Por Rocío Benavente, para Mujeres con Ciencia
Virginia Tower Norwood, 1948
Virginia Tower había nacido en los Estados
Unidos en enero de 1927. Debido a que su padre era oficial de la armada,
durante su infancia cambió a menudo de residencia: vivió en Panamá, en
Oklahoma, en las islas Bermudas. Tras el ataque a Pearl Harbour, en el
archipiélago de Hawái, durante la Segunda Guerra Mundial, las familias de los
militares fueron enviadas al continente. En esa época, Virginia asistió a cinco
institutos en distintos puntos del país.
Durante su educación secundaria, en los mismos años que recibió el consejo de orientarse hacia las bibliotecas, la muchacha ya mostraba una notable habilidad con los números, y dedicaba largos ratos a resolver puzles de lógica y a trastear con los aparatos para mediciones geométricas que su padre le había regalado a los nueve años. Desoyendo el consejo recibido, tras terminar los años de instituto solicitó una plaza en el MIT. Años después declaró que nunca se había planteado en serio la posibilidad de ser bibliotecaria...
Buscando su sitio
entre las pocas alumnas del MIT
VT pudo
llegar al MIT en el verano de 1944, gracias a que durante el tiempo de la
guerra se impartían clases durante todo el año. El empleado que le hizo la
entrevista de acceso le hizo saber que era la primera vez que entrevistaba a
una chica. Y en el campus no había dormitorios para mujeres, de modo que tuvo
que alquilar una habitación en un piso en la ciudad. Además, debido a que ellas
solo podían entrar en los comedores como invitadas de los alumnos varones, a
menudo su alimentación consistía apenas en tostadas con tomate en rodajas.
Pero gracias a su largo historial desde la
infancia en echar raíces en sitios nuevos, no tardó en hacerse un hueco también
en el MIT, en el espacio dedicado a las mujeres, el Cheney Room: unas pequeñas
instalaciones que contaban con cocina, un espacio de estudio con varias mesas,
un vestuario, taquillas y un comedor con un piano. Allí, el pequeño grupo de chicas
que estudiaba por entonces en el MIT se reunía para socializar, estudiar y
comer.
Los estudios empezaron siendo relativamente
fáciles para Virginia: el primer año se matriculó en varias clases, más de lo
habitual en otros estudiantes. Sin embargo, aprobó simplemente yendo a clase y
realizando algunos exámenes de prueba. Al llegar a su cuarto trimestre, de
pronto, se encontró por fin con algunas asignaturas que se le hicieron cuesta
arriba. Tras aprobar por los pelos algunas clases de física, decidió darse un
descanso en las clases en el invierno de 1946 y trabajar por su cuenta en cada
problema de los libros de texto. Regresó a las aulas esa primavera y retomó las
clases hasta graduarse y obtener su título. Al día siguiente de terminar su
licenciatura se casó con Larry Norwood, presidente del club de matemáticas del
MIT y por entonces estudiante en Yale.
Pocas ganas de
contratar a una matemática
US2746035A. Patente de su reflector de señales (1956)
Pronto se dio cuenta de que muy poca gente
estaba dispuesta a contratar a una mujer matemática. En una entrevista, su
petición de un sueldo básico fue acogida con incredulidad, porque la compañía
nunca había pagado tanto a una mujer. En otra, le pidieron que se comprometiera
a no quedarse embarazada si la contrataban. En una tercera, consiguió convencer
a la empresa de lo mucho que una matemática podía mejorar sus productos y le
respondieron amablemente que sí, que les parecía una magnífica idea... pero que
iban a buscar a un matemático para el puesto.
En el empeño de aportar económicamente a su
casa, Virginia (ahora Tower Norwood) aceptó un puesto para vender ropa en una
tienda local en tanto que continuaba estudiando matemáticas avanzadas en la
Universidad de Yale. Finalmente consiguió un trabajo como profesora de
matemáticas empresariales en el Junior College of Commerce de New Haven. Sin
embargo, su carrera científica no terminó de arrancar hasta que un amigo de la
familia la invitó a visitar los Laboratorios del Cuerpo de Señales de la
Armada, en Nueva Jersey, una agencia federal que se regía por políticas no
discriminatorias de contratación.
Siguió estudiando algunos cursos de ingeniería
a la vez que empezaba a trabajar en radares. Pronto diseñó un reflector de
señales de radar que trabajaba con globos meteorológicos y que permitía
estudiar vientos previamente inasequibles a grandes alturas. De ahí pasó al
diseño de antenas de microondas. Cuando cinco años después la familia Norwood
se mudó a California, Virginia instaló allí el primer laboratorio de antenas,
adquiriendo el material en una pequeña tienda de electrónica propiedad de Bill
Herlet y David Packard (que más adelante crearían la compañía tecnológica
Heulet-Pachard, o HP).
Cosas emocionantes e
innovadoras
Un año después, Norwood era muy reconocida en
su campo y había recibido varias ofertas de trabajo interesantes. Fichó por la
Hughes Aircraft Company, que “no eran los que me ofrecían más dinero, pero me
gustaban y eran conocidos por tener el equipamiento en antenas más avanzados
del país. Estaban haciendo (…) todo tipo de cosas emocionantes e innovadoras”.
El primer día en su nuevo puesto, cuando dejó su coche en el estacionamiento,
un empleado le dijo que no podía aparcar allí ya que era solo para personal
técnico. Ella era en ese momento la primera mujer que entraba a formar parte de
ese personal...
Logotipo Landsat 9
Norwood trabajó en Hughes durante 36 años. Allí
se encargó de diseñar todo tipo de antenas, dispositivos de comunicación y
ópticos, entre ellos los escáneres que equiparían el Landsat de la NASA.
Sucedió en los años 60, cuando el boom de la carrera espacial hizo que muchas
compañías tecnológicas dedicasen parte de su trabajo al diseño de dispositivos
que tuviesen alguna utilidad en ese campo.
En ese momento, Virginia Tower Norwood
trabajaba dentro de la División Espacial y de Comunicaciones. Al personal
técnico de este equipo se le daba bastante margen para centrarse en un problema
y buscar una solución. Parte del trabajo de nuestra científica era conocer en
qué proyectos trabajaba la NASA y cómo podían colaborar. Ella sabía que en ese
momento la NASA estaba interesada en obtener imágenes multiespectrales de la
Tierra desde el espacio. El tema le parecía muy interesante. Decidió averiguar
qué era exactamente lo que la NASA necesitaba: ¿la luz visible, infrarrojos,
ultravioletas, señales térmicas?
Trabajó con distintos expertos e hizo
mediciones sobre el terreno para medir la reflectancia (reflejo de un espectro
de la luz sobre distintos tipos de terreno) así como la diversidad, en el caso
del terreno boscoso o agrícola, que se captaban según el buen estado de las
plantas. También midió la diferencia de reflectancia de distintos tipos de
cultivo. Su idea era crear un aparato que permitiese recabar desde el espacio
información relevante para trabajos agrícolas: “Para lograrlo, tenía que hablar
con personas expertas de distintas disciplinas de las que yo no sabía nada
hasta ese momento, así que me pareció fascinante”. Recogió sus opiniones y
determinó las especificaciones que debería cumplir un dispositivo para ser
eficaz en este empeño. Estaba convencida de que un escáner multiespectral era
la forma más adecuada de cumplir los requisitos que su análisis previo había
determinado.
Lanzamiento del Landsat 1
Los científicos e ingenieros de la NASA
mostraron a la vez interés y cierto
escepticismo por la propuesta de Virginia. En ese momento trabajaban con un
sistema de cámaras similares a los de televisión, que se habían probado ya en
otros dispositivos de observación espacial pero que tenían limitaciones en
cuanto al rango del espectro capaz de captar (básicamente el de la luz
visible). Empero, algunos de ellos se manifestaron dispuestos a probar con un
sistema experimental que ampliase esas posibilidades. Así que Norwood y su
equipo obtuvieron el contrato para diseñar y construir su escáner
multiespectral.
Trasladar su idea a un dispositivo funcional
que además fuese capaz de ser puesto en órbita y funcionar en el espacio no era
una tarea menor: “Esto tenía que ser en el espacio, es decir, sin aire, sin
gravedad y con las señales recorriendo muchísima distancia. Todo era nuevo”,
comentó VTN.
El 23 de julio de 1972 el Landsat 1 salió al
espacio con el dispositivo diseñado por Norwood y su equipo, llamado MSS, para
ser puesto a prueba. El sistema de cámaras de televisión, llamado RBV, iba
también a bordo. Cuando llegaron las primeras imágenes dos días después, los
ingenieros, técnicos y científicos del Goddard Space Flight Center de la NASA
quedaron maravillados por la calidad de las captadas por el nuevo dispositivo.
El RBV había sido la primera opción hasta ese momento, “pero una vez que vimos
los datos, los papeles se intercambiaron”, recordaría años después Stan Frecen,
científico del proyecto. “Nunca tuve dudas sobre el MSS porque yo lo diseñé y
sabía que podía funcionar”, declaró reiteradamente Norwood.
Tras una década trabajando en los instrumentos
del Landsat, la física pasó a otros proyectos, aunque siempre consideró este
hallazgo una de sus grandes aportaciones, por lo amplios y variados que resultaron
sus impactos en distintos aspectos de la sociedad. Desde el punto de vista
tecnológico, no cabe duda de que Norwood se puede considerar orgullosamente
"la madre del Landsat", y de hecho, ha reconocido que le gusta ese
apodo: “Sí, es adecuado. Yo lo creé, le
di vida y peleé por él”.
Virginia Tower Norwood -actualmente de 94- se jubiló en 1990 dejando este consejo para
aspirantes a científicos y técnicos: “Aprende de verdad los fundamentos de tu
área. Mis sólidas bases en matemáticas y física me fueron muy útiles durante
toda mi carrera. Y disfruta de lo que estás haciendo, si no te diviertes y
continúas aprendiendo cosas nuevas, haz cambios”.
Este artículo se publicó originalmente en la
web Mujeres con Ciencia.