Cristina Piña: La elaboración de los estadios del tiempo

Por Reina Roffé


Numerosos galardones avalan la trayectoria de Cristina Piña. Poeta, ensayista, profesora universitaria y traductora del inglés y del francés. Cuenta con más de ciento cincuenta obras y pieza teatrales traducidas para diversas editoriales. Ha publicado, hasta ahora, trece poemarios -el último lleva por título Estaciones del yo (Editorial Vinciguerra, Buenos Aires, 2021)- y también trece libros de crítica literaria. Es autora de la primera biografía de Alejandra Pizarnik, que dio a conocer en 1991 en la colección “Mujeres Argentinas” de editorial Planeta. Otro de sus títulos sobre esta autora es Alejandra Pizarnik. Biografía de un mito, que escribió en colaboración con Patricia Venti (Lumen, Buenos Aires, 2021). Profesora Emérita de la Universidad de Mar del Plata, recibió el Premio Konex de Platino como traductora (2014), el Premio Konex por teoría literaria (2006) y el Diploma de Honor Domingo F. Sarmiento del Senado de la Nación por su trayectoria (2011), entre otros reconocimientos y becas que le depararon su poesía y sus ensayos.

Su nuevo libro de poesía, Estaciones del yo, está organizado según distintos períodos o estadios de su tiempo interno: Invierno, Verano, Otoño. ¿Qué pasó con la Primavera?

- La Primavera faltó porque para mí es la estación de la esperanza, la mirada hacia el futuro y los proyectos concretos -a diferencia del Verano, por ejemplo, que es de realización directa-, y no encontré en mis poemas del momento —el libro lo armé en 2018— ninguno que respondiera a ese estado de ánimo.

Abre el poemario con una cita de Jacques Lacan. ¿Es eso para usted la poesía, lo que dice el psicoanalista y teórico francés? ¿Indagar allí, en ese pozo profundo que incluso puede suscitar miedo?

- Sí, justo por eso elegí la cita, que dice exactamente “Pienso en lo que soy allí donde no pienso pensar”. Para mí la poesía es un gran desafío y, en cierta forma, un salto en el vacío en el cual aparece -o no- la palabra poética. Además, también aludo a cómo se da en mí el surgimiento del poema. Porque yo nunca me “pongo a escribir un poema”: el poema se apodera de mí bajo la forma de un ritmo, una musicalidad cuyo sentido más racional desconozco. Y a medida que voy escribiendo, surge ese “pensar” al que metafóricamente alude la cita de Lacan. Dejarse caer en ese pozo oscuro produce miedo. Por eso, también hay una proporción importante de valentía en escribir poesía. No solo en mí, sino en todos los que se atreven. La poesía es un riesgo. Algunos caen destruidos, otros logran hacerlo, tal vez con menos potencia que la de quienes se precipitan y dan el salto.

“Invierno” contiene los Poemas de la Ira o de la verdad sin cortapisas, se podría decir, si tomamos en cuenta la frase de Cicerón que usted emplea para comenzar este segmento: “Somos más sinceros cuando somos presa de la ira, que cuando estamos sosegados”. ¿De dónde surge esa necesidad de ajuste con la realidad?

- Probablemente esa necesidad de enfrentarme con la realidad sin cortapisas surja de la perspectiva que da el tiempo, ya que no es algo habitual en mi poesía acercarme a ella y a esa voluntad de buscar una forma de verdad. Por eso creo que, seguramente, me llegó un momento en la vida en que ese disgusto acumulado, esa especie de confrontación con lo real quiso salir y manifestarse. Confieso que fue algo excepcional, pero los poemas igual que siempre no surgieron de una voluntad consciente, sino que se me impusieron. Desde ese punto de vista, no me propuse decir verdades, sino que mis verdades aparecieron solas, también envueltas en ritmos y musicalidad, si bien en muchos poemas estos son menos evidentes que en mi poesía habitual, aunque nunca faltan.

¿Es el hombre el lobo del hombre, como dice Thomas Hobbes?

- Cuando lo miramos desde el punto de vista político y social, tomando en cuenta la historia, aunque solo sea la del siglo XX y la parte transcurrida del XXI, sí, creo que lo es. Por supuesto, no niego la solidaridad, la bondad de la que es capaz el ser humano inserto en lo social, pero cuando uno mira descarnadamente los acontecimientos de ambos siglos, no puede sino recordar dolorosamente a Hobbes.

Comienza este segmento con un poema fuerte, eurítmico, que se titula “Mañana marital”. Hay rabia y discusión. Palabras enlazadas que explosionan. ¿Se puede pensar en un homenaje a Oliverio Girondo, a quien también cita?

- Sí, estoy de acuerdo con que es un poema fuerte y donde estalla esa ira a la que alude el título de esta primera parte. También es un homenaje a Girondo, que para mí es uno de los más grande poetas argentinos del siglo XX por la libertad que se tomó —y que nos legó— con las palabras, esa creatividad incesante y esa musicalidad que envuelve todo lo que escribió. Ya dije que a mí me importa mucho la musicalidad y desde ese punto de vista Girondo no tiene parangón. Por esa admiración y esa voluntad de homenaje también lo elegí para abrir el libro.

¿Se siente adscripta a la poesía vanguardista argentina?

- Admiro profundamente a los vanguardistas argentinos, pero no puedo decir si mi poesía se adscribe o no a la vanguardia, porque pese a que soy crítica literaria, me resulta muy difícil caracterizar críticamente mi propia poesía. Como lo he dicho muchas veces: en tanto que escritora no puedo juzgar mi propia obra: lo único que puedo hacer es escribirla.

Portada de Estaciones del yo

En “Verano”, en cambio, la realidad que enerva y encoleriza se disipa con el paisaje casi onírico del Delta del Paraná. Todo es silencio, despertar, mañana, canto de los pájaros. ¿Es el segmento que hace de contrapunto sosegado entre una parte y otra?

- Sí, “Delta del Paraná” —el Verano— es el gran contrapunto de los Poemas de la Ira del Invierno por el fenómeno de profunda identificación con la naturaleza, que me caracteriza. Pocas cosas me producen tanta sensación de plenitud y de serenidad como la naturaleza y en especial el paisaje del Delta, con sus árboles y plantas acompañados por el fluir del río. De manera que me identifico profundamente con ella. Además, a diferencia de la escritura de la primera parte, que se realizó a lo largo de un período de casi doce años en los que fui escribiendo un poema y pasado mucho tiempo otro del mismo tenor, ésta la escribí casi de una sentada a lo largo de un mes durante mi estadía de verano en el Tigre. Eso creo que, además, le da la unidad que tiene.

El poema “Delta del Paraná” está dedicado al escritor Rodolfo Godino. ¿Qué significó su poesía para usted? Es un poeta poco nombrado.

- Lamentablemente, Rodolfo Godino no obtuvo el reconocimiento que merece, a pesar de haber ganado premios importantísimos y tener una obra amplia y cada vez más refinada y hermosa. Pero nos hemos acostumbrado a que sea así: los pocos poetas que se acercan a los medios tienen reconocimiento, a los otros solo los valoramos otros poetas. Desde mi punto de vista, la poesía de Godino se cuenta entre las más importantes de la segunda mitad del siglo XX y para mí significó siempre un modelo a seguir por la austeridad y la perfección de su trabajo formal y por su forma de abordar los temas que recurrían en su poesía de manera sesgada y llena de sugerencias. Sí, fue una figura modélica para mí.

“Otoño” se corresponde con “Mester de Poesía” en su libro, cuando dialoga sobre el oficio con la poeta y filósofa belga-española Chantal Maillard. ¿Por qué ella?

- El diálogo con Chantal Maillard obedece a que la considero la poeta viva más importante de la lengua castellana. Sin duda, para mí es un ejemplo por la elaboración de sus temas y su trabajo formal, que van transformándose a lo largo del tiempo. Además, me atrae especialmente el que sea a la vez filósofa y que logre articular en sus primeros libros toda la sensualidad de su percepción poética con un pensamiento filosófico que nunca interfiere con lo estrictamente lírico, sino que se poetiza. Al avanzar en su obra, esa sensualidad se va transformando en una dicción seca y de extrema austeridad, pero donde surge otra musicalidad casi mordiente que se articula a la perfección con el cambio en su pensamiento sobre la conciencia y sobre el lenguaje en general.

Usted fue la primera biógrafa de Alejandra Pizarnik con un libro revelador que se publicó en la Argentina en 1991. Luego, vinieron otros en colaboración, como Nueva correspondencia Pizarnik, que editó con Ivonne Bordelois en 2014 y el más reciente, Alejandra Pizarnik. Biografía de un mito, con Patricia Venti. ¿Hay más proyectos que incluyan a la autora de Extracción de la piedra de locura?

- Tengo muchos libros sobre Alejandra, a los que agregaría dos más de crítica literaria y una edición de su poesía anterior a la definitiva que se publicó en Lumen en el 2000, por lo cual creo que mi vinculación crítica con Alejandra, en cierta forma, ha terminado. No tengo proyectos ni intención de formularlos para más adelante. Pero, al mismo tiempo, no confío del todo en esa decisión, porque cuando terminé la primera biografía de 1991, pensé que ya no escribiría sobre ella y le siguieron cuatro libros más. Tal vez quepa pensar que una biografía deja muy agotado, sobre todo cuando se apoya en una cantidad tan enorme de material como Biografía de un mito. Aunque trabajé con Patricia Venti, la escritura concreta corrió por mi parte y eso cansa mucho. Es decir, que ya veremos.


¿Qué es lo que sigue fascinando de esta poeta, que se lee más que nunca?

- Me sigue fascinando la perfección que alcanza en sus poemas, así como el crecimiento constante de la autora, que se da de un libro a otro. En Alejandra hay un trabajo sobre el lenguaje casi obsesivo y eso se nota en los cambios que va haciendo del poema breve al poema en prosa extenso, en una experimentación poética constante. Además, su forma de tratar temas como la falta de amor, el enfrentamiento constante con la finitud, la noción de otra vida que no nos traicione como ésta, la aspiración al absoluto, la ontologización del lenguaje poético, la fe y luego la desilusión con la capacidad de la poesía de rescatar lo existencial, me conmueven profundamente.

¿Con la madurez la poesía se vuelve más filosófica que amorosa? ¿Le ha pasado esto a usted con Estaciones del yo?

- Creo que, con los años, lo filosófico se impone. Ya hemos vivido el amor —por más que sigamos teniendo a alguien amado al lado— y la cercanía progresiva del final de la vida nos lleva a reflexionar casi sin darnos cuenta sobre los temas existenciales y trascendentes que han ido creciendo dentro de nosotros, a veces sin que lo hayamos percibido con mucha claridad. Y emergen en el poema, que muchas veces nos sorprende por los temas que van surgiendo en él. A mí me ocurrió así con Estaciones del yo, donde la inclinación hacia lo filosófico predomina, a pesar de que no haya tenido conciencia de esto a medida que lo escribía.

 

A continuación, una selección de poemas del libro Estaciones del yo

 

INVIERNO. POEMAS DE LA IRA

Mañana marital

La baba tartamuda,
adhesiva,
viscosa

Oliverio Girondo

Pulsátil, fofo, pantanoso:

no hay palabras precisas

para nombrar, hacer esquina

en esa vaporosa

miasma interior,

en ese barbotar del yo fundido

que se deshace en charco,

que funge y funge

y no consigue

–encorsetado o prieto,

puntilloso o herido–

ponerse de pie sobre una voz

y responder el reclamo del otro.

 

Palpable plasta, plexo

que sale del adentro

donde todo se enfermiza

y se cochambra,

donde el filo del yo

—de la razón el predio—

funge y se frunce,

cae hacia adentro y se hace

baba que barbota, brota y fluye.

 

Fungido flato, fiebre

no hay corsé que se lo embista,

que lo vista y lo enderece:

cuerpo de rigidez

razón de inteligente ser

que pena y pena porque

el pantano del vapor hediondo

no se dice,

porque el humo del adentro feral

no se llena de ballenas y se erige

en mujer discutiendo

su futuro amoroso y sexual

con el hombre que a su lado

lanza la baba de su desazón,

la vieja baba obscena

del desacuerdo entre el cuerpo y la razón,

           la ilusión y el sentido,

que hiede en la mañana marital.

 

Fosco, chorreado blablablá

no se encorseta, no,

no se, inconsútil, convierte

en razones de divorcio o de amor:

plural de pantano, flato tanto,

no se resuelve en voz

que recita las tablas de la ley,

razones implacables

de un cuerpo chorreado, irracional,

plantita aplastada y más,

cuerpo que sólo sabe de su flujo

y su sufrir, su fofo

pulsátil pantanoso dolor,

su moribundo tacto.

 

 

* * *

 

                                                Diatriba

Discurso o escrito acre y violento contra alguien o algo.

Diccionario de la R.A.E.

Pero hágame el favor:

cómo se puede quedar así

—impertérrito / de mármol—

cuando aquí la sangre corre

como agüita de manantial

el peso de la muerte

                                                                la mentira

                                                                                la pobreza

nos tiene de cara a la pared

asqueados de tanto hedor

                                                tanta ilusión petrificada

                                                 pura pena.

 

Sepa que me enferma,

me saca cuerpo afuera

verlo así:

                                ícono inalcanzable

                                que espera postración  

                                                                                 adoración

                                                                                                entrega

—si algo nos dobla las rodillas

es el miedo, la miseria,

los disfraces del mal que

roe el cuerpo,

destruye lo que nos

rodea—.

 

Vamos, que a mí

ya no me engaña:

¿en serio cree que los quemados

por la vida, marcados por

el cáncer, la guerra, las matanzas,

la hipocresía del tirano,

el virus o la lepra

se acuerdan de usted

para algo más que

maldecirlo?

 

Más le valdría mirarnos

un poco,

aceptar el zafarrancho

donde nos ha metido,

enderezar lo que se pueda

y en un tris de dignidad

dejarse arrastrar

por el declive del cuerpo.

 

Hágame caso:

hace tanto como usted

que estoy aquí

pero del otro lado.

 

*  *  *

 

VERANO. DELTA DEL PARANÁ

 

Canto de los pájaros

Siglo tras siglo ha sido igual:

un pespunte de sonido,

un crepitar,

sin embargo parece flamante,

inventado para el oído

que lo alcance a distinguir.

 

 

Canto de los pájaros II

No, no me cantan a mí,

mujer que escribe

en estado de suspensión;

es el idioma originario,

idéntico a sí mismo

que ha sonado

desde toda la eternidad.

 

Y, sin embargo,

me cantan a mí.

 

*  *  *

 

OTOÑO. MESTER DE POESÍA

Piel

Las palabras también sufren en la piel el paso del tiempo.

Víctor López Zumelzu

 

No es sólo la nuestra

la que se cuartea

se pliega y niega

que una vez fue elástica

deseable

que una vez ondulante

—oropéndola en celo—

se paseó por las tierras

del universo y dijo

“Ésta es la realidad”.

 

Porque a esa palabra

que como guijarro rodaba

por la boca

también le han salido surcos

que la llevan a tropezar

   dudar

  temer

no animarse a pronunciar

 

“realidad”

 

como si el ruido de las vibrantes,

   el fluir de las líquidas acuosas,

   el golpear de las dentales

hubiera tropezado

con la arenilla surgida

de un áspero saber.

 

Y cuando la palabra

se atasca,

cuando aparece la arruga

sobre su piel

algo en el rostro

también se ha rasgado:

 

pieles a dúo

en su impulso feroz y

claudicante.

 

 

*  *

 

Jubilosa cofradía

 

Júbilo de la voz

acorde que surge suavecito

en la garganta

se apodera de la boca para cantar

estoy sola

estoy sola

he nacido

para estar

     en el costado brillante del silencio

     en la límpida mudez del alma

para poder cantar

 

Toco con dedos de gasa

el papel satinado

que llama a navegar

a tender la pluma/ vela

sobre el mar de los poetas

amados

                                                                reescritos

                                                                bendecidos.

 

Júbilo de la voz

que rodea con cadencia

temerosa y osada

las voces de los amados más

los siempre eternos

Eliot Alejandra Mallarmé

el médico que traza con pluma de pediatra

lo real

y Amelia y Olga y Juarroz

tocados por mi voz para sumarse

al coro jubiloso donde estamos solos

solísimos

cantando con la voz

             nuestra voz

hecha de trozos

             de retazos

gozosa porque ya nunca

soledad

 

Júbilo de entrar en la austera

compañía de los que antes ya

mis santos profanos de la pluma

y el papel

                Chantal San Juan Roberto

                Horacio y aquella voz radiante 

                de Virginia que ganó la novela

                para la cofradía de los pobres

                                                                los marginados

                                                                los poetas.

 

Santa entre las santas

madre Cabra

adonde todas venimos a beber

a brindar con vos y con los otros

los bellos

los hambrientos

los siempre expulsados

de la realidad.

 

Mentida soledad

donde estamos los devotos

de la pluma y el papel

los siempre ajenos.