Malquerida

Por Diana Fernández Irusta

Tengo un cuerpo en la herida,
de Romina Chuls

Querían a los hijos de las otras

Pero no a mi hija,

dice la octogenaria.

 

Me mira,

Levanta el índice

Achica los ojos

Lanza el dardo conocido:

“Querían a los hijos de las otras pero no te querían a ti”

 

Y se abre la compuerta

Irrumpe el rosario

 

Cuenta por cuenta el oratorio

 

Padre nuestro que estás en los cielos

Tu tía no te quería

Ave María purísima

La mujer de tu abuelo tampoco

Santificado sea tu nombre

Tu abuela te prefería lejos

Sin pecado concebida

Mi cuñada te odiaba

 

Cuenta por cuenta el rosario

De las tardes de domingo

Televisor blanco y negro que viró al color

Restos de empanada gallega

Nueras y suegros, esposos y concuñadas

Todos en ronda

Junto a la mesa del comedor

Cacareos varios

A escasos metros del lugar donde los chicos

nos atragantábamos de comida

 

Me mira con saña la octogenaria

La viejecita adorable

Mi madre, que desgrana las cuentas

 

Dios te salve María

A ti no te trajeron nada cuando volvieron de España

Bendito es el fruto

La valija se abrió y había regalos

-Muchos regalos-

para los hijos de las otras

 

El señor no es contigo

 

En esos eternos domingos

De runrún junto a la mesa

Nueras, cuñadas y concuñadas

Masticaban sus odios lentos

El odio inevitable

Carne de la carne de la concordia familiar

 

Y mi madre aún hoy

Cuando ya no hay mesa de domingo

Ni suegros ni nueras,

Ni esposos ni concuñadas,

Sigue musitando el rosario del odio

 

Regalitos que no se trajeron

Palabritas que no se enunciaron

 

Runrún de las tardes eternas

Antes y después

Del whisky que religiosamente

Se les servía a los hombres

 

Mientras tanto, en la cocina

Se tejía la manta estrecha

Que en esta tarde como en tantas otras

Sigue asfixiando a mi madre

Hasta dejarla sin voz

 

Angel de la guarda

Ella no te quiere

Dulce compañía

La otra tampoco

No me desampares

Nadie te querrá ni de noche ni de día

ni ahora ni siempre

Ni nunca jamás