Pastillero

Elenco de El-Hakawati

Comedia clásica por palestinas travestidas

La asamblea de las mujeres, una obra de Aristófanes del año 394 AC, se presentó recientemente en Palestina, en coproducción con Francia, actuada por un elenco del Teatro Nacional El-Hakawati, en una puesta de Roxane Borgna y Jean-Claude Fall. En esta pieza utopista, el autor (más conocido por Lisístrata) propone una suerte de igualdad absoluta, que ha sido emparentada con alguna forma de comunismo (eso sí: sin abolir la esclavitud, tan usual en aquellos tiempos). En ropas contemporáneas, pero sin denominarse drag kings, las actrices lucieron con gracia barbas y vestuario masculinos, entusiasmando particularmente a la platea femenina. Obviamente, el original fue adaptado porque transcurre en una época en que la gloria de Atenas ya era cosa del pasado y los ciudadanos varones se desentendían de participar en las asambleas populares. Aristófanes exagera la nota y plantea el hartazgo de las mujeres de ser espectadoras pasivas haciendo que un grupo de atenienses tomen el poder, disfrazadas con las prendas de sus maridos, quienes a su vez, para salir a la calle, deben vestirse de mujeres porque ellas les vaciaron el guardarropas… El grupo de señoras es liderado por Praxágora, interpretada por Mays Assi.


Chrystal Wahpepah

Menú indígena a pedir de boca

Crystal Wahpepah empezó a darse cuenta, hace unos 12 años -cuando arrancó con un servicio de catering- que casi no había chefs indígenas ni sitios donde conseguir ese tipo de comida, herencia de pueblos originarios de los Estados Unidos. Desde niña, Crystal cocinaba por puro gusto en Oklahoma, inspirada por su abuela de origen Kickapoo. Y años después, su emprendimiento de comida creció a todo el vapor de sus ollas. Entrevistada por la revista npr, ella cuenta que un buen día se le dio por investigar acerca de alimentos nativos, justo cuando los de Silicon Valley y gente de su comunidad comenzaron a preguntarle por el tema. “Muchos traumas históricos y desplazamientos incidieron sobre nuestra dieta”, dice la cocinera. Así fue que se puso a conversar con agricultores nativos y con productores de semillas, asistió a cumbres gastronómicas y aprendió un montón. Saberes que vuelca en su restaurante recién inaugurado, Whapepah’s Kitchen, en Oakland. Donde, claro, una de sus metas es “recuperar la memoria culinaria de mis ancestros, que nuestros alimentos sea conocidos y apreciados”. En el menú abundan variaciones sobre la calabaza, la salsa de arándanos con nuez azul, el chile bien casero. Todo un homenaje a su infancia, a las diferentes tribus originarias.


Primer paso, el café verde a la tostadora

La uruguaya que se copó con el buen café

Al parecer, no solo en la Argentina se desvirtúa el sabor propio del café mediante el proceso de torrado: en el Uruguay se llama glaseado a esta mezcla con azúcar quemada para abaratarlo y darle más rendimiento. Cosa que también sucede en México y Portugal. Empero, aquí, allá y acullá hay conocedores que, a la hora de elegir, exigen café tostado. Según la publicación uruguaya Galería, el panorama cafetero local está mejorando aceleradamente gracias a la aparición de sitios de especialidad, donde se trabaja a conciencia los granos del cafeto seleccionado, valorizando los oficios de tostador/a y barista en el rango de arte. A tal punto que en la edición de este año del Día Internacional del Café, el tema central fue apoyar a las nuevas generaciones de hombres y mujeres que trabajan en torno a este estimulante producto. Dahiana Andino, tostadora, barista y alma mater de Ganache, declara a Galería: “El café todavía es en buena medida un mundo de hombres porque así se lo consideró desde siempre. Las mujeres han tenido menos posibilidades de comprar tierra y dirigir empresas. El 70 por ciento de las personas que cultivan las fincas son mujeres, pero a ellas solo el 25 por ciento de las tierras les pertenecen”.  Dahiana es la primera tostadora de su país gracias a su pasión por el llamado oro negro. Hace 10 años tomó conciencia de que faltaban buenas cafeterías donde se ofrecieran diferentes opciones de tostado puro. Y abrió un local en 2017 con su novio, el actor Ernesto Muñoz, en la galería Peñarol. Previamente, él le había regalado un curso de barista en Buenos Aires, donde aprendió a estar en la máquina, conocer el arte latte, el filtrado, la cata, el tueste... “El buen café es una forma de vida”, sonría Dahiana Andino. “En Ganache somos todas mujeres las que trabajamos”.


Jilly Balistic

Arte en la calle de signo feminista

Según el sitio estadounidense Hyperallergic, el graffiti o arte callejero aún está dominado por los varones, por más que se lo considere una forma democrática de expresión. Y si bien ya hay un cierto reconocimiento hacia las mujeres, ese aplauso rara vez se extiende a las de color (negro, marrón…). La periodista Ilana Herzig, entonces, se puso a buscar artistas femeninas, no binarias y/o queer para conocer sus trabajos. Y se encontró con varios nombres en nivel mundial: Tatyana Fazlalizadeh, negra iraní que aborda temas relativos a personas marginadas pintando sus retratos en la calle; Shamsia Hasse, una de las primeras en practicar esta forma de arte de Afganistán, que hace murales de mujeres fuerte e independientes. Por su lado, Jelly Balistic se desempeña en el subte, en carteles de señalética sumando algún contenido social o político en sus intervenciones en Brooklyn y alrededores, su zona habitual de influencia. Jelly ha colaborado en el documental Out On the Street y en expos como Of Women, By Women, aparte de etiquetar calles y paredes en Portland, Los Ángeles e incluso Honolulu.


Vanessa Nakate, Kamapala 2020
Foto de Abubaker Lubowa

Vanessa, la Greta de Uganda

De 25 recién cumplidos y sonrisa radiante, Vanessa Nakate milita desde hace un par de años en cuestiones referentes a la ecología como quien entra en religión. El año pasado en el Foro de Davos, esta nativa de Uganda se hizo oír en sus reclamos por la crisis climática, además de dialogar con destacados activistas y con personas afectadas por catástrofes, cuyas protestas Vanessa se esfuerza en difundir, en aportarles posibles soluciones. Así fue que estuvo en la conferencia de aquel evento junto a Greta Thunberg y otros jóvenes europeos. Y ocurrió que Associated Press recortó la foto de Nakate en un acto de racismo (por el que luego esa agencia se disculpó). “África es solo responsable del 3 por ciento de las emociones globales”, subraya la joven. “Es decir, responsable de la crisis es el Norte, mientras que el Sur está sufriendo por esa causa”. Hace dos años, Vanessa estaba por graduarse en administración de empresas y marketing, y ni soñaba con ser activista en la protesta verde. Hasta que empezó a investigar sobre los daños producidos por el calentamiento, por las industrias del carbón y el petróleo y su impacto en los alimentos y, en general, en la salud de seres humanos y animales. Hace poco publicó el libro A Bigger Picture, un fervoroso llamado a la acción donde detalla cómo en 2019 los ciclones que azotaron el sudeste de África dejaron más de dos millones de afectados. Además de escribir y participar de actos públicos, Vanessa Nakate ayuda personalmente a instalar paneles solares y otros artefactos que favorecen la ecología en escuelas.



El tejido de la civilización

En El tejido de la civilización, Virginia Postrel ha llevado a cabo una investigación única en su género que sintetiza arqueología, cultura, economía y ciencia para construir una historia sorprendente. El negocio de los textiles financió el Renacimiento italiano y el Imperio mongol; nos dio la contabilidad de partida doble y las letras de crédito, e hizo posible la creación de obras tan significativas como el David y el Taj Mahal. Desde los pueblos minoicos, que exportaban a Egipto telas de lana teñidas de un preciado púrpura, hasta los romanos que vestían seda china de un valor exorbitante, el negocio y la producción de textiles puso los cimientos para que el mundo antiguo recorriera los caminos de la cultura y la economía. La búsqueda de tejidos y tintes -tal y como sucedía con las especias y el oro- llevó a los marineros a atravesar mares extraños y a la forja de una economía global. El tejido también ha sido la fuerza motriz que se esconde tras el desarrollo tecnológico: los orígenes de la química se encuentran en el tinte y en el acabado de las telas. Los albores del código binario -y quizá de todas las matemáticas- se hallan en la tejeduría. La cría selectiva para la producción de fibras dio paso al nacimiento de la agricultura. La correa de transmisión llegó de la mano de los productores de seda. Igual que la microbiología. Ampliamente documentado y narrado con maestría, El tejido… cuenta la apasionante historia del producto más influyente del mundo. (Esta pastilla fue publicada originalmente en Mujeres con Ciencia).