Por Sebastián Spreng
Renacer, literalmente, es la intención de Sonya Yoncheva. Renacer después de la pandemia y del largo silencio que cayó sobre artistas, teatros y público. Es un renacer cauteloso a través de un recital discográfico que recopila favoritos de la cantante a manera de mosaico; mejor dicho, a modo de un opíparo despliegue de ensaladas. Justamente, ensaladas, aquel término acuñado en la música antigua, le que va como anillo al dedo a este recital, un peculiar periplo desde Monteverdi a ABBA que combina espontáneamente lo sagrado con lo profano y lo vocal con lo instrumental.
No debe
sorprender la incursión de la soprano búlgara en la música temprana; supo
cultivarla antes de convertirse en una de las firmes contendientes al
trono de Prima Donna Assoluta actual, como Tosca, Imogene,
Elisabetta, Mimi, Margarita, Manon, Desdémona y otras heroínas románticas.
Recuérdese su Poppea hace una década con Leonardo García Alarcón en Suiza, y
como distinguida alumna de William Christie y Les Arts Florissants (en Le Jardin des Voix),
créditos que bastan para acreditarla con todas las letras en ese exclusivo
renglón.
La
asociación con García Alarcón y su ilustre Capella Mediterránea originó la idea
de este curioso programa, por momentos exótico, donde el director
argentino lleva las riendas, amén de matizarlo con cuatro exquisitas piezas
instrumentales (Pasaje al olvido del
venezolano Simon Diaz es un bienvenido pasaporte telúrico y la Tarantela
española de Santiago de Murcia y Diego Fernández de Huete, un
interludio simplemente irresistible).
El diálogo
entre ambos artistas queda establecido y el opulento, minucioso marco sonoro
creado por García Alarcón sirve para minimizar todo exceso de divismo por parte
de la diva en cuestión; que además, en vez de arremeter con arias trilladas
hasta el cansancio, canta músicas que ama, más allá de que en algunas -por
momentos- se la sienta fuera de ámbito. Y si en alguna instancia llegó a
sugerirse cierto parecido entre Yoncheva y el esmalte vocal de Callas, ésta es
la oportunidad para imaginar cómo La Divina hubiese sonado en
éste repertorio. La búlgara toma el desafío y encanta como Salomé del
oratorio San Giovanni Battista de Stradella, Arnalta de L’incoronazione monteverdiana
y el aria de Xerxe de Cavalli, por
mencionar solo tres incursiones. Por más que Yoncheva reduzca el vibrato al
mínimo, no deja de ser una voz diferente a las acostumbradas en ese terreno, de
una tersura, un legato y una carnosidad dramáticamente superlativas, cualidades
que se aprecian en Ojos pues que me desdeñais de
José Marín y el aria de Minerva del Prometeo de
Draghi reconstruido por García Alarcón.
Si hay
versiones más memorables de Come Again Sweet Love de
Dowland que la excelente ofrecida por Yoncheva, y el notable Hear
me O God de Alfonso Ferrabosco se ve comprometido por su
elección en el enfoque del recitado, tres piezas inesperadas concitan especial
atención: la bellísima canción folklórica búlgara Zableyalo Mi Agance, No
hay que decirle el primor de Tomás de Torrejón y Velazco,
y Like an Angel passing through the room de Benny
Anderson y Bjorn Ulvaeus. En las tres, los reveladores arreglos instrumentales
de Alarcón (y Quito Gato en la canción búlgara) transportan a un terreno
atemporal de evocativa magia, especialmente en la canción de ABBA –válida, pero
en las antípodas de la sublime lectura “pop” de Anne Sofie von Otter, que
también trabajó con el director en aquel memorable, tan riguroso como
espléndido Sogno Barroco–, donde
Yoncheva entrega una dulcísima versión de inobjetable sinceridad que, sin
embargo, dividirá aguas.
Un trabajo
diferente para una época diferente que propone volver a las fuentes y juntar
fuerzas para llegar enteros a la luz al final del túnel.
*REBIRTH,
YONCHEVA, GARCIA ALARCÓN, SONY G010004465582R