Ilse Fuskova 1: Una bella y vital dama indigna

Por Diana Fernández Irusta


“Noventa años en el cuerpo, quince en el alma”: así define su situación vital Ilse Fuskova (Buenos Aires, 1929) en un pasaje del documental que lleva su nombre y tiene fecha de estreno para el 11 de este mes en el Cine Gaumont y CinearTV.

Dirigido por Liliana Furió y Lucas Santa Ana, Ilse Fuskova es, en esencia, una larga charla donde brillan la voz, los gestos y la frescura quinceañera de la nonagenaria Fuskova mientras el montaje enlaza materiales de archivo, documentos y testimonios de especialistas, amigos y compañeras de ruta de la protagonista.

Y es que Ilse se las trae. Ahora, cuando mirar para atrás significa mirar largo y profundo. Y antes, en cada momento de su vida en que se plantó y se hizo escuchar con la voz calma de los que saben de qué hablan.

Cambios de escenario -y de ropaje, piel y circunstancias- no le faltaron. Hija de padre alemán y madre checa, fue azafata a los 19 años y luego periodista, artista visual, fotógrafa y habitué de un circuito de la cultura porteña que incluía a Alberto Greco, Grete Stern, Horacio Coppola. A los 23 se casó y podría decirse que fue esposa, madre y señora de discurrir acomodado hasta principios de los años ochenta, cuando no solo se separó sino que además -casi en un mismo movimiento- se incorporó al activismo feminista y se asumió lesbiana.

Digna, Ilse no se regodea en el terremoto emocional que seguramente atravesó por esos años; discreta, mira a cámara y mantiene a raya al dolor que le transfigura el rostro al referirse muy escuetamente a sus hijos y a una familia que la despidió con un portazo cuando anunció sus nuevas elecciones. Hay que tener agallas para afrontar semejante escenario siendo mujer y cargando más de 50 años en el DNI. Había que tener muchas más en una sociedad que recién salía de la pesadilla de la dictadura, en un tiempo en el que sobre ciertas cosas no se hablaba, no se escribía, no se pensaba.


En la sencillez de su factura técnica, el documental permite que la figura de Fuskova emerja con una calidez impagable. Ella cuenta como una simple deriva lo que bien podría relatarse como epopeya. Cuadernos de Existencia Lesbiana, ATEM (Asociación de Trabajo y Estudio de la Mujer) Lugar de Mujer: apenas algunas de las publicaciones, agrupaciones y espacios que aparecen en su relato y que tienen que ver con una década en la que unas cuantas cosas se estaban haciendo por primera vez. Fueron tiempos de sentadas o perfomances en las que un puñado de mujeres reivindicaba el derecho al aborto, denunciaba la violencia de género o reclamaba la libertad de amar del modo que cada quien quisiera frente a conciudadanos para los que cualquiera de esas reivindicaciones estaba fuera del marco de lo imaginable.    

En el libro de memorias Recuerdos de mi inexistencia (Lumen), la escritora feminista Rebecca Solnit señala el poder de las ideas y expresiones que nacen en los márgenes. Nacida en 1961 en San Francisco, Solnit registra el modo en que impactaron en su vida los movimientos sociales, políticos y culturales que desde los bordes, inaudibles para la mayoría pero no callados, fueron horadando las costras duras de lo social hasta ingresar en la conversación, en la agenda, en el sentido común. Racismo, misoginia, violencia de género, homofobia: ésas son las palabras que, en la ciudad donde nació Solnit, prácticamente nadie mencionaba a fines de los años cincuenta aunque miles de personas -en cierto modo, todas- las padecieran.


Esos eran también los términos que a principios de los años ochenta prácticamente nadie en Buenos Aires incluía en su horizonte de pensamiento. Y en ese contexto fue que Ilse Fuskova y otras pioneras empuñaban carteles, interrumpían en el tránsito y arremetían, de los márgenes hacia el centro, dispuestas a dejar huella.

En este sentido, son significativas las capturas televisivas que rescata al documental. Durante los años noventa, la figura de Ilse alcanzó una inesperada proyección pública, en particular a partir de su aparición en esa vidriera privilegiada que siempre fue Almorzando con Mirtha Legrand. Las imágenes de archivo muestran a Fuskova y su porte de dama sobria, pez en el agua de la etiqueta televisiva, siempre amable, serena e inmune a algún que otro dardo lanzado -con sonrisa exquisita- por la anfitriona.

Tras aquel almuerzo con la Legrand la invitaron al programa que conducía Moria Casán. Y luego al de Mariano Grondona. Y al de Mauro Viale. A veces iba sola; otras, junto a Claudina Marek, quien sería su pareja por veinte años. En el documental lo admite: ser blanca, de clase media y tener origen alemán eran factores que le jugaban a favor. A juzgar por los extractos televisivos, podrían sumarse su aspecto maduro, lo aplomado de la voz, la seguridad jamás exaltada con la que respondía cualquier tipo de pregunta. Una rara avis en la jungla en la que ya se estaban convirtiendo las pantallas.


En la película, son muchos los testimonios que dialogan con los recuerdos y comentarios de Ilse. Entre otros, los de la teóloga feminista Elsi San Martín, la activista y ensayista Mabel Bellucci, la doctora en Filosofía Diana Maffía, el activista Marcelo Ferreyra. Y está Keno Feldhaus, nieto de Ilse: un ecologista alemán cuyo rostro límpido y palabras luminosas hacen honor a una abuela que ingresó al siglo XXI blandiendo las banderas del  ambientalismo.

“Seremos dos viejas indignas”, lanzó Ilse en el set noventista de Moria Casán, mientras reía junto a Claudina Marek y ambas proyectaban lo que podría ser su vida de allí en más. La cita no era aleatoria; Fuskova pensaba en La vieja dama indigna, película estrenada por el francés René Allio en 1965 y basada en un cuento de Bertold Brecht. De lo que trataba ese relato era de una mujer que había cumplido uno a uno los mandatos de género pero que, tras enviudar, decide arrancarse tanto corsé y empezar a respirar en serio.

Hay que mirar, en Ilse Fuskova, las escenas donde la pionera feminista aparece junto a Mariela Silverstein, de la ONG ambientalista Conciencia Solidaria, y reflexiona sobre el tiempo, el silencio, el enigma del último tránsito que a todos nos espera en algún recodo del camino. Bella y vital dama indigna, que aceptó las consecuencias, dolorosas y amorosas por igual, de elegir a conciencia el rumbo de su existencia. Y que ahora nos mira a través de la lente de una cámara y nos invita a ser parte de su desacartonada sabiduría.  


Ilse Fuskova. Documental de Liliana Furió y Lucas Santa Ana. En el Cine Gaumont y CinearTV a partir del 11 de noviembre.