La hija oscura o el otro lado de la maternidad

Por Silvina Quintans


Se nos enseña que ser madre es la plenitud, la felicidad, la realización como mujeres. Pero ¿qué pasa con aquellas que deciden no ser madres? El cuestionamiento sigue vigente: se las acusa de egoístas, se trata de disuadirlas o culpabilizarlas, como si la maternidad fuera una obligación y no se pudiera construir otro plan de vida. Pero La hija oscura va mucho más allá y se mete con una mujer que ya tiene dos hijas, no se siente plena y toma una decisión que rompe todos los esquemas. A diferencia de Kramer vs Kramer, el clásico de la década del 70 que se centra en un tema parecido, aquí la mirada no se desplaza hacia el hombre que queda a cargo de los hijos, sino que queda fijada en esa mujer que dejó a sus hijas a cargo del marido para perseguir su deseo. Una mujer con recuerdos, contradicciones y claroscuros, que en su memoria guarda momentos felices y de los otros.

La maternidad, o mejor dicho las maternidades, porque hay tantas maneras como mujeres de experimentarla, es íntima, personal y solitaria, pero también social y colectiva, está rodeada de mandatos que muchas veces no encajan con la experiencia. Las publicidades, las tapas de revistas, los cuentos, libros y películas suelen mostrar su faceta más plena y luminosa, la de los momentos felices, las sonrisas y los juegos. Pocas veces se habla del cansancio, de la extrema exigencia, de los momentos de desesperación, soledad o frustración, porque el amor maternal debería borrar cualquier rastro de negatividad. ¿Qué pasa entonces cuando esos sentimientos afloran? ¿Nadie más los tiene? ¿Son un síntoma de que algo está mal o se trata de una sensación natural que forma parte del combo? El mandato de perfección hace que muchas mujeres se sientan muy solas y que la depresión posparto, un mal que afecta a un alto porcentaje de parturientas, sea un tema del que no se habla.

No es fácil ver La hija oscura porque se mete en contradicciones, paradojas y oscuridades sobre las que cuesta hurgar, en ese revoltijo en el que la maternidad se mezcla con el deseo o con proyectos personales que quedan afuera. Duele, además, porque detrás late otra historia que también queda afuera: la del desamparo de las niñas. Y pega porque sin llegar a esos extremos, intuimos que la maternidad transcurre en esa zona intermedia entre los estallidos de felicidad y esa región oscura en la que muchas veces sentimos que no estamos a la altura.

La novela de la misteriosa Elena Ferrante fue escrita hace treinta años, antes de que la autora se convirtiera en éxito editorial. Un tema que entonces, como ahora, continúa rodeado de tabúes.