La distinción nunca debe soslayarse en el automóvil

Guillermo Montesinos en Mujeres al borde de
un ataque de nervios

No crean ustedes que las reglas de la etiqueta se borran cuando una se convierte en pasajera o en conductora de un coche. De ninguna manera, nos alerta Leticia Vigil en Buenas maneras (Vergara, Buenos Aires, 1991): “El feminismo avanza con sus ventajas y desventajas, pero sin embargo, siempre es el hombre quien debe abrirle la puerta a la mujer para que ella suba al automóvil”. Al descender, obvia consecuencia, “el caballero perfectamente educado se baja, da la vuelta y abre la puerta a su acompañante femenina”. Tal como lo leen, y si este señor hace una leve reverencia a la dama, mejor que mejor.

A continuación, transcribimos algunos códigos de buena sociedad relativos al orden de ascenso y a la ubicación en el citado vehículo motorizado: “Cuando viajan en auto más de dos personas, el asiento vecino al conductor se ofrece al pasajero de más rango o de más edad. En los coches manejados por un chofer, éste abrirá la puerta para que suba la señora, el señor o el funcionario. Si va más de una persona, por ejemplo, un matrimonio y otro caballero, subirá primero el marido, luego la esposa y finalmente el dueño del auto para mantener el principio de hombres y mujeres alternados”. Un principio que, desafortunadamente, es descuidado por la desprolijidad y el vértigo de la vida moderna. Otra situación a tener muy en cuenta es cuando van tres hombres en el asiento posterior: “El lugar de preferencia es el de la derecha, seguido por el de la izquierda, junto a la ventanilla, y en tercer lugar, el del medio (el más incómodo)”. Es decir, a veces la etiqueta pide aceptar con elegancia el ingrato rol de relleno de sandwich. 

Otras indicaciones imprescindibles de Buenas maneras para cuando se quiere viajar en coche con ese inapreciable toque de distinción: “El dueño del automóvil o quien lo maneja no debe poner la calefacción o el aire acondicionado a temperaturas extremas, ni la radio en un diapasón que resulte elevado para el resto de los pasajeros”. Asimismo, es de buen gusto consultar con ellos si se sintoniza un programa radial. Pero lo ideal es que “la persona que dispone de la radiocasete se convierta en un buen disc-jockey y haga una selección adecuada de temas musicales”.

Por cierto, el interior del coche es un fiel reflejo de la educación de su dueño o dueña, por lo tanto: “Debe mantenerse limpio, con los ceniceros vacíos y libre de adornitos, autoadhesivos, elementos colgantes y otros motivos supuestamente decorativos (como el primer zapatito del nene)”. O sea: de lo contrario, terminaríamos en un coche semejante al Mambo Taxi  de Mujeres al borde un ataque de nervios, con tapizado animal print y demás etcéteras, muy simpáticos y divertidos para la ficción almodovariana, pero por completo inapropiados para la vida real si se aspira a un auténtico refinamiento.

Cuando a una persona se le hace el favor de acercarla a algún sitio en coche, la susodicha no debe lanzarse a criticar “ni la marca del auto ni la forma de conducir”, dice atinadamente la señora Leticia Vigil. En estos casos, si se está a disgusto, lo único que cabe “es pensar en otra cosa y entregarse al destino”. Pero sin dejar jamás de lado los mejores modos, cual corresponde a una lady que se precie. Y si por desdicha nos tocara un conductor que desconoce la etiqueta del automóvil, quizás -una vez llegadas a destino- hasta tengamos que ser nosotras mismas quienes abramos la puerta del coche. Hay que estar preparadas para semejantes eventualidades sin que se nos caigan los anillos ni se nos rebaje para nada nuestra autoestima.