Por Guadalupe Treibel
Obra de Caroline Walker, de la serie Housekeeping |
Lo cotidiano deviene extraordinario en la obra de la virtuosa Caroline Walker, pintora escocesa que exalta el accionar diario de mujeres de distintas edades, etnias, pasares económicos, resaltando la belleza escondida de instantes que, por lo general, pasan inadvertidos para el resto de los mortales: peluqueras que planchan la melena de sus clientas; estilistas que hacen las uñas; costureras que cosen y toman medidas… En su obra, hay panaderas que reponen mercadería; mucamas que trapean y tienden camas de habitaciones de hotel; vendedoras que hojean un libro cuando no hay clientes a la vista; empleadas que hablan por teléfono en una oficina aparentemente vacía, cuando el sol ha bajado ya.
De la serie Janet
Nacida en Dunfermline, en 1982, la artista pone en foco estos momentos
furtivos, en apariencia serenos, de damiselas en ocupaciones socialmente
“rebajadas”, mayormente femeninas, y las eleva a una condición casi heroica.
Con sus descollantes cuadros de gran escala, Walker -que actualmente vive en
Londres- dice fuerte y claro que estas escenas ameritan ser representadas, y
que sus protagonistas no solo merecen ser vistas sino valoradas.
No es de extrañar que ojos entrenados encuentren en sus cuadros cierto
parentesco con la pintura de género holandesa del siglo XVII, de autores como
Vermeer o Gerrit Dou; o bien, con piezas francesas de finales del siglo XIX, de
artistas como Manet, Dégas y Cassatt. Obras que permiten vislumbrar cómo
muchachas bordan, cosen, leen una epístola o simplemente están absortas,
meditabundas. Walker reconoce estas influencias, admite que vuelve “sobre estas
obras una y otra vez en busca de inspiración, porque admiro cómo reflejan su
época y la sociedad de ese momento. Es, al fin y al cabo, lo que intento
conseguir con mi trabajo: mostrar cómo es estar viva hoy en día”. También, desde la Argentina,
podríamos establecer un paralelo con algunos trabajos de Diana Dowek, como la
serie Un día en la vida de María Rosario.
De la serie Janet
Su interés por capturar el mundo interior femenino la acompaña desde
temprana edad, ofrece Walker, “siendo chica ya dibujaba obsesivamente a
mujeres”, recreando a chicas de tapa y también a amas de casa, a partir de
observar cómo su mamá se rompía el lomo completando labores la mar de
repetitivas. También siendo pequeña notó que la vida hiperglamorosa que
le devolvían las revistas de moda no se condecía con la imagen de su vieja,
dedicada en cuerpo y alma a las tareas de cuidado. Ese esfuerzo inestimable, de
hecho, es puesto en valor en Janet (2019-2020), una de sus
series más destacadas, donde -sin declamaciones ni subrayados- retrata a su
mamá regando las plantas, pasando la aspiradora, planchando la ropa, lavando el
baño…
“Me ha interesado pintar mujeres que hacen un trabajo vital pero
infravalorado durante algún tiempo, pero la pandemia resignificó el tema,
porque con el confinamiento la gente pudo apreciar cuántos de estos laburos
efectivamente son clave para nuestro confort, hacen nuestras vidas mucho más
fáciles”, decía meses atrás a cuento de Nearby, colección de
pinturas donde se detiene en amigas, conocidas, vecinas de su barrio, también
empleadas de comercios circundantes.
De la serie Nearby
Vale mencionar que, de ser fotografías, muchos de sus cuadros podrían
tenerse por imágenes “robadas”, por instantáneas tomadas a cierta distancia sin
que la persona lo advierta. En muchas piezas, la artista parece fisgonear desde
una puerta, o del otro lado de la vitrina, incluso cruzando la calle. De allí
que más de una voz crítica hable de “punto de vista voyeur” cuando reseña su
obra. Pero la relativa lejanía responde a otras razones; en palabras de CW: “No
intento ser intrusiva sino presentar al espectador una perspectiva que le es
habitual sobre situaciones que da por sentado, que a menudo pasa por alto”. El
tamaño de sus cuadros también tiene que ver con desafiar la pasividad de quien
observa: “Son tan grandes que dan la sensación de que prácticamente podrías
meterte en la escena, si así lo quisieras. Pretendo que las personas se
involucren, están más implicadas en lo que les rodea”.
De la serie Home
Cabe mentar que en su serie Home, cada obra iba acompañada
de un texto en primera persona, con testimonios de las cinco damas retratadas.
Creada entre 2016 y 2017, se trata de una colaboración con la organización sin
fines de lucro Women for Refugee Women, que asiste a mujeres refugiadas que
buscan asilo en Reino Unido. “Sabía que tenía que abordar este proyecto de una
manera distinta a mis trabajos anteriores, que durante años habían sido el
resultado de sesiones fotográficas escenificadas, de narrativas impulsadas por
mi invención”, cuenta Caroline, que entonces capturó a inmigrantes de Asia y
África en sus alojamientos temporales “de una manera sosegada, muy diferente al
drama que acapara los titulares de los medios de comunicación”. Aquí se detiene
en instantes efímeros, donde la calidez hogareña contrasta con la inquietud y
la ansiedad del exilio: las retrata lavándose las manos en el baño; echadas
sobre el edredón de la cama; en puntillas de pie, buscando algo en la alacena
de la cocina…
“Quería que las pinturas fueran sobre lo mundano, lo tedioso, lo banal,
mientras ellas atraviesan esta especie de limbo. Y que ellas tuvieran el
control tanto como fuera posible”, aporta Walker sobre esta obra que, a su
decir, influyó inmensamente en su metodología. Y es que, en sus inicios,
después de egresar del prestigioso Royal College of Art, en Londres, Walker
partía de puestas en escena que ella misma craneaba y montaba, dicho está.
Aunque inspirada en la vida doméstica, trabajaba con modelos contratadas y con
decorados meticulosamente dispuestos e iluminados, que primeramente
fotografiaba (a modo de registro) para luego pasar al lienzo de gran tamaño.
Desde Home, empero, su práctica viró hacia un enfoque
más documental, centrado en “la cotidianidad de mujeres reales, tanto más
interesante y compleja”. Y así, cediendo el control narrativo, llegaron sus
modistillas, sus chicas de servicio, sus limpiadoras de cuarto, sus meseras,
etcétera. Con muchas, conversa largo y tendido antes de tomar el pincel.
De la serie Birth Reflections
Que conste en actas que Caroline Walker expone con frecuencia en
galerías de UK, de Europa, de los Estados Unidos; también tiene varios
libros/catálogos publicados, acompañados por ensayos de distintos firmantes que
profundizan en su trabajo. Su más reciente serie, por cierto, pudo verse
hasta hace unos días en la Fitzrovia Chapel, capilla neogótica londinense, y se
llama Birth Reflections, producto de una residencia que llevó a
cabo en el ala de maternidad del University College Hospital. En esta
oportunidad, quita el velo al detrás de escena de dar a luz, sin dulcificar ni
demonizar, simplemente concentrándose en la labor de parteras, técnicas,
enfermeras, también del personal de limpieza; “puestos vitales mayormente
ocupados por mujeres”, hace hincapié una vez más.
“El tópico resuena especialmente en mí porque ahí fue donde nació mi
hija en 2019”, confiesa la artista, que pone el pincel al servicio de
revisaciones, ultrasonidos, partos en tinas de agua… Y prosigue: “No tuve el
mejor de los partos, algo que es bastante habitual. Por eso estaba nerviosa de
regresar al hospital, un año más tarde de lo planeado debido al covid.
Extrañamente, resultó ser de lo más catártico: me sentía mucho más segura en mi
rol como artista que en mi papel de nueva madre. Además, pude vivir en carne
propia cómo todo espacio está ligado a nuestro estado emocional y, por tanto,
nuestros recuerdos no son necesariamente el registro más confiable. Distancias
que me habían parecido enormes cuando luchaba por moverme tras dar a luz, ahora
implicaban unos pocos pasos sin esfuerzo alguno”.
De la serie Birth Reflections |