Por Carla Leonardi
El nuevo trabajo de la realizadora paraguaya Paz Encina, Eami (2022), es toda una experiencia inmersiva para el espectador. La directora se sirve de registros de voz de diversos representantes del pueblo originario de los ayoreo en el Gran Chaco, del montaje de diferentes tomas del entorno natural y de imágenes de ficción, a las que dota de unidad a través de la voz en off de la protagonista, para narrar la experiencia de profunda pérdida y dolor que significó la diáspora de este pueblo a partir de la llegada del colonizador. El resultado es un film delicado y singular, que hibrida la ficción, el documental, la ensoñación, la fábula (aunque sin su intención didáctica y moral) y el canto poético.
En el comienzo hay unos huevos en el suelo
árido que resisten al paso del tiempo, y la voz en off nos cuenta el mito del
origen del mundo ayoreo (creado por una deidad pájaro con forma de mujer) y
cómo ese mundo cambió con la llegada de los llamados “coñone”, es decir, los
insensibles.
A partir de allí, como hilo conductor del
relato, la directora se sirve de Eami (Anel Picarenai), una niña en una suerte
de estado de conmoción profunda sobre cuyo cuerpo el chamán realiza diversas
maniobras para que pueda sanar y despertar. Encina consigue, en el juego entre
voces e imágenes, el efecto de un viaje al interior de su mente, donde atesora
los paisajes de su tierra (ahora desolados y tristes), y las memorias de su
familia y de su gente, cargadas del dolor del exilio, de la separación y de la
muerte. Se trata de una herida acaecida en tiempos de la colonización, pero que
sigue aconteciendo hoy día, como bien apunta al insertar una foto de los restos
de la cultura originaria, quemados por el fuego del progreso civilizador y
saqueador, que data de noviembre de 1994.
Entonces, esa niña que yace latente al despertar cobra el sentido simbólico-religioso de la muerte y el renacimiento, del ave que resurge desde las cenizas; de la memoria y la lucha que resisten en pos de un reconocimiento digno, en medio de tanta crueldad humana. Eami es un potente esfuerzo de poesía que logra hacer pasar desde el sonido y la imagen paisajística, lo indecible del horror y el aliento vital de una posible esperanza.
Paz Encina, directora
paraguaya que estudió cine en Buenos Aires, llamó mucho la atención en 2006 con
su film Hamaca paraguaya
(coproducción de la argentina Lita Stantic, la francesa Marianne Slot y la
holandesa Else Hughan), aplaudida en Cannes y merecedora de varios galardones
importantes. Luego de realizar varios cortos, volvió al largometraje con Ejercicio de memoria (2016), rodada en
Empedrado, Corrientes, sobre Agustín Goibiru, el desaparecido dirigente
político de Paraguay, presentado en el Festival de San Sebastián, también premiado.
En el reciente Bafici, la destacada cineasta participó con Eami.
Artículo originalmente
publicado en A Sala Llena. Para acceder
a la nota en la mentada web, dar click aquí.