores. También proporcionan el hábitat para seres vivos de menor tamaño como las algas, cianobacterias y animales pequeños. Las briofitas abundan en los bosques tropicales húmedos y en los bosques boreales, donde pueden formar una proporción significativa de la biomasa. Se estudian junto a los líquenes debido a sus semejanzas en la apariencia y en el nicho ecológico en que viven.

Impulsada por su gran deseo de ampliar conocimientos, durante 1888 Elizabeth Knight Britton viajó junto a su marido a Inglaterra. Aquí se incorporó a la prestigiosa Sociedad Linneana de Londres, dedicando su atención principalmente al estudio de la rica colección de musgos con que contaba esa institución.

Durante esta estancia en el Reino Unido, según Myers Bonita, Elizabeth, intensamente inspirada por la excelencia del herbario del Jardín Botánico de Kew, por su biblioteca y por sus hermosos jardines, alimentó un claro objetivo: organizar una institución de estatura semejante en Nueva York.


De retorno a su país, en octubre de 1888, la talentosa botánica demostró que sus intereses no estaban limitados al trabajo de laboratorio: también poseía habilidades como gestora con capacidad de negociar. Exhibiendo una notable determinación, optó por convocar una reunión de la Sociedad de Botánica Torrey y, tras largos debates, consiguió que en 1891 diversos ciudadanos neoyorquinos ricos y prominentes aceptaran participar en el establecimiento legal del Jardín Botánico de Nueva York. En 1896, Elizabeth Knight Britton lograba su propósito, al tiempo que su marido, Nathaniel, era nombrado el primer director de la nueva institución.

Durante los primeros diez años desde su fundación, Elizabeth resultó la persona que más fondos conseguiría para la organización y gestión del importante Jardín Botánico. Éste fue abierto al público en 1900, y muy pronto se convirtió en uno de los centros punteros de la investigación botánica de los Estados Unidos. Mediada la década de 1890, el valioso herbario de la Universidad de Columbia se transfirió al Jardín Botánico, enriqueciendo con su colección de briofitas la variedad de especímenes ya obtenidos por la científica (New York Botanical Garden, 2014).

EKB fue nombrada en 1899 conservadora del Jardín, aunque seguiría con un cargo no oficial y sin salario, pues solo se le permitió participar como voluntaria. Pese a tan clara discriminación con respecto a sus compañeros varones, esta brillante científica desplegó un dilatado abanico de actividades, logrando que la briología alcanzara una posición destacada en el programa de investigación del Jardín Botánico de Nueva York desde sus comienzos.

La perseverante experta, con su excepcional capacidad como gestora y habilidad para reconocer y adquirir valiosas colecciones de plantas, reunió una impresionante cantidad de briófitas que engrosaron la rica lista del Jardín. El resultado quizás más importante fue la compra en 1893 de la colección de musgos procedente del herbario de briólogo suizo August Jaeger (1842-1877). Para esta adquisición, tal como se describe en Bryology at the New York Botanical Garden, persuadió a sus amigos adinerados a que contribuyeran hasta alcanzar los 6 mil dólares que necesitaba.

Elisabeth Knight Britton también clasificó la importante colección de plantas que había legado al Jardín el médico, botánico y explorador estadounidense, Henry Hurd Rusby. Se trataba de ejemplares que el científico había recolectado en Bolivia entre 1885-1886. Tras una extensa investigación, que incluía estudios comparados con especímenes de Kew y de otros lugares, así como consultas a diversos briólogos, en 1896 la investigadora publicaba un excelente listado de las plantas recolectadas por Rusby.

El interés de Elizabeth Knight Britton en que el Jardín Botánico contara con valiosos especímenes se mantuvo durante todo el tiempo que duró su gestión. En 1906, logró comprar la colección de una gran autoridad en briofitas, el británico William Mitten, coleccionista quehabía reunido más de 50 000 especímenes de briofitas procedentes de todo el mundo. Solo tras su muerte, y a instancias de la científica, el Jardín Botánico logró adquirir ese magnífico conjunto de plantas.

Señalemos a título informativo, que en la actualidad el herbario del Jardín Botánico de Nueva York alberga la colección más importante de briofitas del mundo, en términos del número de especímenes con que cuenta y la calidad de los mismos. Siguiendo el proyecto de Elizabeth Knight Britton, por ejemplo, en 1945, el Jardín adquirió el valorado herbario de la Universidad de Princeton, según la página web del New York Botanical Garden.

La emprendedora científica, además de sus trabajos de investigación y gestión, realizó productivos viajes a distintos lugares de los Estados Unidos con el fin de recolectar especímenes de su país, algunos poco o nada conocidos. Igualmente,  emprendió junto a su marido más de veinte viajes a las islas del Caribe recolectando un elevado número de valiosos ejemplares. En el Boletín de la Sociedad Botánica Torrey publicó entre 1913-1915 varios artículos con su nombre sobre sus propios hallazgos en las islas. Además, escribió los capítulos relacionados con los musgos en los libros de su marido; Flora of Bermuda  (1918) y The Bahama Flora (1920).

Bajo el incansable impulso de Kinght Britton, en el Jardín Botánico se iniciaron programas de exploración; esto es, viajes realizados para crear inventarios sobre la diversidad vegetal existente en distintos ecosistemas. Principalmente consistían en estudios realizados en Sudamérica, la mayoría en bosques lluviosos situados a lo largo de la costa atlántica de Brasil y en las zonas bajas de las montañas de los Andes. En algunos casos, llegaron a otros continentes.

Placa sobre la roca de Elizabeth Knight Britton

Elizabeth dejó constancia por escrito de sus investigaciones en numerosos artículos en revistas de prestigio, alrededor de 350 a lo largo de su vida. Llegó a ser una acreditada botánica internacionalmente respetada, y la comunidad científica ha reconocido sus contribuciones nombrando a quince especies de plantas y a un género de briofitas (bryoffitonias) en su honor.

Elizabeth Knight Britton se destacó por su activa defensa del mundo natural. Fue la principal fundadora en 1898 de la Sociedad Americana de Briología, y su presidenta entre 1916 hasta 1919. A través de diversas publicaciones realizadas y de numerosas conferencias, ayudó a elaborar una serie de medidas para la conservación de las plantas silvestres incluidas en la normativa de la ciudad de Nueva York. En este contexto, lideró exitosos movimientos dirigidos a salvar ejemplares silvestres en peligro de extinción en su país.

En 1934, la extraordinaria botánica fallece  de un ataque cardíaco. En su memoria se ha colocado en el Native Plant Garden, situado en el Jardín Botánico de Nueva York, la llamada Roca de Elizabeth Knight Britton, un monumento de piedra que lleva una placa con el nombre de la científica y una leyenda agradeciendo sus incontables contribuciones

 

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

 

Artículo original publicado en la web Mujeres con Ciencia.