Felisa Pinto. La moda cambia, el estilo perdura

En tiempos de felices premuras editoriales por la inminente publicación de su libro, diez preguntas para capturar en una instantánea a Felisa Pinto.

Por Amalia Sato

Felisa Pinto. Crédito Amalia Sato

Está cerrando la entrega de su libro, cuyo título no nos adelantará, en el que despliega su trayectoria de años de periodismo y experiencias de vida que son parte de décadas de la cultura argentina. ¿La definimos como la pionera de la crítica de moda y tendencias, cuando este filón recién se iniciaba? Desde su refugio en las alturas en Barrio Norte, acepta responder sobre diez puntos para una selfie de lujo. 

1. Imaginamos el trajín de revisar tu archivo de correspondencia, notas y escritos, ¿qué representa para vos este libro que pronto se edita por Random House?

- En el libro de Memorias que estoy a punto de terminar, se refleja una testigo privilegiada desde 1931 hasta el 2000. Sin dramas, evité aquellos momentos que fueran dolorosos. En cambio, subrayé mi vida plena e intensa, sin nostalgias. El transcurrir naturalmente, sin ficciones, lo vivido con exaltación. Podría decir que es un libro escrito “de memoria”, citando a Silvia Molloy al describir las suyas.

Soy una mujer que escribe y describe con pasión aquellas artes aplicadas que se desprenden de la costura, y todas sus derivaciones. Ya sea en la pintura o la música. Alimentos esenciales en mi vida dedicada a señalar un mundo de la moda que refleje sensibilidad extrema y que eluda “la moda oficial y las tendencias obedientes”.

En estos días de pandemia, en mi vida adentro, solo hay trajín, papeles y archivos espontáneos en papelitos escritos con urgencia, en colores vivos. Borradores instantáneos cuando surgen los recuerdos, en note papers en lugar de cuadernos o anotadores para almacenar muchas décadas, desde que nací en Córdoba el 25 de noviembre de 1931, hija de una bella tucumana y un padre músico, pianista talentoso, cordobés irreverente, a la vez que guapo. ¿Edípica yo?

2. ¿Tus años de formación, tus lugares de la infancia?

- Años 40. Tenía 9. Desde que nací en el 31, mi lugar en el mundo fue un pueblo chico, Totoral, al norte de Córdoba; allí pasé una infancia privilegiada junto a 17 primas mujeres y 4 varones en largos veranos, cuando convivíamos cordobeses y tucumanos en una inmensa casa de sigo XIX, regida por tías devotas y padres complacientes y hedonistas bohemios. Al comenzar los años 40 ya nos habíamos instalado en Buenos Aires y hay foto de mi padre con brazalete de luto por mi abuela, llevándome de la mano a mi primera escuela pública, la Onésimo Leguizamón en la esquina de Santa Fe y Paraná que aun hoy está intacta.

Allí fui alumna ejemplar con cuadernos coronados por MB, o B o FELICITADO varias veces. En materia de lectura en voz alta y ortografía, impecable, lo cual preanunciaba mi destino de vivir de la escritura.

3. ¿Qué lugares conformaron tus itinerarios culturales? ¿Cuál es tu Buenos Aires querida?

- Son memorables mis itinerarios urbanos, junto a cuotas importantes de intelectuales, jóvenes desenfadados, creativos y vanguardistas. Y mujeres libres, sueltas, ilustradas. En los 60, la Galería del Este, el Di Tella, conciertos de música dodecafónica en la agrupación Nueva Música. Y largas sesiones de jazz en boliches inundados de humo y poca paga a Rubén Barbieri, mi compañero trompetista.

A la vez surgió la incursión de primeras armas como periodista en una columna de discos y notas de moda en la renovada revista Damas y Damitas con Pirí Lugones y Carlos Peralta, siempre en los 60, invitada por ellos a sus tertulias en el Hogar Obrero, mítico edificio racionalista. Allí los temas obligados de conversación eran los libros de escritores en ciernes y otros consagrados, más largos debates sobre las películas maravillosas que proyectaba el cine Lorraine, templo sagrado de Ingmar Bergman y de la llegada imperdible de la Nouvelle Vague.

4. ¿Cómo se conformó tu lenguaje, tu estilo en periodismo? ¿Nos das pistas? 

-Mi lenguaje técnico lo heredé de las notas encontradas al hojear revistas y figurines franceses que llegaban al país demorados aunque vigentes, en mi adolescencia y años posteriores. Borradores de modismos y cultivo de idiomas que adopté desde entonces hasta hoy. También aprendí el francés con una exquisita dama rumana que había llegado a la Argentina huyendo de la guerra. Fueron enseñanzas que me ayudaron cuando pasé un año en París como corresponsal de la revista Atlántida y cubrí moda a la vez que cultura, tarea que culminó con una entrevista a Pablo Picasso en 1963 en Antibes, al sur de Francia. Inauguraba entonces mi vida de periodista cosmopolita.

5. Y por incursionar en el tema del gesto dandy, ¿qué decir de tu manejo entre la frivolidad y la estocada intelectual? 

- Los viajes y la vida mundana, propia y de los otros, fueron ineludibles. ¿Una mujer quizás dandiesca? Aunque el mundo de la frivolidad lo viví en tono estético pero no ético. Ese nuevo perfil de mi yo empezó en los 50.

Alguna vez me dijeron que a través de mis crónicas tomaba “la frivolidad en serio” y recuerdo que Alberto Girri calificó mis columnas de “Extravagario” en Primera Plana y “Escaparate” en Confirmado como “literatura objetual”.

Halagos aparte, también mantuve el mismo tono en “Eureka”, columna publicada en el diario La Nación en los 90.

6. La música, la arquitectura, la inmersión curiosa en tantas artes y disciplinas… ¿Qué decir de tu visión de estos mundos?

- La música, la pintura, las artes visuales en toda su extensión han sido siempre mi hoja de ruta. Fui asistente fidelísima a cada muestra, vernissage, concierto, ópera, conferencia, lectura o inauguración de toda firma. Acompañé a muchos artistas próximos y admirados. Entre ellos: Clorindo Testa, Juan Stoppani-Jean Yves Legavre, Dalila Puzzovio, Niní Gómez, Delia Cancela, Pablo Mesejean, Alfredo Hlito, Enio Iomi, Tomás Maldonado, Eduardo Costa, Alejandro Kuropatwa y Marcial Berro, entre otros. 

7. ¿Y de tu vida de periodista en redacciones con compañeros y mundo papel que ya no existen? ¿Cómo se insertó tu discurso de mujer en esas notas de moda y tendencias? Todo un género, practicado con reverencia también por Clarice Lispector. 

- Hay una línea de tiempo en mi vida profesional que empieza en 1950 ya bachiller con primer empleo en la editorial Emecé como correctora de prueba de galeras de libros científico-técnicos. Siguió en 1954 con la misma misión junto a Jorge Grisetti en la revista de arquitectura y artes visuales Nueva Visión que había fundado Tomas Maldonado antes de radicarse en Europa.

Fueron años ricos en cultura vanguardista y arte moderno cuando nosotros, los modernistas, militábamos a favor de la letra minúscula propulsada por el pope Maldonado.

En la música con idéntica liturgia se inauguraba la agrupación Nueva Música con Juan Carlos Paz, a la cual pertenecí con igual entrega. Siguió la revista Summa de arquitectura y diseño, convocada por Lala y Carlos Méndez Mosquera. En 1962 pasé a colaborar en la revista Atlántida y en el 63 corresponsal en París de esa editorial. A mi regreso recalé en Primera Plana en el 64. En 1970 participé del número 0 del diario La Opinión: punto trascendental de mi función como editora las tres páginas en “La Mujer”, en el marco de la sección vida diaria. Allí compartí con Tununa Mercado los mejores momentos, al reunir en esa sección la moda con el feminismo duro y la literatura gastronómica inédita. En ese prestigioso diario permanecí hasta los nefastos comienzos de la dictadura cívico-militar cuando decidí mudarme a la revista La Moda, la única voz de la industria textil y de indumentaria nacional que me permitió difundir y propagar la producción argentina. En años siguientes colaboré en medios gráficos de todo espesor: revistas Vosotras, Claudia, Vogue, La Nación, Las 12 y Radar en Página 12. También contribuí en BARZON dirigida por Tomas Powell. Otras revistas alternativas y valiosas como Tokonoma y Compost me ofrecieron sus refinadas publicaciones.

Al culminar el siglo XX publiqué el libro Vanguardias del siglo XX en la colección Moda para principiantes.

8. Ni consejos ni pronósticos o futurología, tampoco balances, pero sí curiosidad, ¿cómo transcurren estos días donde nos sentimos un poco más liberados de tantas amenazas sanitarias?, ¿a qué se dedica Felisa Pinto cotidianamente? 

- Vida cotidiana en estos tiempos. Debo confesar que a esta catástrofe global que tanto afectó a la humanidad, nunca la viví como encierro. Desde el vamos rechacé la noción de ESTAR ENCERRADA. En cambio, agradecí estar RESGUARDADA. Siempre consciente de las bondades de LA VIDA ADENTRO. En el balcón de mi casa de 37 metros que da a la plaza Rodríguez Peña, diseñada y cultivada por Thays -quien eligió el azul de los jacarandás, árboles de magnolia y palmeras elegantes- se enmarcan los más extraordinarios atardeceres que predisponen a la vida interior.

Vivir sin culpas por rechazar haceres automáticos y rutinas prescindibles. Agradecí también celebrar mis primeras canas honestas sin toques peluqueriles. Casi un halo plateado que reemplazó mi habitual tono castaño del beneficio henna de toda la vida. Mi primer mechón gris rotundo se lo dediqué a Kenzo, mi favorito, quien murió de covid al volver de sus vacaciones en Grecia. Kenzo había enfatizado en su última época su mechón blanco.

Otro beneficio que debo a la vida adentro fue evitar, no ser víctima de la tevé con los peores efluvios sadomasoquistas que son los programas culinarios de alto rating. Son sádicos como contenido por parte de los conductores y favorecen el masoquismo del televidente que cae en la trampa de mirar comidas rebuscadas, inalcanzables por el precio y soportar la cursilería de las herramientas que a veces emplean. Nunca un honesto guiso arbitrario, criollo, popular y habitual de la mesa de los incautos, víctimas de mandatos y maneras crueles.

9. ¿Quiénes te nutrieron en esta “recapitulación” chamánica que a todos nos tocó en este tiempo tan extraño?

- Mis días transcurrieron acompañados con la presencia casi abstracta pero ineludible de mis cercanos amigos de siempre. Con ellos elegimos atesorar e incrementar momentos de nuestras vidas compartidas durante décadas. Esta vez por vía digital o telefónica. Asistimos casi literalmente a trasnoches de cine vetusto, argentino, europeo o norteamericano, rescatando joyas al repetir una y mil veces emociones acentuadas por la relectura de diálogos nunca olvidados. Es más, conservados con complicidad. Por citar alguno, el diálogo apasionado entre Greta Garbo y Melvin Douglas en Ninotchka: “I love you Ninotchka, I love you Ninotchka”, dice Melvin. Y Garbo responde interrumpiendo besos: “You repeat yourself”. Qué privilegio reencontrarlos a Lubitsch y Garbo durante la pandemia. Gracias a Youtube, también gocé de ciclos completos de Hitchcock, Korda, Billy Wilder, Wyler, entre otros favoritos que fueran compartidos con Manuel Puig y ahora con Marcial Berro.

Por otro lado, la práctica de ejercicios de yoga impartidos solo a 3 pisos de distancia por el ascensor sin salir a la calle. Otra vivencia casi mística y necesaria.

10. Última, tal cual lo prometido, si te convocaran, ¿sobre qué te gustaría escribir o a quién entrevistar?

- Soy periodista todo terreno. Los medios que tienen sustancia y perfil de lucha por las buenas causas han sido mis favoritos.

Por otro lado, admito mi ignorancia de la vida digital. ¿A quién me gustaría entrevistar? A Hernán Pinto, mi padre.