Mari Trini: ni paloma blanca ni señorita tranquila y sencilla

Por Guadalupe Treibel

Mari Trini, 1978

Todavía faltaban cuatro años para que Franco muriese y, con él, una dictadura que, a través de nefastos personajes como la falangista Pilar Primo de Rivera, entendía que “a las mujeres les falta el talento creador, reservado por Dios para inteligencias varoniles”. Al lastre de la feminidad impuesta que exaltaba la imagen de sumiso ángel del hogar, de chica florero pero hacendosa, respondía una joven cantautora con sobrados bríos: “Esa no soy yo”. Yo no soy esa que tú te imaginas, entonaba sugerente Mari Trini, ni paloma blanca que te baila el agua, que ríe por nada diciendo sí a todo. El año era 1971, y ella cantaba como si tal cosa un tema que esquivó la censura franquista por su ambigüedad y aparente ligereza, aunque las más avispadas leyeran entrelíneas y elevaran el tema a himno. Himno feminista, desde luego, para la generación de la segunda ola, también para las que vendrían más tarde.  

A tal punto la permanencia que Yo no soy esa, el tema en cuestión, arrasa desde hace ya un tiempo en España, y eso que su autora partió al otro barrio hace más de una década. Puede que en parte haya influido Todos mienten (2022), una serie de misterio de esas latitudes, muy vista, muy elogiada, cuya banda sonora es furor por abrazar canciones emblemáticas de leyendas del pasado, de artistas como Marisol, Karina, Paloma San Basilio, María Jiménez y, por supuesto, Mari Trini. Aunque, todo sea dicho, es bastante habitual que la sociedad española -incluso jóvenes cantantes y compositoras del panorama- tengan respeto por sus iconos, que a menudo son homenajeados/as con versiones como las que ofreciesen -de la canción de marras- Rosa López en clave dance, La Húngara con tintes flamencos o, más recientemente, La Bien Querida, nom de plume de la bilbaína Ana Fernández-Villaverde, que asimismo versionara estupendamente Soy Rebelde, de Jeanette, en 2020.


También es cierto que el año pasado más de un/a melómano/a recordó el tercer, gran disco de la murciana, a medio siglo de su lanzamiento: Escúchame, de 1971, suceso en el mundo de habla hispana, que incluía Yo no soy esa. Tenido por muchos como su obra maestra, el LP llegó con temas prestados como Milord, compuesto por Georges Moustaki para Edith Piaf; Me marcharé, versión de Je partirai, de Becaud; el bolero mexicano Que seas feliz; y el lamento de José Alfredo Jiménez Ayer. Los demás son temas de MT, de pluma elegante, poesía sensible sin sensiblería: la arrebatadora balada Escúchame; la intimista Yo confieso; o la atormentada Seré silenciosa, que escuchadas con el diario del lunes…

“Había que insinuar y hacerlo con metáforas”, ofrecería la propia Mari Trini sobre años en los que regía la ley de peligrosidad social, que -según explica el diario El País- “declaraba como peligrosos a los vagos, a los proxenetas, también ‘a los que realicen actos de homosexualidad’; dicho de otra manera, declararse lesbiana no era una decisión que una mujer pudiese tomar”. Ella mantenía firme la sonrisa, no perdía los papeles cuando periodistas la atosigaban con preguntas del corazón (“¿un romance, un flirt, un señor?”), la tachaban de áspera, de solitaria, la acusaban de guardar un secreto. “Sí que tengo un secreto: soy muy optimista”, la veloz respuesta de la mujer a la que no le quedó otra que ser reservada y que, por 4 décadas, mantuvo a resguardo su relación con la que -de cara al público- era su secretaria personal, Claudette Loetitia Lanza.

“Cuentan que soy arisca, solitaria, antipática… Falso. A lo que no me presto es a romances inventados, a trucos publicitarios, como hacen otros colegas”, destacaba quien, ni dócil ni complaciente, dejaba clarísimo que “mi vida particular es mía”.  

En 1967

Hay que decir que, de niña, las pasó canutas: con 7 años sufrió una nefritis crónica que la tuvo en cama hasta bien entrada la adolescencia. “Solo sé que ingresé en aquella habitación como una niña y salí con sostén”, contaría de grande, declarando que, de muchachita, fue “tozuda y radicalmente independiente”. Y que sacó provecho de estar postrada “para leer por puro placer, estudiar bachillerato y música, escribir”. Por reiteradas infecciones, la operaron varias veces “de la garganta, la cabeza, los oídos… Mi boca quedó algo torcida desde entonces”.

Probó suerte -sin suerte- como actriz en Londres en los 60s, apadrinada por el director Nicholas Ray (Rebelde sin causa, Johnny Guitar) para que estudiara actuación en Londres pero él “se esfumó” cuando viajaron de UK a París. Igualmente ella se quedó unos años, “me lancé a cantar en las terrazas del Quartier Latin, donde conocí a personajes conmovedores, como Jacques Brel, con quien charlé un día mientras le dábamos a la cerveza”. También grabó en francés un puñado de EPs con la Pathé-Marconi. Entre esas canciones estaba Ce n’est pas moi, de 1965, que escribió “influenciada por los grandes de la chanson y el pop de Françoise Hardy”, según la crítica. En el ’71, la traduciría al castellano y así fue cómo Ce n’est pas moi se convirtió en… Yo no soy esa.  


Volvió a España a fines de los 60s al morir su padre y, entonces, la explosión. A su primer, epónimo larga duración le fue regular, pero la pegó con el segundo a niveles estratosféricos. Amores, de 1970, tuvo un éxito apoteósico: 52 semanas en el top 10 de discos más vendidos de España, con hits como Vals de otoñoDéjameCuando me acaricias… Todavía hay álgidas disputas sobre si Amores o Escúchame es el mejor trabajo de quien naciera María Trinidad Pérez de Miravete-Mille y Pascual de Riquelme en el ’47 en una familia acomodada, católica, conservadora.  

“Mari Trini, la primera mujer en salir al escenario de la Televisión Española en pantalones, un atrevimiento que le valió muchas críticas y suspicacias”, recuerda un artículo reciente de SModa. “Dime la verdad, ¿no te hubiese gustado nacer varón?”, el asedio de la prensa machista, que la tachó sin miramientos de marimacho por negarse a la moda ye-yé y a la minifalda. La pollerita, explicaba la ingobernable MT con su voz rasposa, no era práctica; prefería los vaqueros, la ropa holgada que no distrajera de lo que importaba verdaderamente: la música.

Con altibajos, siguieron los discos, en distintos géneros, con más y menos arreglos. También los cambios de estilos en la moda cambiante: pasó por el esmoquin, por el vestido con escote, por el desnudo en los 80s para una portada de revista Interviu.

En la que sería una de sus últimas apariciones públicas, en 2008, recibió de su Murcia natal el premio “Lucha por la Igualdad” “por retratar a través de sus melodías las carencias, problemas y desigualdades de la mujer”. Murió al año siguiente, en 2009, quien se reconocía fan de los motores, la mecánica, los coches de carrera. Del piano. Del cine. Y claro, de la poesía.